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No sé si usted, demoscópica lectora, encuestador lector, pertenezca a ese 90 por ciento de los mexicanos que nunca han sido consultados para documentar ejercicios estadísticos que dan por hecho el cocimiento del arroz.

 

Ayer por la tarde recibí una llamada del dirigente estatal del PRI, Gilberto Gutiérrez Sánchez, que seguramente regresaba de Cajeme, donde José Antonio Meade cerró su campaña presidencial en Sonora, y me puso al teléfono nada más y nada menos que al mismísimo candidato.

 

Hablaba sólo para saludar, porque la primera vez que vino a Sonora aún no era candidato y nos echamos unos tacos de cabeza con El Chino del bulevar Morelos y quedó de reportarse luego. Ayer lo hizo.

 

Se le notaba amable y seguro, como si no fuera en el tercer lugar en la mayoría de las encuestas. Claro, venía emocionado porque su gira por Navojoa y Etchojoa, cerrando con un evento masivo en Ciudad Obregón, fue un éxito.

 

Claro, está en Sonora, uno de los pocos estados donde la marejada morena tiene un dique en la legitimidad de un gobierno como el de Claudia Pavlovich que, a diferencia de otros estados, ha rendido buenas cuentas y de alguna manera apuntala las campañas de sus candidatos al senado, en alcaldías y distritos, para no sucumbir ante el tsunami tan anunciado.

 

Le pregunté por ese tema. Cómo se sentía frente a lo que se está dando como un hecho: el triunfo de Andrés Manuel y de Morena en el país.

 

Me dijo que eso no iba a suceder. Que la decisión de la mayoría de los mexicanos sería tomada el próximo uno de julio y que esa es la única encuesta que vale.

 

Eso fue lo que me dijo y desde luego usted, como siempre, tiene la mejor opinión.

 

Yo me quedo con el detalle de una llamada de alguien que no tenía por qué hacerla, pero la hizo sólo para saludar y recordar que tenemos unos tacos pendientes.

 

Quizás nos los echemos luego, pase lo que pase.

 

II

 

Apenas ayer mencionábamos que el principal atractivo de los debates no reside tanto en las propuestas que las y los candidatos a diversos cargos de elección presenten, toda vez que el formato de estos encuentros difícilmente permitirá que los participantes resuman en uno o dos minutos, algo más que bosquejos sobre sus eventuales políticas públicas.

 

Para bien o para mal, las audiencias están más pendientes de los trapitos sucios que se vayan a sacar los debatientes, el descontón, la puñalada trapera, y siempre habrá la expectación por si alguien logra sacar de sus casillas a cualquiera que no tenga un buen manejo de sus emociones y no controle su ira.

 

Y a veces eso sucede detrás de las cámaras.

 

Al término del debate entre candidatos a la alcaldía de Hermosillo, realizado el pasado miércoles en las instalaciones de Televisa Hermosillo y organizado por el Instituto Estatal Electoral, la candidata de Morena, Célida López volvió a perder los estribos y estuvo a punto de hacer un Pato Zambrano.

 

Como se recordará, Célida abrió fuego contra Ernesto de Lucas, acusándolo de corrupto, y éste le devolvió la cortesía recordándole su estrecha cercanía con el gobernador más corrupto que ha tenido Sonora, Guillermo Padrés, puntualizando que es su candidata. También le recordó algunos negocios sospechosos que involucran a su familia en operaciones inmobiliarias millonarias en Puerto Peñasco.

 

Pues ahí tienen que cuando el Pato de Lucas ya iba de salida la rocaportense lo alcanzó a taconeo limpio, reclamándole airadamente el haber mencionado a su familia en esos asuntos, y quienes estuvieron cerca dan cuenta de que se dejaron oír algunas mentadas de madre.

 

Es natural que en las campañas electorales los ánimos se tensen y las pasiones se desborden al calor de la búsqueda de los votos, pero también es claro que aquellos que aspiren a estar al frente del ejercicio de gobierno, deben tener el temple suficiente y el control de sus emociones bien afinado, porque ya en ese ejercicio se requiere tomar decisiones que impactan a la comunidad, y requieren del corazón caliente, pero la cabeza fría.

 

Y a Célida no se le da muy bien eso. Con Myrna Rea no tiene mucho problema, porque ambas se conocen y de hecho, cuando todavía era panista (hace apenas unos meses), la rocaportense era de las promotoras de la candidatura de la Dama de Hierro.

 

Pero al Charly León, de Movimiento Ciudadano, ni siquiera lo saluda cuando se encuentran, acaso porque este candidato ha sido también muy insistente en definirla como la candidata de Guillermo Padrés, algo que Célida no ha sabido manejar desde aquel encuentro con estudiantes de la UniKino, cuando les echó el caballo encima por las preguntas insistentes acerca de sus visitas a Guillermo Padrés en la cárcel.

 

Luego tuvo aquel arranque en su primer mitin como candidata, cuando amenazó a grito pelado, con partirle la madre a sus adversarios.

 

El asunto va más allá de lo anecdótico o lo tragicómico del vodevil político. Tiene que ver con la estabilidad emocional de quienes aspiran a gobernar la capital del estado.

 

Célida es buena para adjetivar, denostar, cuestionar, burlarse de sus adversarios y al hacerlo, también está involucrando a sus familias, pero es claro que su boca de carretonero no está conectada con sus oídos de señorita.

 

Y estalla muy fácilmente, por lo que ya se le comienza a conocer como Lady Berrinches.

 

El ejercicio de gobierno no necesita hombres y mujeres que tomen decisiones con las vísceras y que en situaciones de tensión, hagan de la rabieta iracunda un recurso para la toma de decisiones.

 

Este parece un buen momento para valorar la propuesta que hizo precisamente el Pato de Lucas desde el inicio de la campaña, en el sentido de ampliar la 3 de 3, a 5 de 5, incorporando a la declaración patrimonial, fiscal y de conflicto de intereses, un examen antidoping y otro sicométrico.

 

No debe tomarse a broma ni a chascarrillo. Los asuntos de Estado son, por definición, serios. Ojo con eso.

 

III

 

Mala experiencia, pésima. Lamentable, lo ocurrido ayer al colega y amigo Guillermo Frescas, que acudió a Soriana Encinas a realizar unas compras y al salir se encontró con la desagradable sorpresa de que su carro se encontraba sostenido en el costado derecho por un tronco, y sin las dos llantas de ese lado.

 

Manos rápidas, entrenadas y sincronizadas se las robaron en unos cuantos minutos, sin que nadie viera nada. La única cámara de vigilancia con que cuenta el estacionamiento de ese supermercado, no sirve. Hay otra cámara en una casa de cambio que opera allí mismo, y están tratando de ver si captó algo.

 

Esto va más allá del compló, la percepción o el sabotaje. La delincuencia está desatada y las autoridades siguen sin dar pie con bola. ¿Y saben qué es lo peor? La poca expectativa de que la situación mejore, independientemente de quién gane la elección del 1 de julio.

 

Los gobiernos en ejercicio no han podido, y los que quieren llegar al gobierno, algunos ya probaron que tampoco pueden y otros, los que no lo han ejercido, tienen la ventaja de que pueden criticar todo, pero no se han probado en la práctica y ya habrán de hacerlo algún día, para ver si realmente pueden.

 

Qué triste.

 

 

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