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La memoriosa lectora, el no menos amnésico lector habrán de recordar que en este espacio, hace algunas semanas se reportó la forma en que el priista José Luis Germán Espinoza, al salir de la delegación de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), “heredó” la administración de esa dependencia a su sobrina, Judith Terrazas Espinoza.

Los empleados comenzaron a quejarse del trato prepotente con que la señora se dirigía a ellos, pero además, fue muy notable cómo en unos cuantos meses su nivel de vida cambió sospechosamente. De manejar un auto de modelo atrasado pasó a alternar un par de camionetas Buick Enclave, cuyo precio unitario ronda el millón de pesos.

Desde entonces a la fecha las inconformidades se han multiplicado y el conflicto ya llegó hasta el sindicato de esa dependencia, donde se comienza a manejar la consigna de irse a un paro de labores.

Entonces y ahora, los empleados han buscado la intervención del súper delegado del gobierno federal, Jorge Taddei Bringas, quien al parecer ya tomó cartas en el asunto, pero sólo para empeorar las cosas, denuncian.

Y es que el maestro Taddei, en aras de conciliar y bajar la presión al conflicto, está impulsando a Juan Silverio Jaime León como el nuevo titular del CNPI en Sonora, pero este personaje está lejos de concitar consensos no sólo entre el personal, sino entre los mismos pueblos indígenas, donde tiene una muy larga carrera que inició al lado de Rosario Osuna, otro personaje también salido de las filas del PRI.

Nos dicen que Taddei Bringas va a tener que hacer uso de su mano izquierda, porque al parecer lo están rebasando por la derecha, ya que Judith Terrazas se ha dado a la tarea de buscar apoyos entre los gobernadores de los pueblos indígenas, para impulsar una propuesta con la que busca quedar bien con Dios y con el Diablo, al impulsar a Silverio Jaime como titular del INPI, pero quedándose ella como administradora.

El CDI, convertido por la Cuarta Transformación en Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, cambió de nombre, pero se quedó con los mismos problemas.

Apenas ayer estuvo en Vícam el titular nacional del INPI, Adelfo Regino Montes para instalar la mesa de Desarrollo y Cultura, parte del Plan de Justicia para el Pueblo Yaqui anunciado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, en un encuentro del que también participaron el titular de Sedatu, Román Meyer Falcón y el propio súper delegado Taddei.

El tema del representante del INPI en Sonora seguramente fue abordado por los protagonistas de este encuentro, a quienes se les ha hecho saber que el señor Silverio Jaime no es factor de unidad y, al contrario, puede hacer que las históricas contradicciones entre grupos al interior de las etnias sonorenses, se incrementen.

Y es que hasta el año 2018, Silverio Jaime ejerció algunos cargos, como jefe de sector de la tribu yaqui y director de educación indígena, trabajando para gobiernos priistas. Después de esa fecha migró a Morena, acercándose a los llamados “gobernadores tradicionales duales” y desconociendo a los gobernadores auténticos, atizando esa confrontación que existe desde hace décadas y que ha impedido la adecuada gestión de políticas públicas para la tribu.

Lo mismo ha hecho en la etnia mayo, donde junto a un ex funcionario del CDI, de nombre Indalecio Alcántar Neyoy (investigado por presuntos malos manejos en los recursos de proyectos productivos) hicieron lo posible para dividir la estructura de los auténticos gobernadores tradicionales.

Tanto Silverio como Indalecio presumen una gran cercanía con Adelfo Regino, Jorge Taddei y Alfonso Durazo, y les prometieron un encuentro con el titular del CNPI para el día de ayer que estuvo en Vícam, pero sólo asistieron tres gobernadores, que se llamaron engañados.

La división en los pueblos indígenas de Sonora, lejos de atenuarse, parece que tendrá una nueva escalada en los próximos días.

II

En un despacho anterior comentábamos acerca de las dificultades que tendrán los principales partidos políticos en Sonora al momento de tomar decisiones sobre quiénes los abanderarán como candidatos en las próximas pizcas electorales.

El PRI y el PAN, con una gran carga negativa que no se ve cómo puedan aligerar en el futuro; Morena con personajes que recién se probaron en el ejercicio de gobierno, ya como alcaldes, ya como legisladores y lejos de dar buenas cuentas, han sufrido precipitadamente el desgaste de ese ejercicio, pues como se sabe, no es lo mismo lanzar desde la oposición los envenenados dardos de la crítica, que hacerse responsables de las políticas públicas y dar resultados.

Ayer el PAN tomó la iniciativa y, en un reconocimiento tácito de su precariedad de cuadros atractivos electoralmente, lanzó una especie de ‘casting’ para que organismos académicos y profesionales propongan personas que pudieran competir bajo sus siglas en la próxima justa.

A primera vista el ejercicio luce interesante, sobre todo porque si alguien echa una ojeada a ‘line up’ del PAN, se va a encontrar personajes que van de lo cómico a lo trágico y sobre todo, a lo terrorífico si se considera su reciente paso por el padrecismo depredador. 

En el PRI no cantan mal las rancheras, y sus personajes más visibles ya se probaron en el ejercicio de gobierno, en lides partidistas y en campañas electorales; están muy ‘vistos’ y la evaluación ciudadana no es precisamente la mejor.

Por el lado de Morena, calcule usted cuántos de los actuales diputados locales y federales o alcaldes están coqueteando con la idea de reelegirse o aspirar a un nuevo cargo de elección, y luego evalúe lo que han hecho para ganar el voto en 2021, y tendrá un panorama más o menos claro de las posibilidades que tienen de conseguir el objetivo.

Abrir los partidos a la participación ciudadana parece, al menos teóricamente, una ruta interesante para oxigenar la vida pública. Al menos teóricamente, decimos, porque de alguna manera Morena lo hizo en 2018, ‘jalando’ por un lado a personajes probados en otros partidos, pero sobre todo a gente que nunca había participado en justas electorales, con tan buena suerte que, montados en la ola pejista, se alzaron con sorpresivos triunfos.

La pregunta que conviene hacerse es si por el simple hecho de ser ‘ciudadanos’ (para distanciarlos de alguna militancia) garantizan capacidad, eficiencia, propuestas. 

De entrada diría que no. Pero bien vistas las cosas, hay en la sociedad civil miles de hombres y mujeres preparados y con voluntad de aportar sus talentos a la cosa pública, pero antes tendrían que pasar por los filtros que los propios partidos políticos les impongan, incluyendo la legítima aspiración de militantes que tienen años formados, esperando una oportunidad, y que no parecen dispuestos a andar repartiendo volantes, pegando carteles y acomodando sillas para que un ‘sociedad civil’ venga a comerles el mandado.

Lo que es.

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