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Estamos a diez días de cumplirse los primeros cien del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. 

Demasiado pronto, sostienen algunos, para hacer una evaluación toda vez que gran parte de los cambios impulsados tienen una proyección de largo plazo que difícilmente arroja en este lapso inicial, elementos que permitan ir más allá de un debate sobre ideologizado, reduccionista y atizado con el fuego de la coyuntura diaria.

Tres o cuatro grandes proyectos de infraestructura que se llevaron una significativa tajada del presupuesto federal siguen siendo apenas bosquejos con destino incierto: el tren Maya, la refinería, el tren transítsmico y la siembra de un millón de hectáreas en el sureste mexicano con frutales y maderables ni siquiera comienzan, pero ya jalaron la cobija presupuestal, dejando a muchos estados de la República, sobre todo en el norte y noroeste, con serios recortes que sin duda impactarán en los planes de gobierno estatales para este año.

A Sonora dejarán de llegarle unos mil 600 millones de pesos por este motivo.

Los programas del bienestar, que en conjunto representan una cantidad monumental pero aún no precisada con exactitud tampoco han comenzado a funcionar del todo, básicamente porque el nuevo gobierno está muy ocupado en el replanteamiento de las reglas de operación, ya que las anteriores propiciaban una tremenda fuga de recursos por el caño de la corrupción.

El dinero que se entregará a madres solteras, adultos mayores, jóvenes construyendo el futuro (mejor conocidos como ninis); créditos a la palabra para pequeños y medianos productores agropecuarios, personas con discapacidad entre otros, no terminan de fluir con normalidad (y algunos ni siquiera comienzan) porque nadie conoce bien a bien las nuevas reglas de operación.

Sucede lo mismo con otros programas y partidas. Las estancias infantiles de Sedesol, por ejemplo, que están viviendo un drama por la falta de recursos. El fondo minero, que aportaba a Sonora unos mil 200 millones de pesos anuales también tiene las reglas de operación en el limbo y ni el propio representante del gobierno federal, Jorge Taddei supo explicar cómo se rediseñarían. 

La asignación de recursos en el sector educativo también está provocando problemas y por lo pronto ya existen amenazas de paros laborales en 33 planteles del sistema Cobach y otros tantos de Cecytes, porque el presupuesto no federal no llega.

En el caso de las estancias infantiles, la gobernadora Claudia Pavlovich tuvo que responder de urgencia al llamado de los administradores de las 224 que existen en el estado, para prorrogar el pago por revalidación del Programa Interno de Protección Civil. 

Hay que recordar que a raíz de la entrada en vigor de la llamada Ley 5 de junio, producto del doloroso parto después de la tragedia de la Guardería ABC, los requerimientos de seguridad aumentaron y las autoridades de Protección Civil han endurecido sus políticas de supervisión para garantizar la seguridad de casi ocho mil infantes que atienden dichas estancias.

Y como no hay reglas de operación, parece ser que las políticas públicas del gobierno federal las sustituyen con la operación de las reglas a punta de bomberazos y ocurrencias.

El combate al huachicoleo es emblemático. Se cierran los ductos y se genera desabasto, pero el delito no cesa. Explota el ducto en Tlahuelilpan dejando una estela de cien muertos y la respuesta del gobierno federal es pagar hasta ocho mil pesos a los habitantes de las regiones por donde pasa dicho ducto, para que dejen de robar combustible. ¿Cómo y bajo qué criterios se otorgarán esos recursos? No está del todo claro. Se compran pipas en el extranjero, sin licitación, porque la “autoridad moral y la honestidad” la sustituyen y la vuelven innecesaria. 

El desabasto ha terminado, pero el huachicoleo sigue, incluso en Sonora, donde recientemente se enfrentaron presuntas bandas dedicadas a esa actividad dejando un baño de sangre con siete muertos en Bácum.

No parece haber prisa, sin embargo, para establecer las nuevas reglas de operación para ese y muchos otros temas, de manera que la opción es operar las reglas a como vaya saliendo.

De la cancelación del aeropuerto internacional de la Ciudad de México y los 500 millones de pesos que costará este año mantener el avión presidencial en un hangar de Estados Unidos mejor ni hablamos. 

Quiero suponer que en la medida que esas multicitadas reglas de operación se establezcan, las cosas volverán a la normalidad y más aún, todo comenzará a mejorar y la cuarta transformación comenzará su despegue por los despejados cielos del progreso, el bienestar y la renovación moral (por cierto, citada en el suprimido spot de la Secretaría de Turismo, como extraña añoranza del slogan de campaña de Miguel de la Madrid en 1982. Extraña, porque justamente en ese sexenio se ubica el origen del periodo neoliberal tan condenado hoy en día).

Mientras tanto, la ausencia de reglas de operación obliga a operar las reglas “al chilazo”. Cada mañana, el presidente aparece detonando una bomba de humo que impone la agenda mediática del día y que se olvida al día siguiente porque ya soltó otra y los medios estamos allí para seguir ese que parece ser un divertido juego en el que la noticia puede ser hasta el muy humano y terrenal desahogo de una necesidad fisiológica del presidente en el excusado de una gasolinera a la vera de una carretera.

Pero la forma sigue siendo el fondo. Y el fondo se parece mucho a la improvisación y la ineptitud.

La estampa que nos regaló ayer el bello puerto de Guaymas quizás sea la síntesis y el reflejo de lo que está ocurriendo por estos días, en que las cosas se pueden hacer mal, pero estando mal, están bien porque hay “autoridá” moral y “honestidá”, lo que es muy bueno porque si en todo caso las cosas se hacen mal, están bien porque ya no hay “corrupció”.

El ejemplo parece nimio, pero de alguna manera ilustra en lo municipal lo que parece estar ocurriendo en lo federal.

El ayuntamiento que preside Sara Valle mandó balizar y pintar la avenida principal del puerto: la Serdán. Contrató para ese trabajo a una empresa evidentemente “patito” que cerró la rúa en hora pico provocando caos vial. Con equipo y maquinaria quizá baratos pero no al 100, y con personal a todas luces sin experiencia, aquello resultó un manar para los memes. Pintura sobre los baches y grietas, reguero de pintura en líneas más chuecas que un camarón de bahía… 

Pero la intención es buena, no importa que se haga un cochinero, si ese cochinero es con honestidá y buena voluntá. ¿Verdá?

II

Buen detalle el de la gobernadora Claudia Pavlovich al acudir al domicilio de la familia que hace un par de semanas se convirtió en nota nacional cuando a la señora Dalia de Valvidia se le negó la atención en el hospital de esa comunidad al que llegó ya en trabajo de parto, con la fuente reventada.

El tema fue confundido por algunos que cuestionaron más que la falta de atención, la utilización de un garrafón plástico para hacer las veces de un casco cefálico neonatal, que a la postre le salvó la vida a la bebé. 

Pero el tema de fondo fue la insensibilidad de quien le negó la atención médica a la parturienta, no el heroico ingenio de los médicos.

Por ello la gobernadora acudió a Magdalena, por cierto su cuna, para poner en marcha el plan emergente para el sistema de salud, que incluye el protocolo de “Cero rechazo” en todas las áreas de urgencia, para lo cual deberá capacitarse a todo el personal de manera que no vuelva a repetirse un solo caso como el de Dalia.

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