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Inevitable hacer algunos apuntes sobre el debate que ayer protagonizaron las tres fórmulas al senado de la República, en el entendido, como siempre, de que la polemista lectora, el retórico lector, tendrán sus propias impresiones y habrán arribado a sus propias conclusiones.

 

De entrada, hay que apuntar que las protagonistas centrales de este encuentro fueron las mujeres.

 

Ignoro quiénes son los asesores de imagen de Lilly Téllez, pero vestirla de luto no pareció ser la mejor de las ideas, mucho menos para enmarcar un rostro demacrado y con maquillaje sombrío, medio dark, al que tampoco le ayudó mucho la actitud. La candidata de Morena lució agresiva, enojada, su expresión corporal con los brazos en jarras a veces, dificultaba la conexión con la audiencia. Antes bien, generaba cierta sensación de rechazo. Ciertamente en este tipo de eventos se trata de generar emociones, pero el odio no es precisamente el que más empatía produce.

 

La candidata del frente que encabeza el PAN, Leticia Cuesta pudo aprovechar más su experiencia en temas de transparencia y rendición de cuentas que le dio su paso por la ONG Sonora Ciudadana, pero también prefirió subirse al ring, para constatar que no es lo mismo la lucha desde la trinchera ciudadana, a echarse a cuestas la defensa de una marca indefendible como es el panismo padrecista.

 

O entrarle al callejón de los madrazos, donde lo mismo se da que se recibe. En el tema de salud y seguridad social, por ejemplo, es bastante complicado esbozar propuestas desde la inocultable realidad del desastre que en ese sector dejó el doctor Bernardo Campillo, pero además, la candidata del PRI le propinó severo gancho al hígado al recordarle que estaba descalificada para hablar de seguridad social, cuando tiene demandas del personal de Sonora Ciudadana por negarles ese derecho.

 

A la candidata del PRI creo que la minimizamos todos. Era, porque esa versión la escuché repetidamente de varios actores de la cosa pública, el pollito que se iban a cenar los lobos. Resultó lo contrario. Capitalizó muy bien el fuego cruzado entre el resto de los candidatos, para hacer aportaciones con propuestas. Y cuando quiso responder ataques, se fajó con temple y hasta mostró una faceta de sarcasmo que tenía escondida, o al menos que no se le conocía públicamente.

 

Los varones tuvieron un perfil más bajo. Alfonso Durazo se perdió en generalidades propias del discurso pejista que asume a Morena como el único proyecto con autoridad moral para combatir la corrupción y sacar al país de la crisis; el Toñito Astiazarán estuvo más ocupado capeando el temporal de cachetadas virtuales que le cayeron por todos lados, especialmente por el lado de Lilly Téllez, pero también desde el flanco priista donde le reclamaron lo rápido que había aprendido las mañas del PAN.

 

El Toñito fue el pushing bag de este debate, algo que todavía no entiendo bien, si, como aparece en todas las encuestas, es el candidato más alejado en el tercer lugar, pero a juzgar por la cantidad de madrazos que le propinaron, pareciera que va en el primero.

 

A menos que, como dejaron entrever en algunos comentarios en redes sociales, los morenistas le cargaron la mano para tocar sólo tangencialmente a los priistas, lo cual tampoco entiendo muy bien.

 

A los candidatos del PRI les pesa mucho, desde luego, la marca a nivel nacional y los casos de corrupción que han marcado el sexenio de Enrique Peña Nieto, un flanco que sus opositores aprovecharon bien a la hora de atacarlos.

 

Sin embargo, iban bien preparados para no engancharse en esos temas y aguantaron a pie firme, especialmente el Maloro Acosta, que no se despegó del guion y pudo capear el temporal, centrándose en las propuestas.

 

Sería muy largo enumerar aquí la cantidad de veces que chocaron los candidatos en el toma y daca de ataques, algunos fundados, otros no tanto pero con efectos importantes como impacto mediático. También sería largo abundar sobre las propuestas presentadas, y además un tanto ocioso, considerando que, aunque todo mundo dice que eso es lo más importante, la expectación principal se centra en lo otro, en la colección de trapos sucios que se sacan, las acusaciones, las advertencias y demás.

 

En general, todos los candidatos se vieron bastante parcos durante la primera mitad del encuentro; sin conectar mucho con la audiencia, leyendo sus guiones con actitud y acento inexpresivo; a veces nerviosos frente a las cámaras, incluso Lilly y Lety que acreditan más experiencia en medios, en varios momentos proyectaron mucha inseguridad.

 

En desempeño escénico, me parece que el mejor fue Antonio Astiazarán, que nunca perdió el temple ni la sonrisa a pesar de que fue el más atacado. El Toñito mostró su largo colmillo en esos menesteres. Alfonso Durazo, el que pasó más desapercibido, atrincherado en el discurso contra la mafia del poder y otros lugares comunes.

 

Lilly Téllez, la más arrojada y combativa; Leticia Cuesta demasiado recurrente sobre la ponderación de su carácter de ciudadana libre, que sigue sonando poco convincente cuando se lanza desde la trinchera de un frente partidista.

 

Lo peor de todo el debate: el formato, pero sobre todo la improvisación de los moderadores a quienes se les enredó la piola en muchas ocasiones y a veces parecían ser como esos invitados al funeral que quieren ser más importantes que el muerto.

 

De por sí los tiempos para las participaciones, las réplicas y contrarréplicas fueron muy limitados, es muy evidente que en este tipo de ejercicios es indispensable un ensayo previo para evitar todo ese desorden que vimos.

 

Concluyo diciendo que lo aquí expresado es lo que yo vi, y que como siempre, cada espectador puede tener opiniones coincidentes o divergentes, sin que eso implique motivos para llevar más allá del intercambio de opiniones en un marco de civilidad y respeto, que es lo que suelen pedir las audiencias, aunque a veces esas audiencias se apasionan más que los propios debatientes.

 

Dejen que todo fluya y vayan a las urnas con sus convicciones bien resguardadas en la secrecía y libertad de sus votos. Finalmente de eso se trata la democracia.

 

II

 

Por fin, desde anoche se encuentra en Hermosillo el candidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya, para desahogar una agenda de dos eventos este jueves.

 

El primero será una conferencia de prensa a las nueve de la mañana en conocido hotel del norte de la ciudad, y a las 12:00 horas tendrá un encuentro con militantes y simpatizantes en el gimnasio de la Unison.

 

Anaya vendrá a mostrar el músculo que trae en esta contienda, y llega en un momento que no parece el mejor para el panismo sonorense, al que buscará inyectarle ánimos para levantarse de ese tercer lugar en el que lo ubican todas las encuestas.

 

Estaremos reportando desde el lugar de los hechos.

 

III

 

Y como de todo hay en la viña del señor, en esta democracia tan a la mexicana también comienzan a aparecer las campañas negras. En estos días circula un video en el que se le van a la yugular al candidato de la coalición Todos somos México a la alcaldía de Hermosillo, Ernesto “El Pato” de Lucas.

 

Como puntero en las encuestas, también es normal que a dos días de que inicien las campañas de candidatos locales, abran fuego en su contra. En el video de marras se alude a un presunto diferendo de El Pato con Peña Nieto que desembocó en la salida de éste de ProMéxico, lo cual no se explica bien, pues inmediatamente el gobierno federal lo nombró director del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, donde por cierto el palmípedo candidato a la alcaldía incrementó sus relaciones con personajes clave de la política en el vecino país, especialmente en el área de seguridad, lo que ha aprovechado muy bien para articular propuestas que ya ha perfilado y que pronto conoceremos más a fondo.

 

Hay que recordar que esa campaña le fue orquestada al Pato en el sexenio de Guillermo Padrés, quien públicamente declaró que el hoy candidato a la alcaldía era su principal enemigo. Lo que sucedió ya todos lo saben: Padrés está en la cárcel por corrupto, y el Pato encabeza las encuestas por la alcaldía.

 

También se le acusa por la falta de pago a maestros cuando fue secretario de Educación, aludiendo a uso indebido de recursos. Pero resulta que en su momento, la propia coordinadora nacional de servicio profesional docente, Ana María Aceves Estrada manifestó que esa situación se dio por problemas con el Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa y Gasto Operativo a nivel federal. O sea, no era un tema de la SEC, sino de la SEP.

 

Pero bueno, se entiende que al puntero siempre le van a tupir y eso es lo que está pasando. Nada fuera de lo común. Ni siquiera el hecho de que a ese pato no le han arrancado ni una pluma.

 

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