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El ritual de la unción como déjà vu; escenas que se repiten, pasajes que retrotraen vivencias de otro tiempo y otro espacio.

Triunfalismo desbordado entre batucadas y matracas. El abrazo ruidoso, las sonrisas, los saludos, los rostros de ayer que son los de siempre aunque se digan distintos en el aprendizaje de las lecciones que les ha dado la historia y sobre todo, los electores.

Es la sede del PRI estatal, sito en el cruce de las calles Keneddy y Colosio, alegoría fúnebre de la guerra como extensión de la política pero por otros medios, con la diferencia de que en la guerra sólo te matan una vez y en la política, muchas veces.

Sábado por la mañana y como ayer, como el año pasado, como el siglo pasado comienzan a llegar las huestes tricolores al reencuentro consigo mismas y con los otros. Algunos no se habían vuelto a ver desde aquel uno de julio en que les cayeron encima 30 millones de votos para rubricar la crónica de una derrota largamente anunciada.

En el recuento de los daños abunda el examen de motivos: hacia afuera, el alejamiento de las causas populares, el binomio de corrupción e impunidad; hacia dentro, la falta de democracia, el dedazo cupular como método casi infalible para ganar candidaturas y perder elecciones, el divisionismo, la desbandada, la traición, el oportunismo.

Lo sabían antes y lo saben ahora. Lo advertían antes y lo advierten ahora, pero la incógnita sigue siendo se esta vez la voluntad se traducirá en hechos ciertos, si el discurso reformador, renovador, vanguardista, menos institucional y más revolucionario dejará de aludir a quimeras y pasará a nutrir acciones concretas.

Si la estampa de una señora que es triplemente vulnerable: como mujer, como indígena, como eterna habitante de la franja de la pobreza extrema, deja de ser accesorio escenográfico de la parafernalia partidista, con una niña jalándole las faldas y un bebé de brazos agitando su pequeña matraca como origen y destino.

Por lo pronto no parece ser así. La señora y sus niños está en uno de los pasillos del PRI estatal, compartiendo el espacio con la multitud que ya llenó el salón Plutarco Elías Calles, la sala donde han colocado una pantalla para los que no alcanzaron a entrar y el frontispicio de la sede tricolor.

Esperan el arribo de Ernesto de Lucas Hopkins “El Pato”, que en breve habrá de rendir protesta como nuevo dirigente estatal, en sustitución de Gilberto Gutiérrez Sánchez, que como pudo sacó las castañas del fuego en la coyuntura más difícil que se recuerde para su partido.

También vendrá la dirigente nacional, Claudia Ruiz Massieu y la gobernadora del estado Claudia Pavlovich Arellano.

De a poco, comienzan a llegar las figuras importantes, las de ayer que son las de hoy. Ernesto Gándara Camou y Ricardo Bours Castelo acaparan la atención de los medios y de sus seguidores. Normal: son los perfiles más mencionados para abanderar al PRI en la elección para gobernador en 2021.

También llegan los ex gobernadores Samuel Ocaña García, Armando López Nogales y Eduardo Bours Castelo. Alcaldes, ex alcaldes; diputados y ex diputados; senadores y ex senadores. Candidatos derrotados y ganadores, funcionarios de gobierno.

Y así como hay presencias también hay ausencias. No está Manlio Fabio Beltrones ni Maloro Acosta (aunque casi está su ex gabinete en pleno); No está Antonio Astiazarán, otrora infaltable protagonista en estos eventos, y hoy formando filas en el PAN, del que fue candidato externo al senado y hoy hasta se le menciona como su posible candidato a la gubernatura.

Líderes de sectores y organizaciones también pasan lista de presente. Los que siguen firmes en su militancia a prueba de todo, y los que tienen un pie fuera del tricolor.

Como Ariel Burgos Ochoa, sindicalista de Ford Hermosillo y hasta el año pasado cetemista irredento, pero que hoy promueve el capítulo Sonora de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM), un organismo de clara filiación morenista y que, eufemismos aparte, tuvo su más reciente congreso nacional en octubre pasado, en la Villa Charra de Toluca, Estado de México.

En la sede del PRI Sonora no están todos los que son, y quién sabe si todos los que están, son, pero es la hora de la motivación y la catarsis. El reconocimiento de los errores y las arengas motivacionales.

“Nos tumbaron y nos pegaron, sí, pero estamos obligados a pensar distinto y a hacer las cosas de otra manera; no hay que esperar las campañas para salir a buscar el voto de la gente. En el 2021 vamos por la revancha”, grita El Pato de Lucas desde el podio mientras llama a ser más revolucionarios y menos institucionales. “Es tiempo de saber dónde están los guerreros y dónde los oportunistas (…) aquí en este PRI no se nos va a cansar el ganso y aquí los patos sí le van a tirar a las escopetas”.

Y estalla el aplauso que rescata el auto convencimiento y la esperanza de recuperar glorias pasadas frente a un nuevo gobierno federal que en 40 días, como dijo en su momento Claudia Ruiz Massieu ha dado muestras de pretender el establecimiento de un régimen autoritario, y muchas más muestras de ineptitud e improvisación.

En buena medida, esa esperanza se finca, al menos en Sonora, en el trabajo de la gobernadora Claudia Pavlovich, sin duda la que cosechó más aplausos con un discurso combativo en el que defendió los logros alcanzados en sus tres años de gobierno, cuando se han cumplido el 77 por ciento de las metas trazadas al inicio de su administración.

Hizo un recuento de sus orígenes en la participación política y recordó los momentos en que le ha tocado, la mayoría de las veces, militar en las filas de la oposición. No es algo que desconozca y por ello no se siente intranquila, aseguró.

Como regidora, como dirigente municipal y estatal, como diputada local en administraciones panistas, como candidata ganadora al Senado en 2015 compitiendo contra el candidato del gobierno blanquiazul, sabe de lo que habla y quizá por ello sea, en estos momentos, el principal activo que tiene el tricolor en Sonora.

Hizo, por cierto, una alusión a los ataques que ha recibido, y recordó que en su perspectiva siempre ha estado el llamado “séptimo año”, ese momento que se inaugura al dejar el poder y que para ella es el más importante y por el que está trabajando.

Ser gobernador, gobernadora en este caso, es una tarea que no es fácil en estos tiempos. Ponemos en riesgo muchas cosas -dijo al recordar a la malograda gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso- porque hay gente que tiene la lengua muy larga y la cola también, pero a esos, los conmino a comprobar todo lo que dicen, y no andarse escondiendo en las faldas de otras, espetó,

Coincidió con el Pato al asegurar, en una parte de su discurso, al declararse orgullosa de pertenecer a su partido “el Revolucionario y (muy poquito) Institucional”.

¿Qué quisieron decir con esto? Eso es material para contrastarlo con lo que suceda en los próximos dos años, lo mismo que sus mensajes a quienes aspiren a candidaturas en el 2021, de trabajarlas en tierra, porque como dijera Zapata (lo citaron varias veces) “la tierra es de quien la trabaja”.

Quién sabe, pero desde Cajeme, Ricardo Bours subió a su cuenta de Twitter el sarcástico texto: “¿Entonces qué? ¿Ya puedo empezar? Estaba con el cabrón pendiente”, algo que por lo menos puede interpretarse, si no como revolucionario, sí muy poco institucional.

En fin, desde la cuenta de protección que comenzó el pasado uno de julio, el PRI se apresta a levantarse de la lona, apostándole a su reconstrucción interna, más que a los errores de la nueva administración federal, según dijeron.

Y como dijo Andreas Bocelli y a José Feliciano: “Vamos a ver”.

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