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Durante los últimos meses se ha jugado mucho con la posibilidad de que en Sonora se integre una especie de frente amplio entre las fuerzas opositoras a Morena, como la única vía para derrotar a esa fuerza emergente que en 2018 los barrió en las urnas.

La frialdad de los números indica sin embargo, que en estos momentos la sumatoria de todas esas fuerzas se acercaría siquiera a un empate técnico.

Y si en lo aritmético aparece complicado, en lo político más.

Este año será clave en los procesos internos de cada uno de esos partidos para perfilar y hasta definir sus candidaturas, lo que de suyo entraña jaloneos que eventualmente pueden derivar en rupturas, desprendimientos y renuncias. 

Eso sin contar que hasta el momento, nadie ha comenzado a ‘arrastrar el lápiz’ -o al menos no se tiene noticia de ello-, para perfilar una plataforma común en la que pudieran coincidir, más allá del pragmatismo electoral donde la única causa que los uniría es la derrota del de enfrente, pero no las tesis programáticas que darían sustento a sus propuestas de gobierno.

Podrán alegar que Morena lo hizo, sumando liderazgos de un espectro que va de la ultra izquierda hasta la ultraderecha, pasando por sectores, gremios y organizaciones de corte moderado. Pero eso, además de que le llevó al menos 18 años y dos intentos sexenales fallidos construirlo, es hoy uno de los factores que más dificultan el avance de la llamada Cuarta Transformación en las tareas de gobernanza.

Ya sea por las suspicacias, ya sea por la franca desconfianza que tanto al exterior como al interior de Morena despiertan ciertos liderazgos a quienes las aguas del Macuspana no alcanzaron a lavarles todos los pecados de sus tortuosos pasados, pero es claro que en el gabinete, en las cámaras y en el propio partido eso ha generado contradicciones que ni el propio presidente y su desmedido poder ha podido resolver.

Imaginemos ahora, en el terreno de lo local, la forma que adquiriría ese frente amplio opositor a Morena. Comencemos por las dos principales fuerzas políticas: el PRI y el PAN. 

Aunque hay corrientes en cada uno de esos partidos que plantean la posibilidad de una alianza formal, en la que sus logos aparezcan juntos en la boleta electoral, hay otras que ven en ello un arsenal listo para que desde el otro lado les disparen todas las confirmaciones de que, efectivamente estuvieron juntos durante las últimas décadas del periodo neoliberal, en una alianza hasta entonces de facto que fue precisamente contra la que votaron 30 millones de mexicanos en 2018.

Otro escollo a sortear sería la definición de su candidato a la gubernatura. En primera instancia, el que aparece mejor posicionado es el priista Ernesto Gándara quien, independientemente de las simpatías o antipatías que despierte en la casta dirigente del PAN, conserva fuerte ascendencia entre los votantes blanquiazules que ya en una ocasión contribuyeron para ganar la alcaldía de Hermosillo.

Ojo: no estamos hablando de los militantes del PAN, cuyo padrón es hoy por hoy irrelevante, sino de aquellos que por tradición, por afinidad, por coyuntura o por su antipriismo, votaban por el blanquiazul y que en 2018 encontraron en Morena una tercera vía para ejercer su derecho a elegir, con lo que descubrieron el voto libre. De la evaluación que hagan sobre lo sucedido en estos dos años, podrían reconsiderar el sentido de su voto, y sobre todo, la pertinencia de ejercerlo sin diferenciarlo.

Lo anterior también aplica, casi como copia al carbón para los priistas.

Por cierto, el en PAN aparecen como mejor posicionados Antonio Astiazarán y Javier Gándara Magaña, pero falta ver la capacidad de operación del dirigente estatal, Ernesto Munro, para meter a su hijo en la pelea. Y falta ver, sobre todo, qué tanto consenso genere eso entre las huestes blanquiazules.

Veamos ahora lo que sucede en Movimiento Ciudadano, una fuerza política que en los últimos dos procesos electorales registró mayor crecimiento, pero que hoy enfrenta una situación inesperada. La aparición de Ricardo Bours Castelo como el precandidato a la gubernatura palomeado, según sus propias palabras por tres de los cinco personajes que toman las decisiones en el comité nacional de ese partido, ha generado un cisma cuyas reverberaciones todavía no aparecen con toda claridad.

María Dolores del Río, una ex panista que hasta hace poco aparecía como el liderazgo indiscutible en Sonora, no está nada contenta con ese nuevo escenario. 

Ayer crucé unas cuantas palabras con la maestra Rosa Elena Trujillo, uno de los cuadros más visibles en el equipo de la ex alcaldesa de Hermosillo y créanlo, esas palabras no fueron nada amables hacia el empresario cajemense que, palabras más palabras menos, declaró horas antes que el candidato sería él, que María Dolores tenía derecho al pataleo, pero que tenía que sumarse.

(Pausa comercial: este viernes de una a tres de la tarde, tendremos en la cabina de la Red 93.3, desde el bello y aromático puerto de Guaymas a Ricardo Bours, para charlar largo y tendido sobre este tema).

Por el lado del PRD (o lo que queda de él), al menos dos liderazgos han aparecido recientemente en conversaciones con el empresario cajemense. Miguel Ángel Armenta, el dirigente estatal, y Jesús Zambrano Grijalva, que ya podría considerarse líder histórico del perredismo en Sonora y por lo tanto a quien podría endosarse el impresionante ascenso del PRD a finales de los 90, y la pérdida del registro en 2018.

El PANAL y el PVEM en Sonora siguen inmersos en un ‘trilema’. Si hasta hace poco alternaban sus querencias entre el PRI y el PAN, a partir de 2018 también tienen en Morena una tercera vía que les puede resultar más redituable en todos los sentidos y sus liderazgos locales lo saben.

El PT y el PES, con ser aliados de Morena, también podrían tener sus reconsideraciones en el ámbito estatal.

En este contexto, la posibilidad del TUCOM en Sonora aparece como lo más deseable para las fuerzas opositoras a Morena, pero también como el camino más difícil de remontar. La fragmentación del voto opositor, así, tendría a los morenistas con una sonrisa de oreja a oreja.

Con un agregado: en Morena comienza a permear la idea, a la luz de la experiencia de estos dos años, de que ni siquiera es tan importante la mayoría en el Congreso local, o el triunfo en las principales alcaldías. 

Van por el gobierno del estado. Desde allí, sostienen, se concentra el poder suficiente para controlar al Poder Legislativo y al Judicial. 

Y en esa canasta pondrán todos sus huevos. 

II

En otro orden de ideas, ayer se llevó a cabo la asamblea nacional de la CNC, en la que participó en su calidad de consejera la dirigente del sindicato Salvador Alvarado, Iris Sánchez Chiu.

Como suele suceder en esos casos, la mesa que más llamó la atención fue la que ocupó el dirigente nacional de esa organización campesina, Ismael Hernández Deras, que estuvo flanqueado por el ex alcalde de Hermosillo Ernesto Gándara Camou y la hija del recordado Trinidad Sánchez Leyva.

De lo que hablaron, por supuesto, fue de política. Y tal vez de la renovación de la dirigencia del PRI municipal, donde el nombre de Iris Sánchez está sonando cada vez más fuerte. 

Claro, sería la rifa del tigre y la prueba de fuego para Iris Sánchez, en las condiciones en que se encuentra actualmente el tricolor en Hermosillo.

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