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Rockeros, cheros, cumbieros, hipsters; estirados exquisitos amantes del bel canto y el refinamiento de la élite. Chovinistas confundidos, racistas desarmados, clasistas integrados.

Trabajadoras domésticas, intelectuales de cubículo y de barriada; francotiradores del desencanto y la amargura; ejecutantes de danza clásica, músicos de conservatorio. Tercera edad que baila con su nieta al cogote, quinceañeras que no le entienden al baile de su papá…

Difícil describir la diversidad entreverada que convocó anoche, para la clausura de las Fiestas del Pitic, un grupo surgido del meritito Iztapalapa que hizo levantar polvo de las banquetas, el asfalto, las baldosas y el zacatito en un masivo ritual irresistible para el oído más renuente a mandar la señal a las piernas, los brazos, las caderas que se mueven como por encanto.

Los Ángeles Azules lo volvieron a hacer y esta vez pusieron a bailar a casi 50 mil almas en ese espacio hasta hace poco reservado para la marcha, mitin, plantón, protesta reivindicativa, donde acuden los que antes llevaban mantas y carteles y hoy ensayan el “baile chilango” de paso doble y giro de la pareja por debajo del brazo. Patita para atrás, cadera hacia adelante, abrazo por la espalda con las manos entrelazadas por lo alto…

Es la fiesta, el baile que se prolonga por el bulevar Rosales desde el Luis Encinas y hasta casi la Obregón. Son más de 45 mil hermosillenses de cualquier estrato, perfil, edad, preferencia, gusto musical, hermanados en un espacio de saldo blanco.

Es la clausura de las Fiestas del Pitic, que tuvieron una cartelera excepcional y para todos los gustos. Cuatro días de actividades culturales (seis, si contamos los dos de la ruta cultural), pero sobre lo que no es menester polemizar, porque para polémicas, la que se armó ayer en tuiter con las escandalizadas hermanitas descalzas que calificaron de inconcebible la venta de cerveza en una actividad cultural. 

Debate de hueva.

Hay, desde luego, diversas razones por las cuales alguna gente hizo hasta el ridículo para desacreditar, desde su hipocresía ejemplar, el evento. Está bien.

Mientras lo hacían, como suele ocurrir entre quienes describió Umberto Eco como “Legiones de idiotas”, la gobernadora Claudia Pavlovich y la alcaldesa Célida López se ponían de acuerdo para garantizar un saldo blanco, cosa difícil en estos tiempos si se trata de congregar multitudes.

Y lo hicieron.

El verdadero problema no reside en la venta de cerveza, en el patrocinio de las actividades culturales, en la oferta que institucionalmente se disponga para darle gusto a una sociedad tan diversa como exigente. Tampoco en los aprendices de “influencers” que quisieron ser y no fueron.

El reto grande para la actual administración municipal, es superar esto que sucedió ayer, y en los días que le antecedieron, de sacar adelante unas Fiestas del Pitic con saldo blanco, con masiva afluencia, con buena cartelera y con una ciudadanía que estuvo a la altura de los acontecimientos.

Nomás para recordar, hay que citar el hecho de que Diana Reyes, la directora del IMCA fue una de las funcionarias que llegó a ese cargo a partir de una convocatoria abierta, y que estuvo a punto de no llegar, porque en el trasiego político y los avatares de la transición, Morena estuvo empujando a uno de sus cuadros más mediocres. Afortunadamente no fue así.

Las Fiestas del Pitic fueron una iniciativa de María Dolores del Río, que en su administración no pasaron de un festivalito, acaso porque no tenía aún las asesorías que tiene ahora, con gente que le entiende más al tema cultural. Luego vinieron las mejores, durante el trienio de Ernesto “El Borrego”  Gándara y de ahí para adelante, las Fiestas del Pitic decayeron.

Hoy han resurgido, y la pregunta que nos hacíamos anoche algunos de los asistentes es: ¿qué tiene que hacer la actual administración municipal para superarse a sí misma?

Después de estas Fiestas del Pitic, no sólo los 45 mil asistentes a Los Ángeles Azules o los 18 mil a la Maldita Vecindad (las opciones fueron bien amplias y diversas) ¿qué tendrá qué hacer Diana Reyes en el IMCA, la alcaldesa en el municipio y la gobernadora en el estado, para superar esto?

La vara está muy alta.

II

Clase de leidón de cartilla el que les prodigó la gobernadora a los 650 militantes de su partido que el sábado pasado rindieron protesta como parte del nuevo Consejo Político Estatal, cuando anunció el fin de los tiempos en que las candidaturas y los cargos públicos se ganaban en los acuerdos cupulares y no en el trabajo de tierra.

Bueno, no lo dijo con esas palabras, pero la idea fue derecha como flecha y debió calar hondo entre muchos de los allí reunidos, que nomás se remolinearon incómodos en sus asientos.

Y lo mismo pasó cuando advirtió que ella no estaba dispuesta a pagar los platos rotos de militantes de su partido que en el pasado llegaron para hacer del servicio público una gran cuchara con la que se sirvieron indiscriminadamente y que en buena medida, eso influyó para el resultado electoral del año pasado.

“Desde aquí les digo a mis funcionarios: los que no quieran trabajar las 24 horas los siete días de la semana porque están muy cansados, pues allí está la puerta, porque hay mucha gente que quiere estar trabajando con nosotros”, advirtió.

Un fuerte mensaje en medio de un priismo que aún no se recupera de los resultados electorales de 2018 y en el que comienza a aflorar cierta perspectiva derrotista, y quizás por eso la gobernadora les recordó aquel 2015 cuando comenzó su campaña con al menos 20 puntos abajo en las encuestas, y que fue remontando a lo largo de la campaña hasta alzarse con un holgado triunfo sobre su más cercano competidor, el panista Javier Gándara Mañaga, que por cierto tenía todo el respaldo económico y político del gobierno estatal en turno.

Recordó también que la mejor manera de recuperar la confianza ciudadana es dando resultados, e hizo el recuento de las acciones que en sus primeros tres años permitieron recuperar sectores como el de salud y el educativo, así como el rubro de obra pública y concretamente las carreteras, que el anterior gobierno dejó en estado lamentable.

No menos fuerte fue el discurso del dirigente estatal del PRI, Ernesto de Lucas Hopkins que, en la misma tónica sostuvo que han sido los hombres y las mujeres que desde su partido han llegado a cargos públicos y cometido actos de corrupción, quienes contribuyeron a la pérdida de la confianza ciudadana, pero no el partido. Ningún partido es por sí mismo corrupto, aunque sí lo son quienes lo integran, precisó.

Expuso que como en 2018, el tema de la corrupción será el principal en la agenda de la sucesión 2021, por lo que los priistas están llamados a ser los primeros en denunciar esos actos en todos los gobiernos, incluyendo a los de su propio partido.

Hizo un llamado a retomar las demandas de la gente: contra los incrementos en tarifas y servicios de los ayuntamientos (agua potable sobre todo); eliminación de las casetas de cobro en carreteras federales y algo que va a levantar ámpula, como la renuncia a las prerrogativas de todos los partidos políticos para lo cual se apunta como primero en la lista.

Por lo que pudo apreciarse, el encuentro sirvió para fijar posturas respecto a lo que será el accionar del vapuleado tricolor rumbo al 2021, en el que buscará levantarse de la lona a partir de un deslinde con personajes ligados, salpicados y/o involucrados en actos de corrupción; mucho trabajo de tierra y resultados en los lugares en los que son gobierno.

Ya veremos.

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