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Poetizar, mejor que politizar.- Crónicas para la historia (No. 118).- Entrega APALBA, instrumentos musicales a ITESCA.- El Instituto Schiller mantiene una espléndida siembra de arte y bien común.- Las expresiones culturales dejan huella, caminos imborrables en las nuevas generaciones

Bernardo Elenes Habas

Darles la alternativa de la creación y expresión artística a niños y jóvenes, es sembrar la semilla positiva que conlleve a generar ciudadanos de bien.

Así integran a su formación humana, los valores del arte.

Apalba e Itesca

Lo viene haciendo, desde hace algunos años el Instituto Schiller, con resultados y aportaciones maravillosas de talentos surgidos de los coros conducidos por Ana Linda Ruiz Quezada, que se identifican con la sensibilidad de los cajemenses y se convierten en un arroyo con vocación de río que desemboca en el bien común.

Lo realizaron alguna vez –en los 70- los maestros Cirilo Magdaleno y Ángel Minjárez, dejando sus enseñanzas en la Academia Municipal de Música y la integración con niños y jóvenes de la Banda Municipal que también se convirtió en orquesta, de donde surgieron la mayoría de los pilares de grupos musicales como La Brissa, Pauta Azul y otros.

Ha intentado con especial tesón, Andrés González Prieto, darle seguimiento a ese legado, pero lamentablemente ha sido un incomprendido.

Lo cierto, pues, es que en Cajeme hay talento.

Generaciones nuevas atraídas por la música, la ejecución de instrumentos, la composición fresca y venturosa. Muchachas, muchachos atrapados por la literatura en sus principales manifestaciones: la poesía, la narrativa, sin olvidar el teatro, la plástica.

Ayer martes 14 de enero, la Agrupación Para las Bellas Artes de Ciudad Obregón (APALBA), que preside Irma Arana, ante la presencia del alcalde Sergio Pablo Mariscal; el director de ITESCA, Gabriel Baldenebro Patrón y el legislador Raúl Castelo Montaño, hizo entrega de instrumentos musicales al Instituto, gestionados

Apalba e Itesca 3

por el diputado Castelo.

Y, por supuesto, estas acciones tienen un profundo significado, porque el instrumental de música es puesto en las manos que corresponde: los jóvenes. Para que afinen sus talentos. Para que construyan en el pentagrama social las partituras de donde surja la melodía por el respeto a la vida, por el amor al prójimo, por hacer realidad el sendero de la paz que todos tenemos derecho a transitar, en una sociedad, ciertamente, abrumada por la violencia.

Es, sin duda, una buena semilla que se suma al trabajo sensible y noble del Instituto Schiller, y que, si las escuelas de todos los niveles, desde el básico hasta universidades, suman esfuerzos y voluntades para construir la gran sinfonía por la paz, se estará demostrando que no es con abrazos ni supresión de balazos como se legra la tranquilidad anhelada, sino fortaleciendo la cultura de la dignidad humana, el amor a la libertad y a la vida, el reconocerse como integrantes de una sociedad maravillosa donde nadie es más, donde nadie es menos; sino valorados con la igualdad que solo puede otorgar la esencia sublime del arte.

Bien lo reconoció el alcalde Mariscal Alvarado en el seno de dicha ceremonia, al expresar que:

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“Sin duda, estos instrumentos estarán en buenas manos para que nuestros jóvenes prosigan en la formación humanística y contribuyan, no sólo a compartir melodías, sino que sean los medios para fomentar una cultura tendiente a la instauración de la paz en el municipio, más allá del trabajo operativo”.

Porque, ciertamente, se requiere formar al Hombre Nuevo, y no con las raíces de la ira. No con las ambiciones ciegas por lograr el poder público. Sino con la voluntad congruente de cada familia, de cada ciudadano, de cada institución, actuando sin la bacteria destructiva del odio, del egoísmo.

Es razonable, en verdad, el axioma de que es mejor poetizar que politizar.

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