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Épico, el culatazo que le dieron las benditas redes sociales a uno de los principales propagandistas de la cuarta transformación, el productor de televisión Epigmenio Ibarra, a quien se le ocurrió lanzar en Twitter una encuesta para medir la aprobación del gobierno federal en sus primeros 100 días.

Fue vapuleado. Más del 70 por ciento lo reprobaron. Ciertamente, las encuestas tuiteras no son las más confiables, considerando las muchas y muy variadas formas de incidir en ellas mediante cuentas troll, pero fundamentalmente con miles de bots automatizados, que de uno y otro lado se utilizan sin decoro ni medida.

El asunto quizás hubiera pasado desapercibido y no habría rebasado lo anecdótico del bullying tuitero, pero el propio Ibarra se encargó de magnificarlo acusando a Vicente Fox, a Felipe Calderón, a Joaquín López Dóriga y a la derecha neofascista de haber bombardeado su encuesta con votos en contra.

Claro que pudo suceder. No es raro y él lo sabe, porque si alguien conoce esos mecanismos para manipular ejercicios demoscópicos en las redes sociales son precisamente los propagandistas de la cuarta transformación, que alcanzaron su grado de master durante el pasado proceso electoral.

Lo significativo del caso es que esta vez, al parecer dejaron solo al señor Ibarra y en vez de quedar bien con su jefe, lo hizo aparecer de lo peor.

Insisto: no es una encuesta tuitera la que nos acercaría más a una evaluación seria de los primeros cien días del lópezobradorismo. Para ello se han realizado ejercicios más metódicos y profesionales, en los que el presidente sigue conservando altísimos niveles de aprobación, con el apunte de que ésta se basa más en la bondad de sus intenciones, que en el resultado de sus acciones.

Y si a un tipo tan avezado como Epigmenio Ibarra se le revierte un ejercicio de esta naturaleza, no es de extrañar que a otros, ya en el terreno de lo local y más improvisados (y pretendidos) “influencers”, el tiro les salga por la culata.

Algunas cuentas troll difundieron ayer una fotografía de un recibo de agua al lado de un volante de Morena, invitando a una reunión para formar comités vecinales. En el caso de la imagen, en la colonia Bachoco.

Acusaban a Agua de Hermosillo de utilizar recursos públicos para entregar esa propaganda partidista. La campaña fue tan burda que duró poco. Nadie se la creyó y, solo algunas cuentas interesadas se sumaron al retuiteo.

Pero en cambio, sirvió para informar que Morena está muy lejos de haberse quedado con los brazos cruzados una vez que ganaron el gobierno, y están trabajando en la organización territorial con miras a la siguiente elección. Y los priistas, que evidentemente estuvieron detrás de esta campaña, les ayudan, involuntariamente quiero creer, a propagar sus tareas de organización.

Otro típico caso en el que por quedar bien, quedan mal.

Algo similar pasa en el proceso electivo para presidente de la UGRS; donde los seguidores de Daniel Baranzini insisten en una campaña de descalificación hacia el actual presidente Hector Platt Martínez, aludiendo a su cercanía con las autoridades estatales, contrastando esto con una supuesta cercanía de Baranzini con el presidente de la República y otros funcionarios del gobierno federal.

Si la demanda inicial de los baranizinistas era despolitizar esta elección, a estas alturas y quizás después de ver la asamblea local en Banámichi donde coincidieron 61 de los 97 delegados que votarán en la asamblea general, lanzaron una campaña con veladas amenazas hacia dichos delegados, en el sentido de que si continúan apoyando a Platt, podrían quedarse fuera de los apoyos federales que presuntamente les garantizaría la cercanía de Baranzini con Morena.

El tema entró pues, en la ruta de la politización, o mejor dicho, la partidización, y podría ser otro tiro que les salga por la culata, porque mientras eso sucede, Platt Martínez sigue recorriendo las asociaciones locales, procurando acercamiento con los delegados, incluso aquellos que han manifestado estar a favor de su contrincante, o tienen un voto indeciso.

Ya se verá.

II

No sale de una cuando ya está en otra. Mal sino persigue al diputado petista Siri Salido, un ex boxeador que llegó al Congreso arrastrado por el voto “chorreado” de los cajemenses a favor de la coalición Juntos haremos historia.

Al modo, nada importó. Ni siquiera que unos días antes de la elección, el ex pugilista, amanecido de una larga juerga se llevara a la fuerza una dotación completa de cervezas para seguir la fiesta, desde una tienda de autoservicio y antes del horario establecido para la venta de esas bebidas. El caso fue muy sonado, pero no le costó un solo voto.

Ya como diputado, se vio envuelto en un escándalo por violencia intrafamiliar al golpear a su esposa.

Y el viernes pasado, en pleno Día Internacional de la Mujer, su pareja sentimental promovió una nueva querella por violencia intrafamiliar y lo que resulte, acusando al diputado de agredirla en su propio domicilio.

No abundan las voces que alertan sobre el peligro que representa este legislador, ni siquiera entre las mujeres de la coalición, tan propensas a reivindicar las causas de género.

Más aún: ayer domingo se vio al diputado montando brioso corcel al lado de la comisionada nacional del deporte, Ana Gabriela Guevara, su segundo de a bordo en el partido en Sonora, Ramón Flores y otras personalidades que participaron en la cabalgata anual denominada, paradójicamente, “Con aroma de mujer”, que recorre el camino de Bácum a Cócorit.

Las damas se hicieron acompañar a unos 50 vaqueros que, de acuerdo con el anunciador, fueron presentados como “vigilantes”. Entre ellos también iba el diputado morenista Raúl “Pollo” Castelo.

Cosas veredes.

III

La deuda con la zona rural oriente de Hermosillo sigue siendo grande y añeja. Quienes vivimos en el casco urbano solemos voltear hacia allá sólo para evocar paisajes bucólicos y alguna escapada de fin de semana a degustar comidas y dulces regionales, que por cierto son una suculencia.

Poco nos detenemos a pensar en las condiciones en las que viven sus miles de habitantes en poblados donde la carencia de servicios básicos como agua potable, drenaje y saneamiento es un detonador de enfermedades propias de la precariedad y el olvido.

Zamora, por ejemplo, es un poblado con casi mil 500 habitantes a quienes el progreso les ha llegado a cuentagotas, cuando les ha llegado. Tienen agua potable y electricidad en prácticamente todas las viviendas, pero en la mayoría todavía funcionan los excusados de hoyo porque carecen de drenaje.

Esa demanda ha sido planteada desde siempre, pero por alguna u otra razón no se ha cumplido. Desde 2003 las exigencias de la población de Zamora subieron de tono, y aunque la entonces alcaldesa María Dolores del Río reconoció, y sigue reconociendo que el problema sigue siendo el principal, nada se hizo por resolverlo. De hecho, en 2015 cuando intentó regresar a la alcaldía llegó con esa promesa. No le creyeron. Pasaron las administraciones de Javier Gándara y Alejandro López Caballero y nada se resolvió.

También lo prometió el Maloro Acosta en 2015, que triunfó en esa elección, pero dos años después, en 2017 los vecinos le organizaron un plantón con pancartas en las que se leía “Queremos que Maloro cumpla las promesas de campaña. La palabra vale”. Los vecinos bloquearon la carretera y los conformaron con la instalación de una mesa de diálogo que, como suele ocurrir con toda mesa de diálogo que se respete, no llegó a ningún lado.

El sábado pasado, la alcaldesa Célida López anunció una inversión de 20 millones de pesos para construir un sistema de drenaje y saneamiento de aguas residuales en Zamora. Esos recursos ya están aprobados y la obra comenzará en breve. La justicia se asoma como el sol, por el oriente.

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