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Viene a Cajeme la Guardia Nacional.- inevitable pensar que algo está funcionando mal en la integración de ese cuerpo policial, aún con las sospechas de mano negra, como afirma AMLO.- Para bien de México, de Sonora y de Cajeme, es deseable que todo salga bien

Bernardo Elenes Habas

Contra todos los argumentos, en los que se incluye la sospecha de que hay mano negra buscando desestabilizar el funcionamiento inicial de la Guardia Nacional, es inevitable reconocer que algo anda mal en la integración de esa fuerza de vigilancia y acción.

Surgen protestas de integrantes de la Policía Federal, en el Centro de Mando de Iztapalapa, quienes se niegan a ser obligados a integrarse a ese grupo de salvaguarda, y realizan plantones que, ciertamente, son ya del conocimiento de todo México y, por supuesto de otros países del mundo.

Asimismo, se filtran inconformidades de quienes pasaron de las filas del Ejército y la Marina al nuevo grupo creado a instancias del presidente Andrés Manuel López Obrador y supervisado por el Secretario de Seguridad Nacional, Alfonso Durazo Montaño, con el objetivo de pacificar al país.

Pero, contradictoriamente, en lugar de cumplir con esa premisa de pacificación, las evidencias que llegan a la conciencia ciudadana definen que, de entrada, están generando focos de inestabilidad interna entre aquellos que serán o ya son sus miembros efectivos, quienes deberían ser los primeros convencidos de la misión que tienen que cumplir, y que, al parecer, esos enunciados filosóficos de servir a la patria con fe ciega, como si se vivieran tiempos de guerra declarada, sólo existen en el pensamiento y el discurso del Presidente.

Indudablemente que fue muy precipitada la conformación de la Guardia Nacional, porque tal vez se creyó que se trataba solamente de cambiar unidades,

compañías y batallones de elementos que jamás protestan y menos se insubordinan, de una plataforma a otra.

Nunca se tomó en cuenta que se trata de seres humanos, con disciplina militar o policial, con obligaciones pero también con derechos laborales y humanos, a quienes se les debe respetar esas garantías, porque son, también, mexicanos.

Y, lo más grave, podría suponerse que se hizo pensando a medias en detener la oleada de violencia que azota a las regiones del país, pero también pretendiendo dejar constancia de los beneficios de un cambio transformador para consolidar la nueva visión progresista gubernamental. Y, esto se corrobora con los recientes comentarios de AMLO en entrevista en el periódico La Jornada el 1 de julio, cuando expresó “si por mí fuera, yo desaparecería al Ejército y lo convertiría en Guardia Nacional”, de tal manera que se contaría con una gran fuerza policial capaz de terminar con la inseguridad que impera en algunas zonas del país. Aunque, enseguida acotó: “Una cosa es lo deseable y otra lo posible”.

Lo lamentable, aquí, es que esa semilla de la Guardia Nacional que debió ser planeada quirúrgicamente, sin flancos débiles, está arrojando ante la inteligencia

ciudadana, certeza de que se descuidaron muchas aristas, las que hoy están tronando, y no porque los policías federales obedezcan a estrategias políticas opositoras, sino que, se puede percibir, que defienden sus derechos como cualquier ser humano lo haría en el contexto de una democracia.

Y ese caso, el que se pensaba que no tendría mayores consecuencias, obligó al Presidente de la República a emitir un comunicado de viva voz, exponiendo sus puntos de vista y hasta sus sospechas de “mano negra”, y el del Gobierno a su cargo.

Por cierto, ya se anunció para Cajeme, que en el transcurso de julio se procederá al despliegue de fuerzas efectivas de la Guardia Nacional, correspondiendo, de los 1,870 elementos dispuestos para Sonora, 460, que se distribuirán en éste y otros municipio aledaños de la región.

Le saludo, lector.

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