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En las últimas décadas, la sociedad se ha visto inmersa en una crisis social económica y política propiciada por el cúmulo de carencias de diverso tipo: La pobreza, la inequidad, la desigualdad, la marginalidad, la corrupción, y la constante violación a los derechos humanos que se ha extendido ampliamente. La salud, como fenómeno ligado a variables sociales se ve notable y rápidamente afectada por estos cambios. Varias interpretaciones se podrían hacer de los efectos de una sociedad globalizada actual, como la presunta relación con las presiones y estrés a las que están sometidos los estudiantes hoy en día.

La vulnerabilidad social se relaciona con los grupos socialmente vulnerables, cuya identificación obedece a diferentes criterios: algún factor que los hace más propensos a enfrentar circunstancias adversas para su inserción social y desarrollo personal, el ejercicio de conductas que entrañan mayor exposición a eventos dañinos, o la presencia de un atributo básico compartido (edad, sexo, condición étnica) que se supone les confiere riesgos o problemas comunes. Ser vulnerable implica fragilidad, una situación de amenaza o posibilidad de sufrir daño emocional en el plano de la percepción subjetiva, y se presenta como un sentimiento de indefensión. En toda caracterización psicológica, la adolescencia ha sido considerada como etapa crítica o calificada como momento o crisis vital de alto impacto. La adolescencia es para algunos, como un segundo nacimiento: hay que adaptarse a un nuevo cuerpo, a unos padres que se des-idealizaron, a nuevos roles, y empezar a dibujar un proyecto de vida propio, independiente. La cultura actual ha creado un nuevo contexto, en donde los individuos han tenido que enfrentarse a nuevas maneras de vincularse en lo social y con los otros, esto ha traído a nivel subjetivo transformaciones, sobre todo en la manera como estos sujetos establecen lazos sociales. Hoy en día se promueve la dependencia social e individual con respecto a los productos, el adolescente como sujeto que difícilmente es “algo” si no consume, por lo que se da una generación de adicción, con alejamiento de sus propias fantasías y sentimientos, por ejemplo, con su redes sociales. La exaltación desmedida de la juventud y la belleza como fuentes del éxito fácil, en donde el cuerpo se fabrica como un objeto más dispuesto a entrar en las ofertas del mercado, se convierte en el instrumento ideal para situar el hedonismo como valor fundamental de nuestro tiempo. Esta cultura audiovisual que promueve la sociedad de consumo (cultura de la imagen) disminuye en los adolescentes la capacidad de abstracción, imaginación, y creatividad, estimula la dependencia en espera de que algo los movilice, lo que es abiertamente incompatible con los valores de esfuerzo, responsabilidad, disciplina, dejando al adolescente desprovisto de herramientas para enfrentar las dificultades de la vida. Es por eso que a las nuevas generaciones se les ha llamado: “generación de cristal” o frágiles, debido a que todo o casi todo es causa de “ofenza”. Así mismo el ruido y las escenas violentas caracterizan las imágenes que ejercen su influencia en respuestas colectivas, generando un verdadero “desasosiego cultural”, sobre todo para los más jóvenes. Los adolescentes se viven a sí mismos en función de sus redes sociales, más por como son presentados en la sociedad, que por lo que realmente son y hacen, se comportan como los medios los muestran: transgresores, consumidores, individualistas, probablemente movidos por la necesidad de identificarse con algo. 

La percepción por parte de los adolescente del trabajo, como principal problema que enfrentan en el contexto de la falta de oportunidades y medios que hoy les brinda nuestra sociedad, implica el reconocimiento de una situación simbólicamente violenta. Dichos factores se superponen a la incertidumbre específica del propio proceso adolescente; si es difícil pasar por un período de cambio y reestructuración, como lo es la adolescencia, lo es más, en una era de cambio y transición radical como la nuestra, esto puede generar un desequilibrio del desarrollo psicosocial que conduce a un incremento del riesgo para la presencia del fenómeno suicida en los adolescentes. El caso de la estudiante del ITAM que falleció a causa de complicaciones de una convulsión, probablemente por epilepsia, derivo en un sin fin de vulnerabilidades en los estudiantes; presiones en los estudios, requisitos, horas extenuantes de lectura y todo a quello por lo que las generaciones atrás también cursaron, no justifico que sea correcto o sea incorrecto, pero hoy sabemos que es un caso interesante que seguramente cambiará los procesos futuros en psiquiatría y psicología y el tratamiento de los nuevos pacientes.

Dr. César Álvarez Pacheco

cesar_ap@hotmail.com

@cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.

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