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Crónicas para la historia (4).- El Diario, de origen revolucionario, defensor de causas legítimas, juarista a carta cabal, así lo definía Jesús Corral Ruiz.- El periódico que fundó don Jesús, sigue navegando, pero ahora con otro capitán y timonel.- “El periodismo es tarea irrenunciable; no solamente se ejerce, se vive”, decía .- Ya no hay Quijotes…

Bernardo Elenes Habas

La mañana fría del 9 de abril de 1942, Jesús Corral Ruiz, sembró en el corazón del Valle del Yaqui y de Primer número del Diario, 9 de abril de 1942Sonora, la espiga plural de sus ideales.

Cajeme, como todavía se conocía a la incipiente Ciudad Obregón, a pesar de haberse decretado oficialmente ese nombre en 1928, despertó con un nuevo pregón en sus calles desnudas.

Los niños de entonces, descalzos y con el corazón alborozado por su primer día de trabajo, lanzaban al aire limpio de un pueblo sin malicia, conformado por gente de trabajo y de sueños colectivos que remontaban la distancia azul, el nombre del periódico que sería, desde ese jueves diluido en el paisaje y en los años, núcleo y luz, espacio y vida, parcela de ideas y de luchas dimensionales anidadas el sentimiento de los cajemenses:

“¡Diario del Yaqu!, ¡Diario del Yaqui!”, gritaban con voz aguda Alfonso Flores, Antonio Solórzano, Raúl Larrazola, Rodolfo Ortiz, Servando Borbón, Silvino Flores, y otros niños y adolescentes del ayer, quienes grababan en el ambiente aún rural de la comunidad, en el sentimiento generoso de las familias y en la memoria solariega, un hecho que ahora es historia: el nacimiento, hace casi 76 años, del Diario.

Ese abril de 1942, la primavera mostraba su esplendor, con clima agradable durante el día y frío por las noches y al amanecer. Cajeme -Municipio desde hacía 15 años-, despertaba al progreso, y su cabecera, Ciudad Obregón, mostraba la bondad de sus raíces campesinas y de extranjeros provenientes de otros países del mundo.

En esos tiempos de asombros y de visión inquebrantable en pos de mejores horizontes, fungía como alcalde Abelardo Sobarzo (1941-1943). El Palacio Municipal sería construido hasta 1946, y la presa del Oviáchic, iniciaría sus obras en 1947 para ser concluidas cinco años después, 1952.

Las calles de la ciudad se abrían desnudas al cielo, con singulares lodazales durante la temporada de lluvias. Y por las noches, contemplar el cielo, sus constelaciones, era parte delDiario aquí nacio 2 espectáculo natural y mágico, de un pueblo noble.

En ese entorno físico, humano y social, nació Diario del Yaqui, en una casa que aún existe, por calles Zaragoza y Zacatecas, donde el joven Jesús Corral Ruiz (no cumplía aún los 23 años de edad), luego de los preparativos concernientes, la recepción de noticias, su transformación a letras de molde en componedores de mano, y ajustadas las ramas en la vieja prensa Minerva, puso a funcionar los mecanismos, iniciándose el tiraje manual del primer número del Diario, fechado un jueves 9 de abril, que ya es parte de la historia de Cajeme y de Sonora.

Desde entonces y en forma ininterrumpida, Diario del Yaqui ha sido testigo del devenir comunitario y estatal, convirtiéndose en el libro del pueblo, porque sus páginas se alimentaban, también, del talento creativo de escritores y Diario aquí nacio 3poetas, quienes encontraron en su seno de papel, espacio para sus inquietudes, sus sueños, su vocación para sumarse al portento de la incipiente modernidad, aportando la semilla de luz en que se constituye la poesía; el trazado filosófico, social, humano, que define la grandiosidad de la narrativa.

La llama generosa que encendió Jesús Corral Ruiz la primavera de abril de hace 76 años, sigue alumbrando caminos y conciencias, dentro del quehacer informativo. Pero ahora con otro equipamiento humano, otro capitán y timonel, sin la sangre del legendario periodista, en cuyas paredes del que fuera su edificio actual, por calle Sinaloa entre Zaragoza y Galeana, se guarda su voz grave y singular, su guía responsable y humanista, su vocación de servicio social, con limpia visión de progreso por la familia sonorense en general, repitiendo su frase señera: “El periodismo es una tarea irrenunciable, no solamente se ejerce, se vive”.

En 1992, motivado por el cincuentenario del Diario, el periodista Pedro Márquez Trujillo, preguntó, en entrevista, a donDiario actual 2 Jesús sobre el significado de esas cinco décadas periodísticas. Claro, el fundador de dicho órgano informativo no se encuentra ya físicamente entre nosotros para renovar conceptos. Pero conociendo la fuerza y persistencia de sus ideas, se deduce firmemente que la respuesta entregada entonces a Pedro, tiene vigencia:

“Los considero un privilegio que la vida nos ha dado. Años de intensas luchas, de incidencias y conflictos. Pero es justo acentuar que siempre se ha mantenido una línea clara; precisa en cuanto a la ideología del Diario. De origen revolucionario, defensor de las causas legítimas. Juarista a carta cabal. Podemos afirmar con orgullo que hemos hecho de la Doctrina de Juárez nuestro apoyo”.

La parcela de Jesús Corral Ruiz, creció.

La espiga dimensional y señera que plantó con mano firme, ideal definido, vocación limpia, dio Don Jesús discursofrutos colectivos, porque El Diario y la cátedra cotidiana de su fundador, se constituyó en escuela. Y la sala de redacción y los talleres, fueron crisol de nuevas generaciones aptas y vigentes para ejercer un periodismo constructivo, inteligente, creativo, comprometido, porque sus alumnos y los alumnos de sus alumnos, llevaban –y llevan- en el pecho como medalla luminosa, las enseñanzas, los conceptos de Corral Ruiz.

¿Cómo callarlo?

Yo supe de sus sueños. De sus grandes proyectos.

De sus vivencias y batallas en el periodismo.

De su pasión por compartir la sabiduría que el tiempo y la experiencia le habían dado en este bello y controvertido oficio,Don Jesús Corral Ruiz 16 y en la vida misma.

Supe, puntualmente, de su filosofía liberal. Su trazado en el espacio triangular de la masonería, donde, me explicaba, mientras mostraba su mano izquierda en cuyo dedo anular portaba un anillo de oro con el grabado resaltado del compás y la escuadra, que esos símbolos eran para medir las dimensiones del hombre, sus abismos y sus universos…

Supe quiénes fueron sus amigos, pero también sus enemigos. A los que, finalmente perdonó (fui testigo del emotivo abrazo que se dieron él y Miguel Mexía Alvarado durante la administración Municipal de Jesús Félix Holguín, en el trienio 1991-1993), porque su generosidad de hombre de bien, su visión de Don Jesús Corral Ruiz 15grandeza, no podía albergar odios enfermizos.

Y hoy, don Jesús, Maestro y Amigo, pese a que usted andaría acercándose a los 99 años de vida (La Colorada, Sonora, 6 de octubre de 1919), sé, también, que se mostraría lleno de tristeza de ver cómo la barca de papel, letras e ideas, a la que soltó amarras un 9 de abril de 1942, abate banderas, y lo hace herido en su historia. Renunciando sus herederos, a su ideal y su tiempo. A su dimensión liberal y justa, porque ya no hay Quijotes, don Jesús, de su estatura.

Su periódico, Maestro, que en realidad era su prodigioso Hijo Mayor -usted lo supo siempre, así lo concluíamos en nuestras charlas-, fue el libro en el que muchas generaciones aprendimos a leer y a escribir. A sopesar la realidad histórica. A definir las expectativas de la justicia social. A sostener principios y valores en las demandas comunitarias, las que se constituyeron en la primera piedra que marcó la ruta del desarrollo de Cajeme, buscando la distribución equitativa de la riqueza.

Pero también, su Diario, fue aula formidable donde se forjaron varias generaciones de periodistas, y otros maduraron su vocación y profesionalismo, que luego diseminaron conocimientos por la geografía sonorense, como Bartolomé Delgado de León, Carlos Moncada, Francisco y Tere Gil Gálvez, Mario Vázquez Jiménez, Álvaro Zepeda Neri, Albérico Goycochea, Horacio Roldán, Esteban Valle, Manuel BurrDiario cambio 1ola, Salomón Hamed, Antonio Castellanos Olmos, José Escobar Zavala, Rafael Orduño, Pedro y Gilberto Márquez Trujillo, Alejandro Oláis, Fernando Romero Santander, Moisés Ortiz López, Víctor Manuel Zárate Urbina, Manolo Sánchez Hidalgo, Heriberto León Peña, Rafael e  Ismael Montaño Anaya, Adrián Olea Barreras, Mario Castro, Alfonso Araujo Bojórquez, Esteban Carrasco, Mario Figueroa, Rogelio Barraza, David Guzmán Chávez, Cesáreo Pándura, Miguel Cebreros, Juan Meza, Miguel Ángel Alvarado, Marielos Fierros, Jesús Osuna, los hermanos Miguel Ángel, Abel, Trinidad y Javier Morales, Ramón Alejandro Mena, Francisco López, Jesús Rivera, Manuel Ramírez, Faly Camacho, Dimas Norberto Ochoa, Ramón Iñiguez Franco, Jesús Antonio Salgado, Luis Armas, Bertha Alicia González, Marco Antonio Palma, Juan Barragán, Arturo Campos, Cuauhtémoc Mávita, Sergio Ibarra, Eduardo Flores, José Gómez Escobar, Maritriny Sánchez Montoya, Esther Rosas Becerra, Claudia Guadalupe Pérez, Patricia Montoya, Sandra Barraza, Mirna Araujo, Dulce María Juárez, Sixto Román, Maricela Núñez Ortega, Lina Bueno, Bernardo Hidalgo, Yadira Montoya, José María Cerecer, Becker García, Pedro Ayón, Moisés Cano, Edmundo Galaz, Javier Saucedo, Aracely Martínez, Javier Romero, Humberto “Cacho” Angulo, Martín Mendoza, Miguel Ángel Vega, Fabiola Navarro, Herminia Ochoa, Francisco Angulo, Gerardo Robles “El Mago”, Servando Rubio, Luz del Carmen Paredes, y tanta gente que le dio prestigio al Diario desde sus trincheras como reporteros, columnistas, fotógrafos, encargados de secciones.

Asimismo, se definían en fogata que alumbraba el paisaje de la creación literaria, Bartolomé Delgado de León, Carlos Moncada, Miguel Sáinz López Negrete, Juan Eulogio Guerra Aguiluz, Rafael A. Ramos, José L. Guerra, Manuel Burrola, Herón Padilla, Jesús Grijalva, Jorge Lara Castellanos, Eustolio del Río, Mayo Murrieta, Gerardo Cornejo, Gaspar Juárez, José Meraz, Jesús Antonio Salgado, María Constanza, Alejandro Mungarro, Alí Sierra, Daniel Delgado Saldívar, Mara Romero, Mario León Uriarte, Alejandro Román Rivera “Luciano”, Carlos Verduzco Meza, Rigoberto Badilla, Juan Manz, Irma Arana, Francisco Sánchez, José Manuel Franco, Ricardo Nieblas, Emma Clark, Glafira Osorio, Andrés González Prieto, Magda Irma Palomares, Santos García Wíkit, Rogelio Arenas, entre muchos personajes, quienes le confirieron dimensión y luz a la narrativa, la poesía, el ensayo, como después lo siguieron haciendo el puñado de colaboradores del Taller de Literatura, que yo coordiné diez años, y luego Ramón Iñiguez Franco, con Quehacer Cultural.

A estas alturas, El Diario cierra la etapa más trascendente en su vida, la de su nacimiento. Ciertamente, su rumbo primigenio, comprometido con Cajeme, con Sonora, se había desviado cuando en la ausencia terrenal de don Jesús, se izó en su barca la bandera azul de Guillermo Padrés, diluyéndose la guía estricta, la carta de navegación liberal, juarista, trascendente, por él heredada.

Heredó también, a sus amigos cercanos, el amor por la literatura, por la bohemia, por el bolero fino, como aquellos versos singulares y llenos de nostalgia de Gonzalo Curiel que solía musitar antes de partir hacia la eternidad: “Hay que marcharse a punto/ de que la luz se acabe,/ hay que dejar el puerto/ antes de que anochezca./ Y enderezar la vela blanca/ de nuestra nave,/ hacia otro rumbo,/ donde otro amor florezca…”.

Se cierra un ciclo con raigambre y frutos en el periodismo de Sonora. Se abren nuevas esperanzas con los cambios que vienen, que seguramente serán promisorios, porque un exitoso empresario sonorense, Hugo Camou Rodríguez, ha rescatado al periódico en su agonía y retomado su rumbo desde el miércoles 27 de diciembre de 2017.

Nadie duda que brilla el nombre de don Jesús, en esos largos 75 años de historia, y dará espigas en los que vienen, como referente y ejemplo de fundador de uno de los más importantes periódicos del sur de Sonora, siendo un joven lleno de ideales, capaz de retar al tiempo y a la vida, para sembrar la semilla de su horizonte humano y profesional.

Puedo, hoy, en el recuerdo, mirarlo de frente como siempre lo hice, Maestro. Poner en sus manos nuevamente aquel poema que escribí para usted cuando su Hijo Mayor llegó al cincuentenario hace 25 años, ocasión en que por primera vez vi lágrimas en sus ojos…

Ya no hay Quijotes, don Jesús, de su estatura:

Arrimo los tizones de mis versos.

Le pongo nombre al viento. Construyo quimeras con el humo. Escribo sobre el manto de las sombras.

Surge el poema. A veces trasciende en grito herido que recorre la extensión del valle. Luego, suele ser murmullo entre el temblor de la hojarasca.

Finalmente, se convierte en poema lleno de gratitud humana, para recordar al Maestro y al Amigo:

Señor, con esta misma voz con la que forjo en las mañanas/ oraciones de tierra./ Con esta misma voz que ha aprendido a darle cauce a las pasiones./ A conjugar con humildad/ vocablos ignorados/ como Amor. Justicia. Libertad./ Con esta voz que grita y se estremece cuando golpea/ el infortunio a los humildes,/ le hablo y le digo,/ que ha trazado un camino perdurable./ Que junto a la ortiga, abre sus pétalos la flor/ e inunda con aromas su horizonte./ Que el valle, la sierra, la costa, la distancia,/ saben llamarlo por su nombre./ Porque es usted Sonora,/ conjunción de Padre-Hijo./ De sangre renovada en el río sin límites del tiempo.

Yo sé que hoy se le vendrán de golpe los recuerdos,/ e intentarán abrir su luz las cicatrices./ Pero, ¿cuántas batallas no han pasado por sus manos?/ ¿Cuánto rumor de sueños no se han vuelto semilla/ en la parcela vertical de su conciencia?/ ¿Cuántas ideas no han sabido derramar/ sus pródigas espigas?

Ya la maldad no moja sus raíces./ Y las injurias se quiebran en su pecho/ como torrente de aves derrotadas.

¿Quién puede, ahora, vestirse su armadura/ y cabalgar las sombras/ inventando sin tregua la alborada,/ como lo hizo usted, desde un lejano abril/ que huele a tinta, letras, lágrimas?

¿Quién puede enseñar a los demás a navegar un Barco de Papel,/ a edificar -por vocación y compromiso y gratitud-,/ la historia cotidiana de Cajeme,/ a darle brillo a la memoria de Sonora?

Hay una deuda con usted, que no será saldada.

Ya no hay Quijotes, DON JESUS, de su estatura.

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