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Muchos nos acordamos del “Monumento al tubo”. Quizá el principio de la debacle del padrecismo sin chalecos salvavidas para sobrevivir al tema del agua en Hermosillo.

Por lo menos, yo me acordé ahora que inauguraron la PTAR.

Pues se la tenían bien guardada, porque apenas ayer por la mañana comenzó a circular la agenda gubernamental, bastante cargada, por cierto, en la que se incluía la inauguración de la Planta Tratadora de Aguas Residuales (PTAR), una obra de más de mil cien millones de pesos, que inscribe a Hermosillo entre las cinco capitales estatales en México, que estarán en condiciones de reusar el 100 por ciento de sus aguas.

Hasta ayer, Hermosillo sólo trataba el 9 por ciento de los 2 mil 500 litros por segundo que la ciudad y sus ciudadanos utilizan para sus labores y necesidades cotidianas, algo que resulta más que un contrasentido, una ofensa en una ciudad enclavada en medio del desierto, donde el adjetivo “vital” nunca estuvo mejor aplicado para ese recurso.

La historia de esta obra es harto conocida. Su primera licitación, durante el trienio de Javier Gándara fue cancelada debido a irregularidades en el proceso; se licitó nuevamente, pero su construcción se fue postergando por diversos motivos.

El principal, fue que la operación de esta planta implicaría incrementar hasta en 35% la tarifa de agua potable en la ciudad, y para cualquier gobierno, aplicar un incremento de esa naturaleza significa costos políticos que no quiso correr el alcalde Javier Gándara, que por cierto recibió el proyecto prácticamente terminado y la gestión de los recursos federales necesarios para la obra, literalmente en la mesa. Esa fue una gestión de Ernesto Gándara Camou, que le dejó el camino abierto a su sucesor.

Javier, sin embargo, no hizo lo correcto. Torció el proceso de licitación –al mejor estilo padrecista-, de manera que tal proceso tuvo que ser cancelado y reprogramado cuando se descubrieron las irregularidades del mismo. Lo que sí hizo el alcalde panista, apoyado en los votos de un cabildo mayoritariamente de su partido, fue decretar el incremento de 35 por ciento a la tarifa.

Pero pasaron otros tres años, los de Alejandro López Caballero, sin que la obra se concluyera y por lo tanto, sin que el incremento se aplicara. De nuevo, el costo político se ponderó más que el desarrollo de la ciudad.

Ya con la obra en construcción, a quien le cayó encima el problema del incremento fue al alcalde Maloro Acosta. Y aguantó el vendaval de protestas, atizadas en su mayor parte, hay que decirlo, por los mismos panistas que estuvieron “pateando el bote” y negándole a Hermosillo una obra que, a largo plazo vendrá a modificar todo lo que hasta ahora se conocía en materia de aprovechamiento del vital líquido.

Chequen un dato: en septiembre de 2016, un grupo de investigadores, maestros y estudiantes de El Colegio de Sonora visitaron la planta. Ésta no se encontraba funcionando porque carecía de energía eléctrica desde 2015, cuando tuvieron que realizar pruebas rentando un transformador.

Hoy, la planta está terminada y funcionando mediante un sistema autosustentable que consiste básicamente en aprovechar los residuos sólidos para generar gas metano que a su vez se utiliza para producir la energía eléctrica con la que funciona la planta.

Eso es sólo un detalle. Lo otro tiene que ver con esos 2 mil 500 litros por segundo que hasta ayer eran pura contaminación, fétidos olores y enfermedades, y que en adelante serán aprovechados en riego agrícola, uso industrial y mantenimiento de parques, jardines, bulevares en los que antes se usaba agua “cruda”, susceptible de ser potabilizada.

Digamos que entre el monumento al Yaqui en Loma de Bácum; el monumento al tubo en Hermosillo, el monumento a la soledad en Mazocahui y otras tres o cuatro obras similares que el padrecismo dejó para que no se nos olvide nunca, se gastaron lo que costó la PTAR, una obra que viene a resolver buena parte del problema de aprovechamiento de agua en la desértica capital sonorense.

No es casual, pues, que el propio director nacional de Conagua, Roberto Ramírez de la Parra estuviera presente acompañando a la gobernadora Claudia Pavlovich y al alcalde Maloro Acosta, todos de muy buen ánimo en este evento que marcará un antes y un después en el tema del agua en Hermosillo.

II

Y bueno, la agenda estuvo cargada ayer, comenzando con la reunión de contralores municipales, donde tuvo un papel destacado y un mejor discurso el titular de la contraloría estatal, Miguel Ángel Murillo. Luego siguió el evento en la PTAR y por la tarde, la inauguración del Parque de la Esperanza, un centro recreativo de aproximadamente siete hectáreas levantado donde antes había un insalubre basurón, y hoy se ha convertido en un espacio para la convivencia, el entretenimiento, el deporte y la cultura.

Se trata de ese lugar conocido como El Hoyo de Bonilllas, una auténtica boca de lobo, agresiva, tenebrosa, violenta hasta hace poco. Un sitio para el depósito clandestino de basura de todo tipo, una madriguera de maleantes, un reducto para el miedo de los vecinos.

Todo eso ha cambiado. Le invirtieron 14 millones de pesos y hoy ese basural se ha convertido en un espacio iluminado y equipado para cambiarle el rostro al lugar, pero más que eso, para ofrecer un espacio digno en el que por cierto, mucho tienen qué hacer los vecinos para conservarlo.

El evento, eso sí, era una fiesta. Allí estaban todos los que deberían estar: la gobernadora, el alcalde, los diputados locales: Flor Ayala, Iris Sánchez, Kitty Gutiérrez, David Palfox, Pano Salido. Los regidores Jorge Güereca, , Oscar Cano; funcionarios municipales como Carlos “El Bebo” Rodríguez, Reyna Limón, Jorge Suilo…

Cualquiera que hubiera llegado tarde, o en otro tiempo, diría que se trataba de un acto de campaña electoral. Pero no. Era sólo la inauguración de un parque que, ciertamente, habla mucho de la voluntad por rescatar los espacios públicos para el disfrute de las familias, especialmente en zonas donde la marginalidad es alta y las oportunidades pocas.

III

Y el que ya se la tomó en serio es el recién nombrado “Enlace de precampaña” de Pepe Mid en Sonora, el diputado federal Ulises Cristópulos. Toda la semana ha cubierto una agenda de reuniones con la militancia en San Luis Río Colorado, Caborca y otros del desierto. Se ha reunido con sectores y organizaciones, con liderazgos de su partido. O sea, se la anda tomando muy en serio, como suele hacerlo cuando se trata de presentar trabajo.

Y no lo culpo. Los priistas de cara a la elección presidencial tienen que trabajar como si fueran perdiendo, porque de hecho, van perdiendo. Si la elección fuera hoy, podrían disputar el segundo lugar.

Pero bueno, faltan poco más de 150 días para el uno de julio, así que cada 24 horas cuentan como si fuera una sola, y quizá por eso al enlace de la precampaña se le ha visto soltando de la a veces poco breve cintura a las doñitas en las colonias de Hermosillo, y aplicándose en labores menos mediáticas pero más serias, como el cabildeo y la negociación con liderazgos y bases de su partido.

Veremos qué resulta de todo esto.

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