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Este Coronavirus calificado como pandemia universal, dimensión nunca vistal,  causando  gran pavor nunca visto, originando una  fervorosa espiritualidad acudiendo en auxilio al poder de Dios y el socorro de María Santísima para aminorar esas angustias de tan dañina  plaga, que ya ha cobrado  miles de muertes en todo el universo, mas las que se acumulen si no se le detiene. Observando  que tal inquietud también se mueve  en las redes sociales del internet, intercambiándose todo género de oraciones y formas al auxilio divino.  Espiritualidad que ha resurgido hasta aquellas personas que tenían abandonada su fe. Ese es pues el panorama de miedo que se presenta  en estos instantes.

Sin embargo, me ha resurgido la ocurrente meditación con relación a ese gran afloramiento  surgido por nuestra fe en Dios. Una vez  que todo esto concluya, quienes tendremos la fortuna de haber – hay que ser optimistas de no salir premiado  – conservado la vida y ver de nuevo  la espectacular belleza de la luz  de un nuevo amanecer ¿QUÉ RESPUESTA DAREMOS A ESA FE EN DIOS QUE FERVORSAMENTE  INVOCAMOS SU AUXILIO? He ahí  la cuestión en que realmente se someterá nuestra existencia una vez pasada esa gran tormenta de miedo y de  angustia, difícil de contestar en estos momentos lo que se espera. Y ampliando la pregunta ¿CONTINUAREMOS CON LAS MISMAS DEBILIDADES ESPIRITUALES

En especial referencia al alejamiento, que actualmente se tiene de no frecuentar el templo de nuestra Venerable Madre Iglesia , que no sea solo por un interés social,  para  asistir, con legitima fe, a la Santa Misa con el interés de recibir  la SAGRADA EUCARISTÍA, la máxima expresión de nuestra fe, donde se celebra diariamente en todos los templos católicos, para rememorar la Muerte y Resurrección  de nuestro Señor Jesucristo  Ausencia que lamentablemente es muy considerable, significando un auténtico reflejo de la pasividad e indolencia de la fe cristiana adquirida en nuestro bautismo. 

A pregunta expresa de algunos de esos ausentes a misa, sobre todo refiriéndose a la dominical, la Fiesta de guardar. Ese día tan especial, fríamente se lo dedican preferentemente al descanso  o a otras actividades familiares o sociales. Reflejo claro de esa referida indolencia que lamentablemente abunda en el rebaño del Señor. Misma que hoy ante los miedos del coronavirus, se acude fervorosamente a su Divinidad y al socorro de María Santísima. No quepa duda que a pesar del desdén de  tal alejamiento, el continuará como siempre atendiendo  amorosamente las súplicas de sus hijos, respetando su libre albedrío     

Continuando con la perspectiva de ver salvaguardada nuestra la vida,  qué mejor auxilio divino se podrá tener, empezando ya por asistir a misa con mayor frecuencia,  al menos a la dominical y renovar la fe y corresponderle al Señor su divina respuesta a nuestras súplicas para protegernos de estos aciagos momentos. 

Si finalmente, al salir airosos de tales angustias, se continúa con la misma apatía, dando así clara respuesta al cuestionamiento referido, el mismo Señor, como Padre, de todas maneras no nos abandonará,  continuará   amándonos. Pero si se decide a cambiar de ruta y se vuelve a la Casa del Padre, se alegrará intensamente, como sucedió con el Hijo Pródigo del Evangelio.

Comparto con ustedes una más de mis OCURRENCIAS inspirado en estos momentos de encierro y por las mismas circunstancias del pavor  y de las perspectivas que existen después del coronavirus. Confiando que mis letras, no se tomen como una especie de  reproche,  que no tiene ese espíritu, solamente como noble guía invitándoles volver al feliz y verdadero camino de la fe,  que a veces se olvida por el mismo ajetreo e insensibilidad cristiana en que nos envuelve la vida misma. Ya  mis dos o tres lectores una vez vivitos y coleando, prometiéndome apagarán a fin el Cirio de la  Esperanza ofrecido a Dios y a María Santísima, asistir a misa, al menos los domingos, muy agradecidos por atender sus  súplicas. Como siempre me despido con gran amor 

RENE GIL GUTIERREZ

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