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Crece la violencia en el mundo.- Dejó de ser un fantasma para convertirse en bacteria que provoca ambición y odios impredecibles, en diferentes magnitudes.- Esa epidemia enferma y devora conciencias

Bernardo Elenes Habas

Crece, como epidemia incontrolable, el germen de la violencia.

Los pueblos de la tierra viven, actualmente, la incertidumbre de una conflagración que pudiera tener como núcleo las eternas ambiciones de dominio sustentadas por el imperio del Norte.

Pero también, esa

bacteria maligna se extiende por América. Penetra en las naciones. Se mete en ciudades y pueblos. Hace estallar declaraciones, amenazas, burlas, represión, muerte, como latigazos que irritan, dividen, abren torrentes de odio.

México no es ajeno a esa marea perversa. Se vive en diferentes latitudes con las acciones de barbarie del crimen organizado.

Pero también crecen esas raíces purulentas en los discursos de los políticos. En sus actitudes. En las reacciones que provocan a través de sus actos.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, vivió, el pasado 6 de enero, momentos de tensión, de incertidumbre, de azoro.

En las callejuelas de Anenecuilco, cuando se dirigía caminando junto con autoridades de Morelos, colaboradores e integrantes de su equipo de ayudantía como les llama, llovían directamente sobre él los gritos roncos, antiguos, ásperos como la tierra misma de los campesinos, reclamándole lo que consideran un agravio contra Emiliano Zapata, por la pintura de Fabián Cháirez, expuesta en el Palacio de Bellas Artes, donde la figura del Caudillo del Sur monta un caballo blanco, desnudo y portando zapatillas estilizadas. El corcel muestra su falo erecto.

También le exigían respuesta a sus promesas de cancelar la termoeléctrica, el gasoducto y el acueducto, construidos en la zona oriente de esa región. Y, el esclarecimiento del asesinato del luchador social Samir Flores, ocurrido el 20 de febrero de 2019. “¡Obrador, mentiroso y hablador!”, eran las piedras de la ira que  caían sobre el Presidente, quien, se percibía a través de los videos, abrumado, cabizbajo, secando el sudor de su frente con un pañuelo blanco.

Por supuesto que se trata de actos de violencia que agravian la investidura presidencial, y que poco a poco provocan un desgaste en la personalidad y perfil popular del Mandatario, porque los denuestos, las imprecaciones, provenían no de sus antagonistas a quienes coloca cotidianamente desde sus conferencias tempraneras, como conservadores, neoliberales, reaccionarios, minoría rapaz, ya que se trataba de gente surgida del surco, del arado, con el rostro curtido por los soles de verano, con las manos morenas callosas por echar la semilla en la parcela, pidiendo con una oración cumpla el milagro de convertirse en alimento.

Creo que la violencia viene escalando en todos los niveles. Y que, aquellos personajes y organismos mundiales y nacionales, que pueden atenuarla, combatirla,

someterla a los cauces de la inteligencia y la razón, no lo entienden así.

Porque primero están los intereses de sus países. De sus grupos. De las ambiciones políticas de poderío, como sucede con el Imperio del Norte, con el fanatismo de Medio Oriente, con la visión de gobernantes que con la mano izquierda dan magros satisfactores, y con la derecha quitan dignidad, entereza, libertad…

Le saludo, lector.

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