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El 29 de diciembre de 2010, el pequeño Mario Alfonso caminaba de la mano de su madre en el estacionamiento de Wal Mart en Ciudad Obregón. Eran las tres y media de la tarde y todos andaban en los preparativos para recibir el nuevo año.

De un vehículo descendieron varios hombres con armas largas y abrieron fuego contra Rodolfo Woolfolk Portillo, un ex agente de la policía municipal de Navojoa que se encontraba en ese mismo lugar y murió allí mismo, acribillado con ráfagas de “cuerno de chivo”.

Una de las balas alcanzó a Mario Alfonso, que murió momentos después en el hospital.

No es, pues, la primera vez que en Ciudad Obregón la vida de un niño es arrancada como hierba tierna, junto a las ilusiones, el amor, las esperanzas de una familia y de la sociedad toda.

En el sexenio de Felipe Calderón y su guerra contra el narcotráfico, las víctimas inocentes no tenían rostro ni apellido ni familia ni nada. Eran conocidas como “daños colaterales” y sólo alimentaban la estadística del terror.

El camino de todos esos años hasta esta fecha está regado de sangre. Está teñido de miedo. Está lleno de oscuridad.

Lo ocurrido ayer en Cajeme debería ser el límite, el tope, la señal más clara de que se han agotado las palabras y es momento de pasar a hechos contundentes para recuperar el espacio y el tiempo, el territorio que el crimen organizado le disputa palmo a palmo al Estado, a ese conjunto de instituciones que en teoría tiene la responsabilidad de garantizar los derechos ciudadanos.

Pero Cajeme es tierra de nadie, como lo son otras regiones del país donde el Estado ha cedido el mando a la delincuencia, por complacencia o por incapacidad o complicidad.

Un niño de tres años de edad fue asesinado a balazos cuando un grupo de sicarios acribillaron a su padre. Horas más tarde, en un atentado similar en el que asesinaron a otro hombre, una niña de tres meses de nacida (¡tres meses!) recibió un impacto de bala en la pierna.

Cajeme es tierra de nadie, pero la desesperanza crece cuando se observa la más completa insensibilidad, displicencia, falta de timing del alcalde Sergio Pablo Mariscal, amigo desde aquellos entrañables años de combate y sueños, publicitando la inauguración de un restaurante de mariscos en Phoenix.

Ni siquiera haber “bajado” de su cuenta ese tuit, ni el posterior video producido quizás por el peor enemigo del alcalde, atemperaron los ánimos.

Soy de Ciudad Obregón. La violencia del crimen organizado ha estado presente allí desde siempre. Lo recuerdo bien.

Pero nunca se había dimensionado como ahora y nunca había corrido tanta sangre inocente.

Después de ver lo que ocurrió en Rosario Tesopaco, y lo de ayer en Ciudad Obregón. Después de ver lo que ocurre en Sonoyta, Guaymas y Empalme, en Hermosillo, donde han caído mandos policiacos, no hay muchos elementos para documentar el optimismo. Pero si además vemos a la autoridad perdida en sus amenidades y la búsqueda de lo políticamente redituable, peor.

Y si de timing hablamos, es imprescindible conocer la posición del gobierno federal respecto a estos acontecimientos. Y esa posición llegó en forma de un video en el que aparece el súper delegado Jorge Taddei Bringas invitando a una concentración en la plaza Emiliana de Zubeldía para el próximo domingo, día en que se cumple un año del triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

Como se sabe, ese día el presidente presentará un “informe” en el zócalo capitalino para presentar sus propios datos sobre el estado que guarda la administración pública federal. La agenda de Taddei es esa y está bien. Los priistas y los panistas hubieran hecho lo mismo: publicitar los logros de sus gobiernos y minimizar la problemática del mismo. Cajeme no está en esa agenda.

El tema desde luego involucra a las autoridades estatales. La gobernadora Claudia Pavlovich decidió no asistir a la reunión de la Comisión Sonora-Arizona y la Arizona-México que se lleva a cabo en Phoenix. Allá está la jefa de la Oficina del Ejecutivo, Natalia Rivera.

Lo que hizo la gobernadora fue ordenar al secretario de Seguridad, David Anaya Cooley trasladarse de inmediato a Ciudad Obregón para dar seguimiento a los lamentables hechos, de acuerdo a un boletín difundido anoche, en el que por cierto lo más relevante no es la condena y repudio a la barbarie a la que se ha llegado.

Lo verdaderamente importante es la instrucción de revisar a fondo la estructura de los mandos operativos de la corporación estatal y realizar los cambios que sean necesarios.

¿Por qué es importante esa instrucción?

Simple: porque el crimen organizado no tuviera tanto margen de acción si no contara con la complicidad, o por lo menos la indolencia de los mandos policiacos. Se espera una fuerte sacudida por aquellos rumbos.

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