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¿Si no eres fifí eres chairo?

La tentación de sobredimensionar realidades políticas puede ser tan grande, como la de reducirlas al despectivo epíteto, sobre todo si no se tiene del todo claro qué es lo que vamos a encontrar al darle vuelta a la página de una historia que apenas se está escribiendo y en la que a cada rato aparecen borrones, tachones, notas al calce y hojas arrancadas.

Lo peor que puede pasarle a la sociedad mexicana es prolongar hasta el hartazgo, el reduccionismo que todo lo explica a partir del latigazo discursivo que parte en dos a la patria y separa irremediablemente a los “fifís” de los “chairos”.

La marcha de ayer en Ciudad de México, convocada originalmente para patentizar el rechazo a la cancelación de las obras del aeropuerto internacional en Texcoco, incorporó contingentes de grupos claramente identificados con la derecha, que abrieron el abanico de un virtual pliego petitorio en el que exigen detener y dar marcha atrás a lo que parece inminente: legalización de la mariguana, interrupción legal del embarazo y actuar contra los migrantes hondureños que buscan llegar a Estados Unidos cruzando por México y a los que consideran indeseables: narcos, delincuentes, prostitutas.

Ese tipo de cosas son, entre otras, algunas de las que harían que quienes mantenemos las reservas del caso respecto a lo que viene con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, jamás acudiríamos a una marcha como la de ayer.

Pero también nos queda claro que desacreditar y vituperar apriorísticamente la manifestación de marras, y a sus manifestantes, es también una forma de alimentar la vocación por el exterminio, algo que no tiene nada que ver con la pregonada voluntad de democratizar la vida pública en el país.

El debate nacional no pone al centro el número de manifestantes, ni la condición de clase o el conocimiento de los temas para expresar una opinión o hacerse presente, porque si así fuera el caso, las voces discordantes con la cuarta transformación que marcharon del Ángel al Zócalo tendrían que desaparecer el uno de diciembre, cuando centenares de miles se contoneen en las calles de la capital al ritmo de El baile del sapito, de Belinda, con los acordes de Silvio Rodríguez.

Es posible que la confusión y la incertidumbre sean el signo de estos días, no sólo entre quienes votaron contra López Obrador, sino también entre quienes cruzaron las boletas electorales al bravazo, sin saber siquiera por quiénes votaban en ayuntamientos, gubernaturas, congresos. Sin ir muy lejos, en Sonora ya hay varios ejemplos de ello.

Es tan malo magnificar la “marcha fifí”, como el “denuesto chairo” hacia esa manifestación.

Tan malo cuestionar la falta de congruencia de quienes ayer marcharon pero no lo hicieron antes por otras causas, como institucionalizar el monopolio de la inconformidad contra el poder, de manera que las únicas causas que justifiquen la movilización sean las que el nuevo orden autoricen. Consultas patito, por ejemplo.

Y el punto está precisamente ahí: en esa en esa espiral donde se precipita el debate sobre lo malo, pero los apuntes sobre lo bueno no aparecen. O lo hacen como Monreal, peleándose con el único partido de oposición que hay en México, que son los mercados financieros, sólo para recibir un cachetadón del propio Peje. En fin…

II

A diferencia de la elección nacional, donde la fórmula de Marko Cortés y Héctor Larios arrasó con más del 70 por ciento de los votos, sobre una suma que apenas rebasó el 20%, de la fórmula que encabezó Manuel Gómez Morín, en Sonora los resultados preliminares para los contendientes por la dirigencia estatal arrojaban una diferencia de poco más de 300 votos para Ernesto Munro Palacio.

La diferencia también es que en la elección nacional se anticipan impugnaciones por lo que Gómez Morín consideró un proceso amañado y parcial, en Sonora el candidato que aparece como perdedor con esos resultados preliminares, Jesús Ramón Díaz Beltrán adelantó que esperarán a tener el resultado de todos los cómputos para dar a conocer una posición oficial al respecto.

Como suele suceder en estos casos, algunos simpatizantes de cada uno de los equipos salieron anticipadamente a cantar victoria, aunque la noche cerró con preliminares indicando que con el 95 por ciento de los votos computados, Munro Palacio tenía 3 mil 387 votos, y Díaz Beltrán 3 mil 020.

Un dato interesante es que Marko Cortez y Héctor Larios tuvieron en Sonora, más votos que los obtenidos por Munro (3 mil 427 votos), mientras que Gómez Morín tuvo mil 983. Es decir, unos mil panistas que votaron por los candidatos locales omitieron hacerlo por los nacionales.

Este comportamiento es, por lo menos, raro, para no hablar de una eventual manipulación de los votantes en la que se privilegió la consigna de sacar adelante la elección local que estaba más competida, desestimando la nacional donde el resultado era predecible. De hecho, la fórmula Cortés-Larios triunfó en todos los estados del país, abrumadoramente.

La mayoría de los opinólogos y comentócratas locales hemos coincidido en que el triunfo de Munro Palacio representa el regreso del padrecismo, y una victoria sobre la corriente que encabeza Javier Gándara Magaña y en la que aparecen personajes como los diputados locales Gildardo Real y Alejandra López Noriega, aunque el cuadro completo no está pintado en blanco y negro, sino con una gama de grises en la que aparecen diversos liderazgos que no pueden encasillarse en uno u otro bando. Ni son todos los que están, ni están todos los que son, pues.

Lo que es un hecho es que en el equipo de Munro Palacio sí estuvieron desde el principio algunos personajes impresentables como Agustín Rodríguez, Roberto Romero López, Mónica Paola Robles, Teresa Lizárraga, Javier Neblina y otros que los sonorenses recuerdan bien en su paso por la administración estatal pasada.

Con esa gente, no queda claro a qué se refiere Munro exactamente cuando habla de regresar a los orígenes del PAN, porque algunos de ellos representan uno de los episodios más negros del blanquiazul en Sonora.

Ignoro si en lo estatal, los protagonistas de esta contienda habrán de hacer una suerte de pacto de inclusión para integrar una dirigencia que incorpore a personajes de las dos principales corrientes en disputa, pero en el plano nacional eso no va a suceder.

De hecho, Marko Cortés llamó a Gómez Morín a sumarse al equipo ganador, pero éste declinó tal ofrecimiento.

En fin, ya veremos en qué para todo esto, porque si en lo nacional el resultado fortalece al equipo de Ricardo Anaya y Damián Zepeda, en Sonora eso no está del todo claro.

Como agregado, hay que apuntar el efecto que tendrá en el PAN la renuncia del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, quien después de votar por Gómez Morín difundió una carta llena de condenas y epítetos hacia los que han dirigido el partido en los últimos cinco años. Calderón también anunció que junto a su esposa Margarita Zavala crearán un nuevo instituto político.

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