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Julio Verne diseñó un viaje al centro de la Tierra imaginando que el mayor obstáculo sería el calor que desprende el magma ardiente bajo nuestros pies. En ocasiones las historias que creemos ficción resultan verdaderas, para muestra está el desierto de Karakum, a unos 300 kilómetros de Adjaba, la capital de Turkmenistán, en donde el fuego arde desde hace más de cuatro décadas: un pequeño accidente (pozo) que debía subsanarse en días, derivó en un desastre que tiene vigencia en nuestros días.

El pozo de Darvaza, un error humano

Todo dio inicio en 1971, cuando un grupo de geólogos rusos exploraron la zona del desierto de Karakum en Turkmenistán. Lo que en realidad buscaban eran campos petrolíferos. Aunque no existe un informe oficial sobre los eventos que ocurrieron, la historia cuenta que durante la exploración inicial los geólogos estaban tan contentos por todo el hidrocarburo que encontrarían que no pensaron en las consecuencias.

De esta manera, decidieron perforar justo sobre un área cavernosa, una cueva natural que incluía un resquicio (abertura pequeña) de gas natural que finalmente cedió. Como resultado de ello, el desmoronamiento del suelo se llevó consigo todo el equipo de perforación con el que contaban, creando un enorme sumidero de más de 60 metros de diámetro y 30 metros de profundidad.

No hubo muertos, pero del hoyo que crearon salía gas natural, el cual está compuesto principalmente de metano ––un gas inodoro que aunque no es tóxico puede desplazar el oxígeno y hacerlo más fácil de respirar cuando alguien está cerca––.

¿Qué hicieron los geólogos rusos?

Asustados de que los gases tóxicos provenientes de la fuga de metano convirtieran en inhabitable los alrededores, los ingenieros hicieron lo que suele hacerse cuando el gas brota: prenderle fuego y quemarlo. En unas semanas, como mucho, el fuego se extinguiría cuando el yacimiento de gas hallado por error se consumiera.

Lamentablemente, sus cálculos no fueron del todo afortunados, porque el cráter sigue encendido desde 1971 y lleva así 47 años.

© Tormod Sandtorv

Espectáculo turístico

Pese a que el pozo de Darvaza no es obra de la naturaleza, se encuentra en una región de difícil acceso por sus restricciones burocráticas para visitar la zona. Sin embargo, la “puerta del infierno”, como la gente lo llama, es una atracción turística que por la noches se muestra en todo su esplendor.

De todas formas, el intenso calor que emana del cráter solo permite aproximarse a sus bordes durante escasos minutos, hasta que la temperatura se vuelve insoportable.

En mayo de 2015, el explorador canadiense George Kourounis se convirtió en la primera persona en descender (con un traje térmico) al fondo del pozo de Darvaza. El hombre comprobó a través de muestras del suelo que existen organismos viviendo a más de 400 grados.

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