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Diálogo

David Figueroa

Violencia y polarización.

Este pasado fin de semana se dieron a conocer las cifras oficiales de homicidios dolosos cometidos durante el primer trimestre en nuestro país y los resultados no podrían ser peores. 

La desenfrenada violencia que vivimos arrebató la vida a 8,493 personas, convirtiéndose así en el trimestre más violento desde que dio inicio este registro estadístico en 1997.

Según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública se registró un incremento del 9.7% en homicidios dolosos comparado con el trimestre anterior del 2018, mientras que los feminicidios también se incrementaron al pasar de 199 a 244, y los secuestros de 267 a 441. 

En promedio cada día 93 mexicanos son asesinados.

Las imágenes de barbarie en la masacre de este fin de semana en Minatitlán, donde 13 personas fueron ejecutadas y entre ellos un menor de edad de apenas un año de vidaretrata el México violento y descompuesto que describen las estadísticas.

Las reacciones públicas que se han generado a raíz de estos hechos y las últimas estadísticas parecieran seguir el camino de polarización y fracaso de los sexenios anteriores. Por un lado, el presidente Andrés Manuel López Obrador lanzando consignas en sus mañaneras a sus opositores con frases como “No cabe duda de que la única doctrina de los conservadores es la hipocresía. Son como sepulcros blanqueados”;  mientras tanto la oposición le carga los muertos tal y como como él, lo hizo con sus predecesores.  

El juego perverso de convertir las muertes en propaganda para lucrar políticamente se debe frenar, la deshumanización ante tanto dolor y muerte nos degrada como civilización. 

Y cuando una civilización se deteriora, la única posibilidad de reconstruirla es con la acción determinada del gobierno, para romper con la impunidad y corrupción en conjunto con una sociedad civil demandante y participativa, pero con voluntad constructiva y no destructiva basada en la división. 

Con visión de futuro más allá de un sexenio o el nombre de un Presidente que bien o mal, pasará a la historia por sus resultados y no por sus dichos. Es posible que un candidato consiga el triunfo por su discurso, pero no un gobernante. Ya no.

Para pacificar al País se requiere unidad y no polarización, el presidente bien haría en dejar de repartir culpas, y asumir su responsabilidad en la construcción de un México en paz y de prosperidad. 

La estrategia para lograr la seguridad requiere de sensatez y el Congreso de la Unión dio el primer paso al aprobar por unanimidad la guardia nacional, esto genera esperanza para ir al encuentro de ideas y a la unidad en el propósito, más allá de las legítimas diferencias que se puedan tener en una democracia.

La unidad es el mejor camino que el Presidente debe tomar y unidad no es que todos los mexicanos estén de acuerdo con él; ha llegado la hora de estar a la altura y dejar de lado la retahíla del pasado para acabar con el orden violento que tanto dolor y sufrimiento han traído a México se requiere que el Estado funcione y sólo hay una forma: madurez y compromiso con la tarea encomendada por millones de mexicanos.

Agradezco sus comentarios y retroalimentación a través del correo electrónico davidfigueroao@me.com; y en redes sociales: Twitter @DavidFigueroaO /Fb David Figueroa O.

Reseña: David Figueroa Ortega es empresario, Ex Cónsul de México en Los Ángeles y San José California; Ex Diputado Federal; Ex Alcalde de Agua Prieta; Ex Dirigente del PAN en Sonora

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