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Jesse Armenta, un hombre de su tiempo.- Compositor singular nacido en Buenavista, Sonora, que podría definirse como “un pedazo de sierra que camina”, como diría alguna vez Gerardo Cornejo.- Los Tigres del Norte, Banda El recodo, entre muchos grupos e intérpretes que han grabado sus temas

Bernardo Elenes Habas

Jesse Armenta, es un hombre de su tiempo. “Pedazo de sierra que camina”, como se autodefiniría, alguna Jesse Armenta, juglarvez, el escritor sonorense Gerardo Cornejo.

El domingo anterior desayuné con el famoso compositor de talla internacional y su amigo de aventuras infantiles y de adolescencia, Manuel Montaño Gutiérrez.

Jesse nació en Buenavista, Sonora, y el paisaje de la sierra es parte de su sensibilidad humana, de su franqueza, corazón grande y mano extendida hacia la gente, sin importar condición, creencias, ideologías, sólo por cumplir su vocación noble de servir.

Todo la heredad del monte y cantos silvestres de las aves de su lugar de origen, se vinieron con él, tatuadas en su alma niña, cuando llegó a Plano Oriente, de dondeJesse Armenta, Beh y Manuel Montaño también, al igual que en Buenavista, es hijo predilecto.

Ahí retomó su amor por las guitarras, aceptando los retos de la vida. Y le arrancó arpegios y le puso música a sus letras, poemas de amor y de narrativa aguda sobre la realidad social que se le revelaban en sus ojos bautizados con el agua del río Yaqui, para avizorar el futuro.

Ahí se fijó metas y se lanzó el reto a sí mismo para crecer de la mano del arte, llevando siempre como una medalla, sus orígenes de sierra y praderas y por supuesto, las vivencias en las calles polvorientas de las más antigua colonia de Ciudad Obregón, Plano Oriente, donde se bebía los contrastes de los cerros contra el azul del cielo en el oriente. O el silbato de los trenes llegando a los andenes de la Estación, en los linderos de las vías. Espacio en que la algarabía y bullicio de los vendedores ambulantes y de los viajeros, se convertían en sus oídos en ritmos futuros. En esencia innegable. En alma de Manuel Montaño y Jesse Armentasus canciones.

El trayecto del Jesse, para abrirse paso en el campo de la composición, no ha sido fácil, a pesar de la espléndida factura de su material, donde lo mismo aborda, con legitimidad, las coplas y acordes de un corrido surgido desde el fondo de su inspiración y su guitarra; o el corte fino de la balada y el bolero, sin dejar de navegar temas cargados de ironía y crítica política y social, pero siempre aportando su grano de luz capaz de iluminar conciencias y desbrozar caminos en las actuales y venideras generaciones.

Pero su persistencia, la confianza que tiene en sí mismo y en el arte que cabalga sus venas, lo han llevado a construir los peldaños de sus sueños más legítimos. Los puentes con los que ha llegado a grupos musicales como Tigres del Norte, Cadetes de Linares, Banda del Recodo, Conjunto Primavera e innumerables intérpretes como Ramón Ayala que encontró dimensión en “Dos monedas”, que son parte de la memoria musical del pueblo.

El año anterior, los habitantes de su tierra natal, Buenavista, le ofrecieron emotivo homenaje, demostrándole con la sinceridad que sólo tiene la gente con raigambre popular, que es parte de la microhistoria de esa comunidad asombrosa, la que resurgió y alcanzó floración nuevamente en otra latitud, porque su semilla primigenia quedó en el fondo de la presa El Oviáchic, junto con Cumuripa, y donde, en épocas de sequía, cuando baja el nivel del embalse, asoma la cúpula de la vieja iglesia donde los recuerdos se transformaron en la canción líquida del tiempo…

Y El Jesse sigue escribiendo. Alimentándose del alma de la gente. Del colorido de los mercados. Del comportamiento singular de los seres, como la tonada que narra y rescata la historia de “Los Caganchos”, quienes en su devenir por las calles de Ciudad Obregón, dejaron un testimonio de amor y sacrificio, como también lo describe en su relato humano y bello, la escritora Alma Benigna Valenzuela García…

Le saludo, lector.

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