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En Sonora, primero el proyecto para el 2021.- Esa visión de presente y futuro, dará legitimidad a quienes anhelan relevar a Claudia Pavlovich.- Desafortunadamente, los aspirantes pretenden marcar agenda con el culto a la personalidad, cuando no son, ni por asomo, los mandantes

Bernardo Elenes Habas

En política militante, cuando se llega a los umbrales de aspiraciones a cargos de elección popular, se vuelve, ahora más importante que nunca, la premisa de: primero el proyecto.

Es decir, que aquellos personajes que asoman su intencionalidad de convertirse en candidatos, lo hagan con sustento, demostrando que el núcleo de su vocación de servidores públicos tiene esencia, está fundamentado, y conlleva el compromiso social irrenunciable del bien común.

En Sonora, todo indica que la actividad político-electoral alcanza ya intensidad inusitada. La ciudadanía, y por supuesto con mayor razón la clase oficiante, mantiene muy claros los nombres y perfiles de aspirantes a suceder a Claudia Pavlovich, en Comonfort y Paliza, a partir del 2021.

Cotidianamente, los medios informativos impresos o electrónicos, mencionan nombres, virtudes, posibilidades, de quienes son parte de ese tejido de relojes adelantados; guiones de tiempos y formas propiciados por los mismos aspirantes, sus padrinazgos oficiales, o enclavados en la sociedad civil, cacicazgos y partidos. Obras de teatro huecas.

Así, generan ruido (circunstancial o estratégicamente provocado, para incluir o dolosamente descalificar con fuego amigo o enemigo, a eventuales pretensos), buscando estar en el imaginario colectivo, figuras como Ernesto Gándara Camou, Alfonso Durazo Montaño, Rogelio Díaz Brown, Jorge Vidal Ahumada, Ricardo Bours Castelo, Ernesto Pompa Corella, Ana Gabriela Guevara Espinoza, Javier Lamarque Cano, Alejandro Esquer Verdugo, Jorge Taddei Bringas, Ernesto de Lucas Hopkins, Antonio Astiazarán Gutiérrez, Natalia Rivera Grijalva, Sergio

Pablo Mariscal Alvarado, Célida López Cárdenas, Arturo Bours Griffith.

Por eso, más que la lucha aparentemente subterránea que se vive en Sonora entre grupos, partidos y cofradías de gobierno, sería urgente –los tiempos lo ameritan- que le dieran a la ciudadanía, quienes integran ese amplio listado de solicitantes de candidaturas, el proyecto sustantivo a través del cual se perciba su amor y compromiso irrenunciable por la Entidad, aunque no lleguen a los objetivos cifrados en el triunfo electoral.

Es decir, la visión que tienen para hacer crecer al Estado y su gente, que finalmente arrojaría la personalidad única de sonorenses de carne y hueso dispuestos a transformar la región desde el núcleo de la justicia social, de la distribución equitativa de alternativas de desarrollo sustentable, unidad familiar, respeto a las instituciones, preponderancia del imperio de la ley y aplicación de la justicia sin titubeos.

¿Qué la ley electoral no lo permite, por no ser tiempos de campaña? Como ciudadano, cada sonorense tiene libertad para expresar lo que sueña en bien de su terruño. Campos y caminos para dejar claro, qué es lo que falta para transformar una Entidad tradicionalmente de caciques. Viento y distancia para alzar voces legítimas, tocando hasta temas que podrían lastimar –por primera vez- monopolios económicos, sus enclaves de poder conjugado.

La transformación de un pueblo, como tarea encaminada a buscar cambios de fondo y de forma, debe conducir a sus actores -quienes luchan desde ahora por banderías políticas-, a manifestar actitudes legítimas de transparencia y autenticidad, diferente a otros tiempos, no cayendo en los gastados y obsoletos cartabones de siempre.

Es la hora de romper los viejos moldes impuestos por la clase política y sus partidos. Momento para que sean los propietarios de los votos, hombres y mujeres que construirán representantes populares y gobiernos en tiempo y forma, quienes marquen los derroteros que deben seguirse dentro de una nueva moral del quehacer político, no esperando a que la agenda colectiva sea dictada por pronunciamientos y conceptos de aquellos que anhelan gubernaturas, diputaciones, alcaldías. De los que construyen su armadura desde ahora para llegar protegidos a los campos de batalla electoral, montados en el poderío mediático.

Ellos no son los mandantes. El mandante es el propietario de los sufragios, mismo que, a través del acto republicano de acudir a las urnas, tiene el derecho de construir los gobiernos que más le convengan.

Le saludo, lector.

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