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Más allá de lo anecdótico, lo ocurrido en los principales municipios del estado durante los eventos alusivos al día de la independencia, que coinciden con la entrega de su primer informe de gobierno, debería mover a la reflexión profunda no tanto de lo acontecido, sino de lo que está por venir en los próximos dos años.

Digamos que la legitimidad emanada de las urnas hace poco más de un año, gracias al voto masivo promovido por el hoy presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador tuvo su primera prueba de fuego y la eventualidad de un voto diferenciado aparece como amenaza a la continuidad de la cuarta transformación en los municipios.

Digo que lo más importante no es el recuento del primer año, sino las expectativas de los dos que les restan, pues del primero todavía tienen el recurso de apelar al desorden que encontraron, pero los siguientes van a saber lo que es administrar la austeridad republicana, toda vez que el gobierno federal tiene muy definidas sus prioridades y en ellas no se encuentran los fondos para programas y obra pública en los municipios.

En Navojoa, la alcaldesa es por decir lo menos, atípica. En medio de fuertes cuestionamientos sobre manejos financieros poco claros, que ya le han valido denuncias en instancias estatales y nacionales de fiscalización, Rosario Quintero se enfundó en un mexicanísimo vestido estampado a mano y, con el rebozo cruzado a la espalda se aventó un zapateado al ritmo de “El son de la negra” que, como el folclórico lector, la vernacular lectora saben, a todos dice que sí pero no les dice cuando…

En Cajeme no hay mucho qué informar, a menos que sea el recuento de asesinatos o el deplorable estado de la infraestructura urbana; en Empalme se suspendió la ceremonia del Grito por motivos de seguridad (el incendio provocado a una vivienda en la que falleció un menor de edad, un adulto y otra niña resultó con graves quemaduras se suma a la larga lista de crímenes violentos); en Guaymas le revientan la sesión de cabildo a la alcaldesa, porque desde que inició el trienio las relaciones políticas con varios regidores, incluyendo algunos de la coalición, están rotas.

En Nogales el alcalde Jesús Antonio Pujol Irastroza pasó al anecdotario del ridículo junto a otros tantos alcaldes y alcaldesas en el país que hicieron de la ceremonia del Grito un espacio para la rechifla. En su caso, manipuló torpemente la cuerda de la campana hasta romperla y quedarse con ella en la mano. Del informe nada se supo porque la nota nacional fue el “oso” campanero.

En Hermosillo a la alcaldesa Célida López se le vino el mundo encima cuando en medio de su discurso, al hacer alusión al estado en que se encuentran las vialidades y la escasez de recursos para repararlas, le ganó la rabia, la impotencia, el sentimiento y no pudo evitar el llanto.

Célida es una mujer de carácter fuerte, arrebatada a veces, como lo demostró en su campaña y al inicio de su administración. Que la hayan traicionado las lágrimas sólo documenta la dimensión del problema y la responsabilidad que debe asumir en un municipio que destina más de 400 millones de pesos anuales al pago de su deuda, y en el que la mitad de los contribuyentes no paga el impuesto predial.

Pero sobre todo, la alcaldesa de Hermosillo tiene claro que, pese a tener un presidente de la República y una mayoría legislativa en el Congreso federal, la gestión de recursos financieros para atender la emergencia de la pavimentación y otras, será especialmente complicado.

En la selva de las redes sociales, donde la revancha está a flor de piel y todo mundo está a la caza del resbalón para el escarnio, no se la perdonaron.

Como suele ocurrir, el episodio de las lágrimas opacó otros temas donde sí se han registrado avances, como el de la recolección de basura (que estaba colapsado al inicio de su administración); la adquisición de patrullas, el arranque de la clínica de rehabilitación y el inicio de una gran obra para resolver el problema del drenaje en el poblado Miguel Alemán.

En el tema de las vialidades, hasta el momento se han invertido 33 millones de pesos para la reparación de casi 90 mil metros cuadrados de recarpeteo y 76 mil metros de bacheo, así como 714 mil metros lineales de pintura vial.

Pero volviendo al tema inicial, el problema no está focalizado en un programa o una localidad. En general, los municipios gobernados por alcaldes y alcaldesas emanados de la coalición Juntos haremos historia tienen aún muchas asignaturas pendientes que se resuelven sí, con creatividad y trabajo, pero fundamentalmente con dinero.

Y por lo que se ha sabido hasta hoy, el paquete presupuestal federal 2020 no tiene muchas modificaciones respecto al año que corre: el grueso de los recursos se irá a los proyectos estratégicos (tren maya, refinería Dos Bocas, aeropuerto de Santa Lucía, tren transítsmico) y a programas sociales como el de adultos mayores y jóvenes construyendo el futuro.

Y difícilmente habrá, entre los diputados y senadores de la coalición, quien se atreva a cuestionar esas prioridades trazadas desde la presidencia de la República.

Eso lo sabe bien la alcaldesa de Hermosillo y quizás hay sido lo que detonó el episodio climático durante su informe, al que por cierto asistió la gobernadora Claudia Pavlovich, que también le entiende a la prospectiva y por ello no fue casual que antes, le pidiera a Célida no llorar en esos tensos momentos.

Recordé lo que comentó la alcaldesa en reciente encuentro con periodistas en el sentido de que van a pasar muchos años para que vuelva a haber una relación tan cordial, tan institucional entre los principales inquilinos de ambos palacios. Son mujeres y se entienden bien, pues.

También lo saben los otros alcaldes y alcaldesas, pero evidentemente son mejores a la hora de camuflajear sus sentimientos, más “políticamente correctos” por no decir que más conchudos.

Como sea, van a necesitar algo más que “concha” para administrar sus municipios los siguientes dos años.

Y la verdad, entre la política de avestruz de Francisco Javier Genesta en Empalme; la fuga hacia delante de Mariscal en Obregón, el desmadre de Sara en Guaymas, el ridículo de Pujol en Nogales o el zapateado de Chayito en Navojoa, me quedo con el llanto de Célida, porque cuando una mujer con ese temple llora, significa que no se va a quedar con los brazos cruzados.

II

El domingo por la noche la gobernadora encabezó la ceremonia del Grito, no sin antes volver a caminar por la plaza Zaragoza saludando a la multitud que suele congregarse ahí para el tradicional evento.

En sus cuatro años de gobierno, Claudia Pavlovich ha hecho el mismo recorrido previo a su aparición en el balcón de Palacio en cinco ocasiones. Inevitable de nuevo la comparación, pues para el cuarto año de la administración de Guillermo Padrés, éste mandó colocar cientos de sillas metálicas (atadas con cadenas) frente al balcón, para llenarlas de acarreados y evitar que se acercara la demás gente, temeroso de la llamada “megamentada” que anticipó el movimiento contra la tenencia disfrazada.

Siguiendo una regla no escrita del protocolo democrático, la gobernadora asistió a los informes de alcaldes de diferente signo político: Célida López, de Morena; Javier Moreno Dávila (PRI), de Santa Ana y Francisco Javier Zepeda Munro (PAN), de Magdalena, cuna de la mandataria y donde se han realizado 31 obras de infraestructura, la principal de ellas, un hospital de primer nivel.

En Santa Ana se han invertido 78 millones de pesos en infraestructura carretera, escuelas, centros de salud y pavimentación, pese a que no se han liberado recursos del Fondo Minero

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