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Cuando todo mundo pensó que el tren del mame echado a andar a partir de un desafortunado comentario hecho por el colega y amigo Juan Carlos Zúñiga, había parado en la estación #NalgasProntas, la tarde de ayer tomó un nuevo impulso al conocerse que comenzó a circular una propuesta de desplegado para pedir la salida del periodista, de su programa en Stereo 100.3 FM.

 

Esto lo dio a conocer Guillermo Noriega en su cuenta de Twitter, y de inmediato se dejaron sentir muestras de solidaridad con Juan Carlos, incluso del propio Memo Noriega, en ese mismo tuit.

 

Con todo el respeto que me merece Noriega, me parece irresponsable soltar esa información sin revelar los nombres de los promoventes del presunto desplegado, porque en medio de un clima tan enrarecido por los enconos político-electorales, signado por campañas negras y perversidades de todo tipo, no sería descabellado suponer, considerando la vieja premisa de que, para conocer a los culpables de un crimen, basta voltear a ver quién se beneficia con él, que el ataque contra Juan Carlos, si es que existe, podría venir de quienes están interesados en desacreditar y deslegitimar al gobierno, sobre el que están apuntando todos los misiles.

 

(Al filo de la media noche, tuve acceso al “famoso” desplegado, que reproducimos al final de la columna).

 

Antes de continuar, reitero mi postura en el sentido, primero, de que la expresión del colega no me parece grave, ni que amerite la amenaza contra el espacio que conduce. Reitero también mi solidaridad para un colega cuya carrera no puede decidirse en el volado de una expresión desafortunada y por la que ya ofreció reiteradas disculpas.

 

Justamente en el programa Hablando Claro que comenzará a transmitirse este día en su plataforma de Facebook y YouTube, comentaba sobre el peligro que representa para los comunicadores en general, el surgimiento de una especie de tribunal de alzada integrado por voces que se levantan por todos lados, sobre todo en redes sociales, algunas desde el anonimato, y que pueden orillar a linchamientos mediáticos, como ya se han presentado algunos casos.

 

Curiosamente, en la mayoría de las voces de protesta que se han levantado contra la presunta intentona por censurar a Juan Carlos, no se presume que los autores de esa lanzada pudieran ser integrantes de la curia o grupos laicos conservadores y ultraconservadores que de hecho existen y se habrían sentido ofendidos en su fe católica, presionando al concesionario de la radio donde se originó el desaguisado, don Gustavo Astiazarán, que el pasado 8 de abril recibió un reconocimiento de parte de la gobernadora Claudia Pavlovich y la alcaldesa Angelina Muñoz Fernández, por sus 50 años en medios de comunicación.

 

Entiendo que desde el inicio, hubo presiones hacia el concesionario y la exigencia de parte de éste, de una disculpa pública, no sólo en su cuenta d Twitter, sino en su propio espacio al día siguiente, para el comunicador. Lo hizo.

 

Ni el concesionario, ni la arquidiócesis de Hermosillo han hecho pública una posición al respecto, lo cual enrarece más las cosas.

 

Resultaba indispensable saber, primero, si el desplegado de marras realmente existe, y si es así, saber quiénes lo promueven. Ya conocimos el desplegado y, ciertamente, no lo firma nadie y sólo circula en grupos  de Whatsapp.

 

No sería la primera vez en la historia, que se victimiza a alguien desde las propias filas de sus presuntos amigos o correligionarios, para capitalizar reacciones contra adversarios políticos cuyos intereses y conflictos se mueven en una esfera a la que la propia víctima es ajena.

 

Juan Carlos sería, en este caso, una víctima colateral en el fuego cruzado de quienes se están disputando el poder político. Entre el gobierno y su partido, y una oposición emergente que parece sobrada en sus expectativas de triunfo, como para comenzar ya a imponer condiciones, a definir quiénes son los buenos y quiénes los malos. Quiénes los que merecen la gloria y quiénes el infierno.

 

Venga de donde venga, la censura es reprobable. Atentar contra un espacio de comunicación que en términos generales ha sido conducido con profesionalismo, sólo por una expresión coloquial, es algo con lo que no podemos estar de acuerdo.

 

Como tampoco podemos suscribir las condenas algunas demasiado emocionales y con alta carga de revanchismo, que parten del supuesto de que el programa de Juan Carlos es el “único” democrático en la radio. Considerar eso es tan peligroso como los propios actos que condenan. Y es además, faltarle al respeto a la inteligencia de una sociedad civil plural y diversa, con capacidad para decidir, en el amplio espectro de opciones informativas, la que más le guste y convenza.

 

Juan Carlos es un periodista profesional y serio que no merece la censura. De eso a considerar que es el único democrático y por tanto, el único que merece ser escuchado, me parece un exceso propio de quien, asumiéndose la luz y la guía, el faro que ilumina el firmamento oscuro de los medios de comunicación, cae lastimosamente en lo mismo que dice combatir: el reduccionismo del blanco y negro, del bueno y el malo, de los corruptos y los inmaculados.

 

Y contribuye así a sembrar el encono y las diferencias; a atizar la confrontación en el propio gremio, donde hay audiencias para todos. Pero sobre todo, insulta la inteligencia de esas audiencias, con la misma arrogancia de ciertos políticos que descalifican a quienes no voten por ellos, tildándolos de cómplices de la corrupción.

 

Por último, hay que decir que Zúñiga se ha ganado el reconocimiento de una parte de la audiencia, gracias precisamente a que no ha caído en esa visceralidad maniquea, y era previsible que, si alguien capitalizara su desliz para “pedir su cabeza”, habría muchos que salieran en su defensa.

 

No dudo que en los ámbitos gubernamentales haya quien no simpatice con el conductor del programa, pero pensar que institucionalmente el gobierno se metiera, en una coyuntura donde lo que menos le faltan son problemas, a promover el cese del colega, a sabiendas de que le estarían abriendo un nuevo frente al propio gobierno.

 

Y vuelvo al principio. El famoso desplegado, que hasta el momento sólo ha leído Guillermo Noriega (o al menos es el único que ha dicho que lo leyó), no se conoce públicamente. Tampoco sus promoventes.

 

Es algo así como el documental sobre el populismo que sólo ha visto Ciro Gómez Leyva, pero que ocupó la agenda mediática durante un par de semanas, desatando los más apasionados debates políticos.

 

Hace un par de días, en este espacio hacíamos un llamado a la mesura, contra el cañaveral de pasiones que estamos viviendo por estos días. Hoy lo reiteramos.

 

Por considerar que es de interés público, reproducimos aquí el desplegado que tanta polémica ha causado, y cuyos promoventes aún se desconocen:

 

La comunidad católica de Hermosillo está indignada y triste con Uniradio.

 

Esta cadena radiofónica tiene más de 40 años de servir a los sonorenses y siempre ha informado de manera objetiva y veraz, pero además de una manera respetuosa.

 

Algo que ha distinguido a la familia Astiazarán, los dueños, es ser impulsora de los valores ciudadanos en sus contenidos.

 

Nosotros creemos firmemente que en la construcción de dichos valores, el rol de los medios de comunicación es fundamental.

 

Por lo anterior, expresamos lo siguiente:

 

Reprobamos en todos sus términos la expresión ofensiva e irrespetuosa que el conductor Juan Carlos Zúñiga, de Uniradio, dirigió hacia monseñor Ruy Rendón Leal en la edición de su programa el pasado martes 8 de mayo.

 

Frente a un entorno cada vez más complejo en nuestra sociedad, es imperativo que los medios asuman el compromiso de fomentar contenidos que contribuyan a crear esa sociedad justa, solidaria y respetuosa, no con simulación y no con disculpas posfechadas que no remedian una ofensa dicha tan lamentable y ofensiva.

 

Es verdaderamente reprobable que se haya intentado denostar la figura de nuestro señor Arzobispo de Hermosillo, un hombre respetable, con una gran trayectoria en el altruismo que, si el señor Zúñiga no conoce, lo invitamos a que lo haga, porque es un sacerdote siempre al servicio de los demás, sin ningún otro objetivo que ayudar al prójimo.

 

Las fobias personales que pudiera tener el señor Zúñiga no deben ser nunca motivación para ofender o lacerar contra quien tiene toda una vida dedicada a los demás y mucho menos el medio se debe prestar a ello.

 

Esperamos que Uniradio tome acciones y no se convierta en cómplice de este tipo de hechos que nos tienen agraviados.

 

 

Hasta aquí el texto de marras. No hay abajofirmantes. No hay origen ni destino claros. Me dicen que circula en grupos de Whatsapp de residenciales donde habitan familias de conservadurismo probado, solicitando firmas. Y si hay alguien que firme un anónimo, pues eso lo descalifica de entrada, ¿no?

 

También me puedes seguir en Twitter @Chaposoto

 

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