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A mis 88 años de edad me sentía campeón de la salud. Regularmente de lunes a viernes hago una rutina de caminata y ejercicios corporales en un parque cercano a casa a partir  de  las 5.00 am. En mi interior presumía  de ello, hasta prometí, muy entusiasmado y optimista seguro de mi salud, a mis compañeros de caminata, invitarlos a compartir un sabroso pastel, en el mismo parque, en ocasión de mí ya próximo onomástico # 90.

Soy el mayor de un grupo de amigos íntimos, todos menores que yo, pero ya con achaques visibles, usando siempre su fiel bastón. Al verlos a ellos así,  me sentía todavía más campeón, invencible de algún achaque

No obstante a ese optimismo, comencé a sentir repentinamente una leve  dolencia en mi pantorrilla izquierda que fue aumentando poco a poco,  sin darle mayor importancia, acudiendo solo a la clásica pomada para atacar esa dolencia. Sin embargo con mi  espíritu de campeón y desestimando que fuera algo de mayor consideración,  me negaba acudir al médico para consultarle el origen de esa molestia, continuando con mi rutina diaria.

Así transcurrieron unos tres meses. Llegó el momento en que el mal hizo crisis en mi humanidad sobreviniéndome un dolor intenso, sin poder dar paso.

Ayudado por mis queridas hijas que en ese momento estaban presentes, “vergonzosamente me pusieron en una  silla de ruedas” y fui a parar con el médico, con la pena que en la sala había gente muy conocida que sabían de mis antecedentes como eterno deportista y me hicieron “bulling” por el estado en que llegaba.

Después de una radiografía y otros reconocimientos, resultó ser una FLEBITIS que según Google es “una  Inflamación de las venas que suele ir acompañada de la formación de coágulos de sangre en su interior”.

Ya entrados en mí reconocimiento médico,  vinieron enseguida otros exámenes con resultados negativos, hipertensión y otras linduras. Ya adquiridas las medicinas recomendadas y el calendario correspondiente para tomarlas,  afortunadamente pronto, apareció el alivio de mi pierna y el obligado reposo indicado por el médico por dos semanas para recuperar mi salud perdida

Este invencible campeón al fin había caído a la lona.  Pude levantarme a la cuenta de cinco, aprendiendo entonces la lección que me daba la propia vida, para evitar un nocaut. Ya en mi obligado descanso he sacado las conclusiones siguientes

1º  pese a mi avanzada edad y sentirme pretensiosamente campeón invencible, deberé, en adelante, examinarme periódicamente – la última visita con el médico data de  cuatro años atrás –  en previsión de  males mayores por la razón natural que el cuerpo, maravilla de la creación, necesita en forma periódica y sistemática conozcamos nuestro  estado de salud, según las normas del IMSS, por la lógica razón que le vamos echando encima a nuestro cuerpo, sin medir riesgos, todo lo que se nos antoja , como a mí me pasó, y comienza a protestar con algún mal sencillo que luego se extiende por nuestra propia desestimación.

2º  Si tanto nos queremos ¿Por qué no hacer con nuestro cuerpo como lo hacemos con nuestro auto, que con gran delicadeza lo limpiamos todas las mañanas, le damos oportuna y celosamente  sus servicios periódicos en base al carnet que nos proporcionó la agencia para su conservación,  etc.?

3º Además de la periódica revisión médica  mencionada, vamos pues también a cuidar generosamente nuestro hermoso cuerpo, iniciando un régimen alimenticio saludable en base a la más adecuada alimentación y bebidas respectivas.

4º Lo mismo, quizás lo más importante,  tomar el volumen de agua necesaria que nos hidrate  lo suficiente, como ir por el desierto que es nuestra misma vida,  para seguir caminando con salud hacia nuestro destino.

5º Evitar todos los excesos que entran por la boca y que son asimilados por nuestro cuerpo.

6º  Muy importante y necesario complemento, ejercitar física y sistemáticamente nuestro cuerpo y no solo para estrenar el tenis nuevo que se compró para ese fin, pero que quedó almacenado, indefinidamente, sin proseguir ese régimen de ejercicios tan indispensable para mantener saludable nuestro cuerpo.

7º  A manera de reflexión y como remate de estas conclusiones, consideremos que en la medida que negligentemente y abuso personal le damos a nuestro cuerpo,  de la misma manera le vamos quitando años a nuestro destino final. Ya lo hemos visto en gran número de personas cercanas a nosotros.

Seguramente habrá muchas otras cosas, de igual importancia, omitidas sobre este tema de la salud, relatando esta experiencia personal para que ustedes, en carne ajena, “agarren la honda” no recortemos años a la vida previniéndola de males mayores. Si no……………pueden hacer lo que quieran, que al fin es su lindo cuerpo el que después les pedirá cuentas.

Los saludo cordialmente  con otra más de mis OCURRENCIAS, lamentando no poder aceptar en estos momentos ninguna invitación que desfase mis cuidados y la  rigurosa dieta, recuperar pronto mi salud para cumplir con ese compromiso de mi 90º aniversario, compartiendo el pastel aludido con mis amigos caminadores. Amén

RENE GIL GUTIÉRREZ

 

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