Poema de domingo.- Mi generación le cantaba a la justicia, la igualdad, la libertad. Nos gustaba apostarnos en las estaciones, porque creíamos que en los trenes vendría el futuro. Teníamos ciertos los ideales y compartíamos el acto de fe de Neruda: “Tengo un pacto de amor con la esperanza y un compromiso de sangre con mi pueblo”. Sabíamos que contribuíamos a la conformación del Hombre Nuevo, sin importar riesgos, porque la cuota era el amor. Muchos sucumbieron en el camino. Otros, se consumieron en la soledad de sus sueños. Cesáreo Pándura Talamante, nuestro combativo maestro de lógica e ideología, manifestaba que el socialismo estaba a la vuelta de la esquina, pero faltaba quién le encendiera los direccionales. Lo cierto es que, hasta la fecha, nadie se ha atrevido, porque la Cuarta Transformación no es ni remedo fundacional de una ideología. Sólo se asemeja a un circo, donde el único que sobresale, polarizando y burlándose de todo y de todos, es el payaso de las bofetadas.
CANTO NUEVO
Ya no tendrán mis manos
ni mis pies el cansancio
de andar y andar distancias.
La ardiente cicatriz
de mi pecho moreno,https://c0.pubmine.com/sf/0.0.3/html/safeframe.htmlREPORT THIS AD
será tan sólo un símbolo,
una bandera roja
que contará la historia,
herida por herida.
Ya no tendrán mis manos
olor de furia y sangre,
de polvos milenarios
que cada pueblo guarda,
porque al tocar tu cuerpo,
sensible, suave, vivo,
nacerá un canto nuevo,
con la voz de los muertos.
YOREME
Mi corazón yoreme
no ha sido derrotado,
tiene las cicatrices
del tiempo y del dolor,
se le clavaron hondo
extranjeras miradas,
por más de cuatro siglos,
y desde el Maso Koba
-una tarde de invierno-,
brutal, violentamente,
lo hicieron descender.
Cuando la luna crece
y aúllan los coyotes,
se viste de venado,
recorre las llanuras,
busca la serranía,
bebe la libertad.
Pero al morir la noche
y despertar el día,
mi corazón yoreme
lleno de rebeldía,
se vuelve una pitahaya,
herida por el sol.
ARMA
En las horas violentas
de fuegos y metralla,
cuando las estructuras
del mismo viento tiemblen,
y la rosa sucumba y la espiga
padezca,
quiero tener conmigo
tan sólo una guitarra,
con su mira ajustada,
con su canción dispuesta,
para apretar sus cuerdas
y entonar con el pueblo
el himno combativo
de la revolución.
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