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Ahí estaba Alberto Bailleres, el cuarto hombre más rico de México, el empresario cuya fortuna se calcula en 7 mil 400 millones de dólares. Icono de esa poderosa clase empresarial a bordo de un acorazado que puede atravesar las peores tormentas sin salpicarse mucho.

Y estaba también Irasema Leyva, estilista y líder de los micros y pequeños comerciantes, el sector más vulnerable, el más afectado por la parálisis económica y por la emergencia sanitaria; el que navega en un barquito de papel al que cualquier llovizna lo vuelve nada. Somos, dijo, los que vivimos al día, los que carecemos de lo más indispensable para reincorporarnos al trabajo con condiciones mínimas de seguridad.

Los capitanes de empresas como Ford Motor Company, Héctor Pérez y el de Constellation Brands, Daniel Baima; lo mismo que Jesús Guillermo Gallardo, pescador del Golfo de California donde las vedas les impiden hacerse a la mar durante largas temporadas en las que dependen sólo de los apoyos que les puede dar el gobierno, para la subsistencia precaria.

Lo mismo el dirigente cetemista Javier Villarreal que el presidente de los maquiladores de exportación (Index), Gerardo Vázquez Falcón; el presidente de la Unión Ganadera, Héctor Platt y el de los porcicultores, Manuel Santini; el dirigente de los agricultores del sur de Sonora, Álvaro Bours Cabrera.

Todos acuerpando el ‘Pacto para que siga Sonora’ al que convocó la gobernadora Claudia Pavlovich en una jugada de pizarrón en la que se tratan rutas, tiempos y jugadores frente a un horizonte lleno de nubarrones al que no se le puede hacer frente cada quien por su lado. 

No es una metáfora. El propio secretario de Salud, Enrique Claussen reconoció, para ilustrar la dimensión de lo que viene: “ni siquiera sabemos cuándo llegará el peor momento”.

Claussen fue el mismo que hace algunos días, cuando el gobierno federal anunció el regreso a la ‘nueva normalidad’, advirtió que si por él fuera, mantendría el confinamiento. Y no hablaba por hablar. Apenas ayer se tuvo un día récord con 264 nuevos contagios y 26 muertes, y no se vislumbra el momento en que la curva se aplane.

Pero se tiene que volver a reactivar la economía porque ninguna sociedad sobrevive en la parálisis. La reactivación, así, tiene que darse gradual y escalonadamente, pero sobre todo atendiendo protocolos de seguridad estrictos, con voluntad para la concertación de políticas que privilegien la salud antes que cualquier otra cosa.

Y ese fue el espíritu del encuentro virtual que ayer sostuvieron los funcionarios estatales, federales y municipales involucrados en esta coyuntura de un regreso incierto a una normalidad aún desconocida, con los factores de la producción, alcaldes, académicos y hasta un representante de Dios, el padre Yaco, por aquello de no te entumas.

“No es un pacto con la gobernadora, no es con mi gobierno, es con todos los sonorenses”, subrayó Claudia Pavlovich para enfatizar la premisa de mantener el abordaje de la pandemia en el terreno de la neutralidad política; en un campo donde no se antepongan intereses de otro tipo que no sea el de llegar a la salida de esta crisis todos juntos y con las menores bajas posibles.

Más de 750 personas estuvieron pendientes de esta transmisión a través de la aplicación Zoom y entre ellos cuatro ex gobernadores: Samuel Ocaña, Armando López Nogales, Manlio Fabio Beltrones y Eduardo Bours; alcaldes de los principales municipios, entre ellos los de Hermosillo y Cajeme, Célida López y Sergio Pablo Mariscal que fueron de los primeros en saludar la iniciativa y manifestar su voluntad de sumarse a este pacto. 

Como vocero de los presidentes municipales habló el de San Luis Río Colorado, Santos González Yescas. También estuvo presente el delegado del gobierno federal, Jorge Taddei Bringas.

Fue un ejercicio interesante no sólo por las innovaciones tecnológicas que ya llegaron para quedarse en este tipo de reuniones, sino por lo que representa en términos de suma de voluntades, establecimiento de acuerdos y coordinación en los protocolos para asegurar un regreso lo menos lesivo posible.

II

Es claro que todos los actores de esta trama se encuentran bajo una presión inmensa. Los servidores públicos de todos los niveles de gobierno porque finalmente serán a ellos a quienes usualmente se le endosan los muertos: al presidente en lo federal, a los gobernadores en lo estatal y a los alcaldes en lo municipal.

El sector empresarial, que atado de manos por la parálisis laboral no aguantan más. Ningún negocio sobrevive pagando nóminas, servicios, impuestos, si sus ingresos se cancelan.

Ya son legión los trabajadores despedidos y sin nuevos horizontes laborales.

Los pequeños empresarios no tienen idea aún de la fecha en que el gobierno levante la veda: restauranteros, estilistas, comerciantes, prestadores de servicios cuyas economías dependen del trabajo diario están desesperados.

Ayer me comentó una amiga, dueña de un ‘spa’ en el que invirtió prácticamente los ahorros de su vida (incluyendo lo obtenido por la venta de una casa), que su vida se ha vuelto un infierno y lo peor es que el gobierno no da fechas “sólo ilusionan con discursos de que ya vamos a volver, pero no dicen cómo ni cuándo”.

Y me relataba el caso de un vecino suyo que la semana pasada falleció de un infarto. Las presiones, las deudas, el SAT, el confinamiento acumularon tantas presiones que su corazón dejó de latir. 

Son, para decirlo eufemísticamente, las víctimas colaterales de la pandemia. Las que no mueren de coronavirus, sino de sus malditas reverberaciones.

Todos pues, estamos frente a un enemigo desconocido e invisible; letal e impredecible.

Sin duda el Pacto para que Sonora siga es loable, como loables son las voluntades que se suman para encontrar una salida. Pero falta aterrizar más las intenciones en la pista de las propuestas concretas, la calendarización para el regreso a la normalidad y los términos específicos para hacerlo.

La eventualidad de un rebrote podría dar al traste con toda esta suma de voluntades. Esperemos que no suceda.

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