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PRIMERA LECTURA (Génesis 3,9-15)

«¿Por qué has hecho esto?», el pecado fractura la misma dignidad de la persona. Después del pecado, ya no hay más lugar para la responsabilidad. Después del pecado nos escondemos detrás de nuestros pretextos e incluso de los otros, responsabilizándolos de nuestros propios errores. Muchas veces cuestionamos el pecado original, alegando que cómo es posible que carguemos con el pecado de nuestros primeros padres, sin embargo, cuando vemos la forma de actuar de Adán y Eva, pareciera que el autor sagrado nos describe de una manera impresionante. Es cierto que nuestro pecado no es el exactamente el “mismo” de ellos, pero al igual que ellos optamos eligiendo una falsa libertad y autonomía en lugar de la plenitud y felicidad que solo podemos encontrar en Él. Lo que sigue, pues ya lo sabemos…

SEGUNDA LECTURA (2 Corintios 4,13-5,1)

«Nosotros creemos y por eso hablamos», para Pablo Jesús no es solo una idea o un conocimiento adquirido, todo lo contrario, es una experiencia de vida. Pablo se ha encontrado con Jesucristo en su camino a Damasco y ese encuentro lo ha transformado. A partir de ese momento una profunda amistad irá creciendo entre el “perseguidor” y el “perseguido”, “perseguidor” que ahora se convertirá en un decidido “seguidor”. Esta es la fuerza de Pablo, desde aquí brota toda su actividad, no se trata de llevar un mensaje recibido sino la transmisión de los que Jesucristo ha hecho en su vida. La fe no puede reducirse a un conjunto de proposiciones doctrinales porque eso no vincula. Solo la relación con una persona, Jesucristo, tiene la fuerza para comprometer todo lo que somos y tenemos.

EVANGELIO (Marcos 3,20-35)

«El que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno», el “malo” se esfuerza por hacernos creer que el plan de Dios ha fallado y que definitivamente el mal va ganando e imponiéndose en el mundo. Lo peor de todo es cuando el cristiano lo cree porque es precisamente cuando dejamos de luchar, y nos dejamos llevar por la corriente. Al final, el miedo al mal nos paraliza y nos impide reaccionar para posteriormente acostumbrarnos al mal y terminar cooperando de una o de muchas maneras para promoverlo. La blasfemia contra el Espíritu Santo es precisamente esta trampa donde el “malo” nos engaña y nos convierte en promotores de esta mentira. El mal puede ser muy grande, sin embargo, en el corazón del hombre anida el bien, esto nos permite recobrar el optimismo pues significa que si bien es cierto el hombre ha perdido la confianza en el hombre, Dios aún confía en su creatura predilecta. Del corazón del hombre pueden brotar las peores atrocidades, pero también se puede generar la entrega más generosa y el sacrificio más grande que pueda existir. No podemos ser simples espectadores contemplando como el mal va ocupando mayores espacios, es cierto que quizá no podemos hacer grandes cosas, pero si podemos comprometernos a hacer el bien en los pequeños acontecimientos de nuestra vida, a fin de cuentas, son esas pequeñas iniciativas las que terminarán por realizar el cambio.

Pbro. Luis Alfonso Verdugo Martínez

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