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El destape de José Antonio Meade como virtual candidato del PRI a la presidencia de la República marca el arranque de las campañas electorales y perfila una eventual alianza de facto entre el tricolor y esa facción del panismo anti anayista que encabezan Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala.

 

Las reacciones de los llamados “senadores calderonistas” frente al destape, elogiando al ex secretario de Hacienda y ex compañero suyo en el gabinete de Calderón, calificándolo como “el mejor candidato del PRI” despeja las dudas que quedaban a propósito de la reedición del pacto 2012 que permitió el regreso del PRI a Los Pinos con Enrique Peña Nieto, cerrándole el paso a Andrés Manuel López Obrador

 

¿Por qué fue Meade y no otro? Eso sólo lo sabe el presidente Peña Nieto, su círculo más cercano, así como algunos de los más poderosos capitanes del sector empresarial, con quienes seguramente se cabildeó la decisión. Coincido con quienes sostienen que la misma, aunque haya sido tomada en la soledad del despacho presidencial, tuvo que considerar las opiniones de otros actores de poder, real y fáctico.

 

Y como uno no es actor de poder, real ni fáctico, pues sólo nos queda especular sobre los motivos que llevaron a Peña Nieto a destapar a Meade, y no a Osorio Chong, José Narro o Aurelio Nuño, que eran los más mencionados entre los posibles candidatos.

 

No tengo ninguna duda de que, al igual que en 2006 y 2012, el candidato a vencer se llama Andrés Manuel López Obrador, y que el PRI no podría hacerlo solo con aliados como el PVEM o el PANAL; tendría que postular, además, a un candidato que concitara el interés de un sector conservador mayoritariamente agrupado en torno al PAN, y al que no termina de convencer el frente que ese partido ha constituido con el PRD y MC, y que coinciden en la vieja tesis de que el Peje es un peligro para México, abstracción hecha de lo peligroso que ha resultado para millones de mexicanos la alternancia de dos en los últimos 17 años.

 

Meade, que lo mismo trabajó con Fox que con Calderón o con Peña Nieto, que no tiene militancia en el PRI y que presume una sólida formación académica y en el servicio público, sin estar ligado a escándalos de corrupción, tiene, adicionalmente, un perfil atractivo para muchos panistas que, desencantados de ese frente que no termina por cuajar y de la predecible imposición de Ricardo Anaya como candidato, preferirían una apuesta más segura para frenar al Peje.

 

Mucho se ha hablado del ritual inmemorial del destape en el PRI. El dedazo como método de la ortodoxia tricolor, la espectacular cargada que vimos ayer en redes sociales y los cuestionamientos sobre la democracia interna del partido en el gobierno.

 

Como en los viejos tiempos, el PRI sacó sus mejores modelitos vintage para el protocolo del destape: el apoyo irrestricto e incondicional de sectores y organizaciones; el espaldarazo de líderes como el de la CTM, el veteranísimo Carlos Aceves, hablando del nuevo PRI desde su silla de ruedas; la exaltación de las virtudes del precandidato, la cargada ruidosa y sin ambages ni recovecos.

 

También silencios que hacen ruido, como el de Manlio Fabio Beltrones.

 

Lo cierto es que en las otras trincheras no hacen malos quesos. En Morena, el candidato será el Peje porque así está decidido por él mismo desde hace 20 años, y la encuesta anunciada es una mera comedia. En el Frente PAN-PRD-MC (donde ya declinó participar el PANAL), todo apunta a que la candidatura recaerá en Ricardo Anaya.

 

Y eso, más que una señal de fortalecimiento y unidad en el Frente, provocará fisuras, deserciones y hasta alguna desbandada no sólo de perredistas que quisieran ver a Miguel Ángel Mancera como candidato, también de no pocos panistas que no ven en el joven político blanquiazul un gallo con espolones suficientes para asegurar el triunfo.

 

Y si la premisa común es detener nuevamente al tabasqueño, puestos a escoger entre Meade, que traerá todo el aparato de Estado para apuntalar su campaña, y Anaya, que no garantiza la unidad ni el triunfo, o Margarita Zavala, que eventualmente podría correrse hacia una declinación a favor de Meade, alegando el “voto útil”, podríamos estar frente a un derrumbe del llamado Frente Ciudadano por México.

 

Hay que recordar que el PRI viene de ganar la elección en el Estado de México, después de perder casi todas las gubernaturas en disputa un año antes. Y el triunfo en la tierra del presidente se lo llevó sin contemplaciones y sin pudor alguno a la hora de sacar el amplísimo catálogo de triquiñuelas y mapacherías en las que han sido imitados, pero jamás igualados.

 

La moneda está, pues, en el aire. A siete meses de la elección, todavía nos falta ver muchísimas cosas.

 

II

 

Fuerte, el discurso de la gobernadora Claudia Pavlovich ayer, al recibir el reconocimiento como la mujer del año 2017, puntualizando las tareas de construcción de una nueva narrativa para que cuando se hable de Sonora, no se aluda sólo a los escándalos de corrupción.

 

Que se hable, dijo de los logros alcanzados en materia de transparencia, generación de empleos, equidad de género e inclusión de las mujeres en mayores espacios de participación social y política.

 

La gobernadora fue distinguida con este galardón que sólo han obtenido 56 mujeres en la historia del país, de diversa militancia política y campos de trabajo, por parte del patronato nacional que organiza este evento, al que asistieron diputados y senadores, así como diversas personalidades de primer nivel en la política del país.

 

Frente a ellos, la gobernadora habló de lo indispensable que ha resultado su familia y las mujeres que han abierto brecha para que otras mujeres anden estos caminos de la vida pública.

 

Los reconocimientos no son para guardarlos, son para recordarnos cada día las responsabilidades que tenemos, y que en Sonora se han materializado en premios a la innovación y la transparencia; en una ley que garantiza la paridad en candidaturas para hombres y mujeres; en mejores políticas con perspectiva de género.

 

Esto nos ha valido pasar de los últimos lugares, a los primeros seis en materia de crecimiento económico, y al tercero entre los estados con menos observaciones de los organismos fiscalizadores de las cuentas públicas.

 

Esta, puntualizó, es la nueva narrativa de Sonora, y no la de los escándalos de corrupción de los que aún siguen presentándose secuelas.

 

 

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