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Ayer seguramente a través de la televisión mundialmente se pudo observar  y escuchar con gran fe, la muy respetable presencia  de nuestro querido Papa Francisco, que ante el trance, los temores y la angustia que padece la humanidad entera por el CORONAVIRUS, en su carácter de padre de nuestra Iglesia Católica, realizó ahora en forma extraordinaria, fuera de las dos fechas tradicionales,  la oración Orbi et Orbi, la bendición papal dirigida al mundo entero conllevando el mensaje de aliento y el respaldo clamando al Divino Sagrado Corazón de Jesús y el auxilio  de María Santísima,  su  intervención ante esta pandemia universal. 

Sublime acto que ahí en nuestro sugerido encierro pudimos admirar su celestial representación y el culmen sucedió con la exposición y la presencia  de Jesús Sacramentado, confianza, esperanza  y alivio que generó en nuestros corazones al invocar su ayuda, aflojando nuestros miedos y angustias. Al menos eso fue lo que en mi interior aconteció,  lo que seguramente ustedes habrán reaccionado igual.

Aunado  a ese grandioso acto papal de su extraordinaria  bendición, fue la exposición y presencia de JESUS SACRAMENTADO, LA SAGRADA EUCARISTÍA ahí expuesta, que por la misma fe y el admirable y grandioso escenario del templo del Vaticano en que se depositó,  sentimos una enorme emoción, elevando nuestras oraciones por su divina intercesión  

Ante esta aterradora situación confiemos en Dios que algo bueno va dejar esta pandemia universal, especialmente el resurgimiento  de la Fe, sobre todo de aquellos hermanos bautizados que por su frialdad y por los diversos caminos de la vida han abandonado la práctica de los sacramentos,  sobre todo,  la Sagrada Eucaristía, establecida por El Señor Jesús en la Última Cena, que aún en la más modesta y pequeña capilla, tiene el mismo valor espiritual de la aludida y grandiosa Iglesia de Roma donde fue expuesto el Santísimo 

Aprovechemos estos difíciles y aprovechables momentos para reflexionar sobre nuestra fe, cómo se encuentra, cómo la estamos ejerciendo y cómo la habremos de desarrollar dentro y más allá de esta enorme crisis. Queda pues esta gran oportunidad personal para discernir el futuro de nuestra fe, que de los males pasados, como el coronavirus, por la gracia de Dios desaparecerá. 

Si finalmente se permanece igual, cada quien es responsable de su vida y por su bautismo continúa siendo hijo de Dios.

Otra OCURRENCIA más aprovechando las circunstancias de este CORONAVIRUS TIME. Con gran amor 

RENE GIL GUTIERREZ

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