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Encuentro de poetas en los pasillos.- Se sobrepuso la fortaleza del verso y sus propuestas, a las pasiones de poder de los políticos.- Fausto León, trovador de todos los caminos, promueve el poemario de su tío Mario León Uriarte

Bernardo Elenes Habas 

Los pasillos de Palacio Municipal de Cajeme, se llenaron, de pronto, con la luz de la poesía.

Mientras dialogábamos el médico y poeta Rigoberto Badilla y yo en el umbral del edificio, llegó Fausto León, trovador de mil caminos, entregándonos la segunda edición del poemario “Subasta de poemas”, de su tío Mario León Uriarte.

Homenaje a Marío León

Coincidentemente Rigoberto y yo fuimos amigos de Mario. Pertenecientes a una generación de poetas que, siguiendo la tradición de Bartolomé Delgado de León, Juan Eulogio Guerra Aguiluz, Alberto Macías, Jorge García Sánchez, buscábamos sembrar también nuestra semilla para que germinara en una espiga literaria que, ciertamente, dio sus mejores frutos en los años 70.

La magia de la palabra llenó el ambiente palaciego. Se sumó, luego, el periodista Horacio Zamudio. Los versos de Mario brotaron espontáneos. Se recordó a Bartolomé, Neruda, Darío, Martí, Abigael Bohórquez.

Se demostró, más que todo, que el verso es lluvia fresca que hace nacer las palabras. Pero también, fogata que ilumina oscuridades.

Fue, pues, un singular encuentro de poetas en el centro neurálgico de Palacio Municipal. Donde el alma salpicada con pasiones, ambiciones y revanchismos de regidores, funcionarios, políticos, tienen sus potestades.

Recordé que hace algunos meses –marzo-, escribí una crónica sobre León Uriarte, a propósito de un homenaje al pie de su tumba, en el panteón Del Carmen.

En aquella ocasión, expuse: Mario León Uriarte, era espectacular. Fuera de serie. Lleno de talento y de emociones.

Poemario

Se mostraba, sin reticencias, con toda su juventud de raíces rurales. Su perfeccionamiento académico. Su búsqueda incansable en los campos del conocimiento, especialmente la literatura, que le conferían un toque distintivo a su sensibilidad humana.

Convivimos mucho en los caminos de la poesía. Tejido en el que mostraba su capacidad natural para escribir con letra clara y luminosa sus versos en el pizarrón de la tarde. Pero también, para expresarlos con su voz educada de variados matices, porque era un excelente declamador.

Maestro en varias escuelas del Valle del Yaqui, donde sus compañeros que fueron, desde las filas del magisterio, lo recuerdan bien; pero también lo hacen las generaciones de alumnos que abrevaron de su calidad de docente.

Incursionó, igualmente, en la radio y la televisión, de tal manera que en la entonces Televisora del Yaqui, durante los inicios de esa empresa, tuvo un espacio de análisis y opinión política, literaria, social. De vida breve, ciertamente, porque sus discernimientos filosóficos no gustaban a muchos, como suele suceder cuando se tocan los lados oscuros de comportamientos hipócritas y egoístas.

Colaboró ampliamente con la poeta Irma Arana en sus inicios literarios y como promotora cultural, cuando ella logró la edición de su inicial poemario. Fue precisamente en ese tiempo, 1975, en que Mario le dio luz pública a su primer libro “Decires”, luego vendría “Subasta de poemas”.

Un buen día de 1980, Mario se fue a radicar a la Ciudad de México, donde se promovía en el ámbito literario, ofrecía recitales y conferencias, entregando, con alta dignidad, muestras de la raigambre cultural de Sonora, que dimensionaba en su voz, sus letras, su personalidad.

Mario, el hermano de Fausto León Uriarte, tío del trovador Fausto León, enfermó en los años de 1990 sobreponiéndose a sus males, pero sin que lo abandonaran del todo, de tal manera que éstos se recrudecían durante el invierno, pero no permitía que le restaran tiempo y entusiasmo para sus actividades.

Así, un día -16 de agosto de 1991-, regresó a Cajeme, prácticamente a despedirse de sus amigos, porque el 15 de septiembre de ese año, moriría en la ciudad capital.

En ese proceso de despedida llegó a la Sala de Redacción de Diario del Yaqui, donde lo atendí, entregándome su libro “Subasta de Poemas” y la autorización para que los publicara en el “Taller de Literatura” que yo coordinaba.

-La poesía –me dijo, citando a Octavio Paz, en la charla que quedó inmersa en las viejas paredes del Diario-, es la voz más antigua y al mismo tiempo más novedosa de la humanidad…

Le saludo, lector.

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