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José Leonardo Jiménez, Maestro y amigo.- Crónicas para la historia (No. 111).- Murió a los 66 años de edad, cuando aún forjaba sueños y luchaba por ellos.- Fue funcionario público, tiempo en que Jesús Félix Holguín condujo los destinos de Cajeme por dos periodos

Bernardo Elenes Habas

Murió José Leonardo Jiménez Valenzuela.

Maestro de nivel medio, ya jubilado.

Profr. Jimenez y esposa

A sus 66 años amaba la vida. A su familia. Forjaba sueños con voluntad legítima. Luchaba por alcanzarlos.

Hijo del legendario profesor de la Escuela Secundaria José Rafael Campoy, Erasto Jiménez Mexía, de quien heredó su vocación por la docencia y la capacidad de liderazgo.

Los reporteros que cubríamos la fuente de Palacio Municipal de Cajeme, durante la primera administración de Jesús Félix Holguín, hace 21 años, cuando se desempeñó como director de Comunicación Social, lo conocimos bien. Supimos de su capacidad para hacer amigos. De su disposición para facilitar el trabajo informativo.

Eran tiempos en que las fotos tenían que revelarse en el cuarto oscuro que servía de laboratorio en Palacio, o en las redacciones de los periódicos. Las notas había que elaborarlas en máquinas de escribir Remington, Oliver, Royal, Hermes, Olympia, Olivetti. Y la información tenía que recogerse en libretas de apuntes, utilizando velocidad para garabatear frases, y memoria capaz de retener los pasajes importantes del entorno en que se daban las entrevistas o los actos públicos.

Y ahí andaba, al lado de sus amigos los reporteros Pepe, como uno más, como uno de los nuestros.

Después, cuando Félix Holguín fue alcalde por segunda ocasión (2003-2006), ahora bajo las siglas del PAN, partido al que Chuy rescató de su agonía, lo puso de pie y lo volvió triunfador, el Profe Jiménez tuvo a su cargo la dirección del Deporte, porque era versátil: deportista, orador, maestro de ceremonias, animador, y esencialmente forjador de nuevas y nobles generaciones de jóvenes cajemenses desde las aulas de las Secundarias Federales.

Profr. Jiménez

El lunes 4, por la noche, mis amigos Alberto Avelar y Nicolás Tapia, me comunicaron la triste noticia de la muerte de Pepe, con quien hacía algunos meses había platicado en el centro de la ciudad. Se veía bien. Lleno de optimismo. Amable como siempre, comentándome de sus anhelos por publicar un libro con sus textos filosóficos, sus frases llenasde espiritualidad. Era integrante de la Iglesia Adventista.

Acudí a despedirlo junto con Mario Saucedo Gómez y Alejandro Mungarro Daniels, al velatorio del bulevar Ramírez y Chihuahua.

Recordé sus frases creativas. El ánimo con que me impulsaba en mi trabajo literario. El calor fraterno que siempre me entregó.

Miré su rostro reflejando un sueño tranquilo, lleno de nobleza, tras el cristal de su ataúd.

-¡Adiós, Amigo, hay un camino de luz para ti! –le dije, conmovido…

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