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Si bien se ha avanzado en la construcción de un marco legal hacia la igualdad entre mujeres y hombres, el acceso de ellas a la salud es todavía desigual, “debido a las diferencias biológicas y de género”, a pesar de que presentan problemas de salud mental, en particular la depresión y los trastornos de ansiedad o alimentarios.

 

En su investigación “Morbilidad femenina ¿De qué mueren las mujeres mexicanas?”, el Centro de Estudios para el Logro de la Igualdad de Género (CELIG) agrega que también son víctimas de violencia de género, obesidad, diabetes e hipertensión arterial, así como problemas vinculados a la salud sexual y reproductiva, y el creciente incremento de las adicciones.

 

“En México, la salud en las mujeres tiene una profunda implicación con los factores culturales, religiosos-espirituales, económicos, familiares, sociales, las creencias, los mitos o tabúes, aunado a los individualismos como los valores y actitudes de cada persona, familia o sociedad”, refiere.

 

En este enfoque también tienen cabida la responsabilidad sobre la salud y el bienestar de los hijos, en caso de tenerlos, ya que por lo general la mujer mexicana tiende a colocar este factor en un primer plano por en encima de sí misma, agrega.

 

A esta situación, continua, se suma otra determinante estructural de la salud: el género, considerando que hombres y mujeres cumplen diferentes roles dentro de diversos contextos sociales, los cuales influyen en sus comportamientos en relación con la salud. Es decir, sostiene, son las actitudes, creencias, comportamientos, valores, roles y estereotipos que se esperan de las mujeres, lo que dificulta atender su salud.

 

La investigación indica que las mujeres son más propensas que los hombres a sufrir depresión y ansiedad. “La depresión es la causa más importante dentro de la carga de morbilidad femenina, tanto en los países de ingresos altos como en los de bajos”.

 

La depresión posterior al parto afecta al 20 por ciento de las madres en naciones de ingresos bajos y medios-bajos, lo que representa un porcentaje más elevado que las tasas registradas en los países de ingresos altos, detalla.

 

El documento resalta que las mujeres en México viven más que los hombres; la esperanza de vida para ellas es de 77.4 años de edad, mientras que la de los varones es de 71.7 años, es decir, casi seis años de diferencia. No obstante, no necesariamente significa que tengan más salud o una mejor calidad de vida.

 

Las cinco principales causas de mortalidad en mujeres mexicanas son las enfermedades del corazón e isquémicas de este órgano, diabetes mellitus y tumores malignos (de la mama y del cuello del útero e hígado), vías biliares intrahepáticas, padecimientos cerebrovasculares y pulmonares obstructivas crónicas e hígado.

 

“El reto que tenemos como sociedad es exigir y proponer la construcción de mejores políticas públicas basadas en la evidencia científica, la ética y en las mejores prácticas que permitan avanzar hacia la igualdad sustantiva, así como mejorar la salud de las mujeres en beneficio de su propia salud y de la población”, afirma el Celig.

 

Sostiene que las áreas de oportunidad ciudadana para atender las necesidades de salud implican un planteamiento que involucre gobierno y sociedad civil, subsanando los factores que limitan la participación en el autocuidado y la prevención.

 

“Esta coyuntura significa que las necesidades de salud individual están estrechamente ligadas a la mujer y su familia, llevando a los profesionales de la salud a las comunidades para promover la educación en salud, la prevención y la orientación desde el nacimiento hasta la vejez”.

 

Propone privilegiar un enfoque integral de equipos multidisciplinarios que atiendan los factores de riesgo biológicos, psicológicos y sociales presentes en la incidencia de las enfermedades en el país, a través de programas holísticos.

 

“La oportunidad ciudadana abre la puerta a la nueva generación de proyectos y programas provenientes de la iniciativa civil donde se dé prioridad a lo que la gente necesita más que a lo que las Instituciones supongan que es necesario”, apuntó.

 

Aunque existe un marco legal hacia la igualdad entre mujeres y hombres, y en el acceso de ellas a una vida libre de violencia, no se ha logrado la igualdad sustantiva ni de facto en la práctica cotidiana de las familias, comunidades e instituciones.

 

En un balance general, la investigación indica que la salud de las mujeres también ha mejorado en muchos aspectos en las últimas décadas, pero de manera invariable “existen rezagos que debemos remontar si queremos construir una sociedad más justa y equitativa”.

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