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Rescatar a la familia, el gran reto.- En México, la pacificación no será posible si el Gobierno de la Cuarta Transformación se empeña en atacar las causas que mantienen el alma herida del pueblo y sus contrastes sociales, con programas clientelares

Bernardo Elenes Habas

Una política social, justa y de fondo, debe avanzar en forma paralela al proyecto de pacificación del país, puesto en marcha por el Gobierno de la República, dentro de los ejes de la Cuarta Transformación.

Sobre la Guardia Nacional, organismo cuyo funcionamiento no queda del todo claro en la conciencia de los mexicanos, se especula que mantendrá coordinación con elementos del Ejército, la Marina y fuerzas policiales estatales y municipales, desde los ámbitos de inteligencia para sofocar brotes de violencia.

Es decir, invariablemente dichos agrupamientos de salvaguarda y prevención, atacarán, como siempre, los efectos provocados por la delincuencia en todos sus niveles, principalmente en el temible rango del crimen organizado.

¿Pero, y las causas que generan esos brotes de conductas antisociales, algunos muy arraigados, quién y cómo las combatirán?

Es evidente que el tejido social de las comunidades del país, está muy maltratado; el alma generosa de los pueblos se volvió, inexorablemente, desconfiada, maliciosa, rebelde, porque los tiempos, la clase política y los mismos gobiernos, contribuyeron a provocar esa mutación de sentimientos que tenían raíz en la bondad, la sencillez y la solidaridad humana, dando paso a la conversión en gente insegura, colocándola, en muchos casos, en el borde de la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, con una lamentable pérdida de capacidad de asombro, de deshumanización gradual…

Si el gobierno de la Cuarta Transformación ha marcado su ruta invariable para pacificar a México, depositando en la Guardia Nacional

ese portentoso cometido, es preciso que sus operadores, sus ideólogos, pensadores quienes saben trascender en la línea del tiempo con herramientas propicias, preparando el advenimiento futuro a través de cambiar el presente, tengan claro que hace falta, también, crear un frente nacional de grandes proporciones encaminado a detectar los núcleos de injusticia social, los espacios donde la economía de las familias las mantiene estáticas o en retroceso, sin horizonte cierto, sin sueños benéficos que les alimente el alma.

Porque, ya comienza a comprobarse que no son suficientes los apoyos directos del Gobierno de la República a mexicanos de la tercera edad, para que sobrelleven su tramo final por la vida. Como tampoco son satisfactorios los respaldos a jóvenes que estudian, que trabajan, o no lo hacen, porque no deja de ser una filosofía paternalista y clientelar, humedecida por la desconfianza.

Y todo esto permite sopesar que se está descuidando la célula fundamental de toda sociedad: la familia.

Destruyendo sus valores, sus principios. Enfrentándola a cambios que desgastan su espíritu primigenio, en lugar de fortalecerlo.

Aquéllos que se han propuesto la pacificación del país, tendrán que enfocarse también a luchar contra las causas de la grave problemática de la violencia en pueblos y ciudades, y no solamente pretender combatir los efectos.

Deberán aceptar que es la economía, la que no ha sido conducida por los puentes de la verdadera justicia social, la que está fallando.

Que la falta de equilibrio en la distribución justa de la riqueza que es heredad común de todos los mexicanos, provoca familias desintegradas por la ausencia de oportunidades; donde la mesa ante la que se sentaban padres e hijos, a la hora de los alimentos y las palabras fortalecedoras de cuerpo y alma, prácticamente se ha borrado de muchos hogares, porque en miles, millones de ellos, la madre se constituye en jefa de casa, y generalmente a la hora de la comida no está presente porque tiene que trabajar para proveerse de algunos alimento, quedando los niños a merced de la calle, sus acechanzas, que se convierten, con el tiempo, en senderos tortuosos por donde se llega al infierno de las drogas, el robo, la prostitución, la violencia indecible.

Atender la integración de la familia para la pacificación de México, desde su alma lastimada, se convertiría en un gran reto nacional.

Sería una proeza transformadora, capaz no de construir nuevos valores y formas, sino de rescatar el espíritu que los tiempos y los malos gobiernos han destruido.

Sí, ese espíritu acribillado por economías cifradas en corrupción y ambiciones de grupos. Propiciando abandono, miseria, egoísmos, donde cada ser humano, hombre, mujer, joven, niño, tiene que luchar por su supervivencia en una jungla enmarañada y cruel, espacio de poderosos, en que la familia, poco a poco, está dejando de existir como embrión de toda sociedad…

Le saludo, lector.

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