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No sé a usted, ecléctico lector, desideologizada lectora, qué tan bien o qué tan mal le haya ido con la cuarta transformación pero, por más fundamentada que esté su pase de lista en los famosos 30 millones de votos, no dejan de batallar para incrementar el grado de dificultad de sus maromas, frente a lo que aparece diariamente para documentar la incertidumbre.

En octubre de 2018, fui el primer reportero que entrevistó al doctor José Manuel Mireles en Sonora. Entre otras cosas, me dijo que se había sumado a la causa lópezobradorista porque el fango de la corrupción y la podredumbre del PRI y el PAN ya no daban para más.

Que en la madrugada del 1 de junio de ese año, tenía a más de un millón de hombres y mujeres armados y dispuestos a salir a defender a balazos el triunfo de Andrés Manuel si se consumaba el fraude electoral.

“Soy parte del cambio, pero no un matraquero de AMLO”, me dijo aquel domingo en algún lugar de la zona rural oriente de Hermosillo, el doctor Mireles.

Recordé la frase ayer que, a propósito de las declaraciones de quien encabezara la resistencia armada contra el crimen organizado en Michoacán, harto de los asesinatos, robos, secuestros, violaciones y todo el infierno de la complicidad de esos perpetradores con el gobierno.

Mireles se declaró decepcionado del gobierno de López Obrador, dijo que en Michoacán siguen poniendo los mismos mandos policiacos que tenía Peña Nieto; que no hubo un verdadero cambio y que si el gobierno federal no resuelve el tema de la inseguridad, habrá un nuevo levantamiento armado.

“Estoy decepcionado. Se lo di (el voto) bien razonado porque él mismo demandó mi libertad y es un compromiso moral que yo tengo con él, de ahí en más, todo está igual”, dijo Mireles, en declaraciones que recogieron todos los medios.

Pero como él, también hay muchos que sin ser fifís, neofascistas, machuchones, neoliberales ni proyanquis, también levantan la ceja cuando se enteran que el presidente se reunió, al más puro estilo peñanietista, con Jared Krushner, el yerno de Donald Trump, con la diferencia de que no fue en Los Pinos, sino en la casa de Bernardo Gómez, el vicepresidente de Televisa que además es parte del Consejo Empresarial del presidente mexicano, para tratar asuntos relacionados con la relación bilateral y la posible firma de un acuerdo de inversión por 10 mil millones de dólares.

También ambientalistas han manifestado su extrañeza frente a la compra del gobierno federal, de 360 mil toneladas de carbón procedentes de minas en Coahuila para alimentar plantas de la Comisión Federal de Electricidad, en un tema que involucra al senador morenista y presidente de la Comisión de Energía, Armando Guadiana, que por cierto ya aclaró que no es un negocio suyo, sino de pequeños carboneros de la región.

La extrañeza de los ambientalistas tiene que ver con el probable tráfico de influencias, aunque más con la marcha a contrapelo de la tendencia mundial a favor de las energías limpias.

Pero la ceja se levanta más cuando en escena aparece Manuel Bartlett, ese santo varón de la democracia que tan gratos recuerdos evoca, y que ahora niega el acuerdo con Guadiana, y que además ha dejado ver entre líneas que la política energética del país debe ser como era hace 81 años.

Frente a esto, Jesusa Rodríguez es un buen intento de cortina de humo, pero se pierde en las fruslerías del debate con Chumel Torres.

Los temas de fondo, en realidad, se están debatiendo en otros entornos, sobre todo, en los de la sociedad civil de los municipios, en el ámbito de lo local, donde la gente se está preguntando, incluso la legión de los 30 millones, sobre la viabilidad de volver a validar gobiernos que, como dijo Mireles, no son más, sino son peor de lo mismo.

Por lo pronto, Mireles pasa de la defensa armada a un pinche fifí más.

II

Apenas en el despacho anterior comentábamos la importancia de la colaboración institucional entre los tres niveles de gobierno para ponderar el interés nacional por encima de las euforias coyunturales, cuando ayer nos sorprenden con un encuentro de los 72 alcaldes de Sonora con la gobernadora Claudia Pavlovich.

Allí se firmó el acuerdo para operar el programa de inversión de obra pública para este año en los municipios que consiste en 680 obras con más de 171 millones de pesos.

Rehabilitación de espacios públicos, calles, escuelas, parques, obras de alcantarillado y agua potable. Todas a cargo del coordinador de Obra Pública Estatal, Manuel de Jesús Bustamante, y a su lado, alcaldes y alcaldesas de todos los municipios.

III

Lejos, muy lejos estamos todavía de hacer que la inclusión sea parte de nuestra vida cotidiana y de políticas públicas bien articuladas, orientadas y operadas.

Las minorías raciales, étnicas, de género, religiosas o de personas con discapacidad siguen siendo blanco de la indiferencia, cuando no del desprecio y en no pocas ocasiones hasta de bullying; en el peor de los casos, de guerras y políticas de exterminio.

Sería injusto (y erróneo) sin embargo, sostener que en estos temas “todo tiempo pasado fue mejor”.

La sociedad ha venido empujando fuerte desde hace algunas décadas para lograr que los gobiernos asuman como suyas las demandas de dichas minorías, e incorporen una visión más incluyente en sus políticas públicas, de manera que consideren en ellas programas, obras, acciones y campañas que reconozcan y garanticen los derechos de las personas “diferentes” si se me permite el término para generalizar a partir de una visión quizás también sesgada, de quienes en contraposición, tendríamos que asumirnos como “iguales” a pesar de que no lo somos. Pero ese es otra parte del debate.

El tema viene a colación porque ayer se celebró el Día Internacional del Síndrome de Down, una condición con la que en México nace uno de cada 700 niños, aproximadamente, lo que significa que en Sonora habría un universo cercano a las cuatro mil personas con esa condición.

En este, como en otros muchos casos, la iniciativa para visibilizar y crear conciencia sobre el tema no provino de los gobiernos, sino de la propia sociedad civil, y más concretamente de las personas relacionadas directamente con este trastorno genético.

Ayer, en todo el mundo hubo eventos de diversa índole para contribuir a esa visibilización tan necesaria. En Sonora se registraron en algunos municipios y el hecho de que sólo haya sido en algunos confirma cuán lejos estamos todavía de asumir la inclusión como una verdadera voluntad de contribuir a ella, más allá de los discursos.

En Hermosillo el evento fue particularmente simbólico no sólo por el ambiente festivo de un concurso de baile y canto llamado Talento Artístico 2009, que a convocatoria del DIF Sonora congregó a cientos de familias entre quienes se cuenta a niños y jóvenes con Síndrome de Down.

También porque allí estuvo Karina Zárate, que siempre ha promovido la inclusión como premisa de la institución que dirige, pero cuya sensibilidad sobre este tema ha escalado desde hace un par de meses, con la llegada de su pequeño Carlos Javier, que sin duda fue la fuente de inspiración de su discurso.

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