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¿Agoniza la Cuarta Transformación?.- Un manotazo del imperio yanqui mostró las debilidades del Gobierno de AMLO.- Imposible culpar ahora de lo que sucede, a la herencia corrupta de regímenes anteriores

Bernardo Elenes Habas

Se vuelve evidente que los tiempos exigen la unificación del país. Pero no para organizar concentraciones de lucimiento personal con exposiciones de sofismas que engañan conciencias, como el acto masivo realizado en Tijuana el sábado anterior, saturado de medias verdades y mentiras redondas.

El señor presidente Andrés Manuel López Obrador, quien se ha empecinado en dividir a los mexicanos con sus adjetivaciones punzantes (los medios informativos y sus operadores, son un ejemplo: los clasificó con procacidad en “prudentes”, “fifís”, “hampones”, sólo por citar parte de su labor destructiva), tal vez comprendió, ahora sí, debido a problemas mayúsculos como los que vivimos ante Estados Unidos, que en una nación todas las aportaciones de dignidad y nacionalismo, desde las más humildes a las más encumbradas, le dan dimensión a la gran causa solidaria de la Patria.

El señuelo de los aranceles para someter a México, es sólo el principio que nos demuestra la personalidad soberbia y racista de Donald Trump, quien pasando de las bravatas tuiteras ha comenzado a utilizar sus métodos de dominio imperial. Por principio de cuentas para su reelección, y ya conociendo las debilidades del actual gobierno, continuar sojuzgando.

Habría que ver las otras condiciones impuestas, de las que no habló Marcelo Ebrard, el canciller que asegura que México salió con “la dignidad intacta”: premisa falsa. Porque desde ahora el país está obligado a cerrar su frontera Sur contra los inmigrantes. Asimismo a movilizar 6 mil efectivos de la Guardia Nacional, corporación supuestamente diseñada y creada para pacificar el territorio contra el crimen organizado, pero que, por instrucciones de Trump, se le dio un giro de conveniencias al proyecto, para que vigile el muro subjetivo pero funcional, impuesto como prebenda de pueblo débil a nación soberbia. Y, por supuesto, a convertir a México en tierra de estancia obligada, con los gastos que conlleva, para quienes tramiten su ingreso al imperio.

Hay desilusión e impotencia por lo que sucede en la Patria de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Cárdenas. Y, lo más lamentable, es que se está actuando sinprofundidad. Sin conocimiento histórico del pasado y sin visión de grandeza y dignidad cierta por el futuro.

¿Para qué esperó el Gobierno Federal hasta que el mandatario norteamericano mostrara su prepotencia, poniéndole fecha y porcentaje a los impuestos que cobraría, en un afán de someter y humillar al pueblo de México, donde encontró la actitud sumisa del Gobierno de la Cuarta Transformación?

¿Para qué, si no se tenía una estrategia inteligente para enfrentar con dignidad ese descalabro, como finalmente se demostró, porque en el drama novelesco se le aceptaron todos sus caprichos? ¿O acaso, lo que sucede, es también herencia maldita de regímenes corruptos anteriores?

Si López Obrador, en su mesianismo enfermizo quiere acabar con la nación, seguirá su campaña plazuelera, y no buscará convertirse en el estadista que la Patria reclama.

No procederá a recuperar el liderazgo moral de México ante Centro y sud América, para tratar de fortalecer las regiones económicas, promoviendo conjuntamente programas de empleo y seguridad a sus habitantes; fortaleciendo el poderío de millones de trabajadores en los países de habla hispana, llevando como fogata y bandera el ideal de Simón Bolívar (“Yo deseo más que otro alguno, ver formar en América la más grande Nación del Mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”). Volviendo ojos y negociaciones hacia otras potencias de la economía mundial, para no depender de las garras del halcón norteamericano donde ya es rehén; dejando de ser ratón de un solo agujero.

Por lo pronto, en México, la pregonada cuarta transformación entra en estado agónico, ante el brutal golpe propinado por el imperio yanqui, mismo que le endosó al país azteca la solución de su problema de migrantes, por principio, como si se tratase de su colonia o patio trasero. Y lo hicieron los gringos inquilinos de la Casa Blanca, midiendo tiempos y circunstancias, al sopesar con sus métodos de infiltración que AMLO, en cinco meses, tenía divididos ya a los mexicanos: empresarios, sindicalistas, magisterio, intelectuales, productores, campesinos, periodistas, padres de familia; gobernando al país desde “las mañaneras”, convertido en vocero de sí mismo, y con giras cosméticas, que se constituyen en plataforma de una campaña de autoproclamación que no ha concluido.

Decepcionante.

Le saludo, lector.

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