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Acidificación de las aguas, blanqueamiento de corales, clima tormentoso, desplazamiento y extinción de especies, entre sus efectos

El cambio climático, fenómeno que en el último siglo han disparado factores antropogénicos, amenaza a la fuente mayor de vida: los océanos. Atlántico, Pacífico e Índico, las tres grandes masas de agua del planeta que circundan sendos continentes, ocupan el 71 por ciento de la extensión global y aportan el 50 por ciento del oxígeno que respira la humanidad.

Las evidencias echan por tierra la antigua creencia de que océanos y mares son fuente inagotable de alimentos y tienen una capacidad infinita de resiliencia, cuando en realidad los agobia la sobreexplotación de sus recursos y su utilización como gigantescos depósitos de desechos de todo tipo, principalmente plásticos.

A esos excesos se suma la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) que elevan la retención de calor en la atmósfera, modifican el flujo de las corrientes marinas, responsables de repartir el calor por todo el planeta y, en conjunción con los movimientos atmosféricos incrementan la temperatura de las aguas superficiales marinas, lo cual impacta al fitoplancton, principal eslabón de una cadena ecosistémica que libera oxígeno y absorbe bióxido de carbono (CO2).

Los océanos juegan un papel muy importante en el sistema climático de la Tierra, ya que absorben y transforman un 25 por ciento del total de CO2 producido por las actividades antropogénicas.

El aumento de CO2 atmosférico impacta directamente el funcionamiento del ciclo de carbono en los océanos y puede provocar daños irreversibles al ecosistema marino del planeta, debido que las grandes cantidades de CO2 que deberían ser absorbidas de manera natural por el fitoplancton no se procesan adecuadamente y cerca de 30 por ciento del volumen total se acumula en los fondos marinos, lo que ha elevado en 30 por ciento, a partir de la Revolución Industrial, la acidez de los océanos.

De continuar esta tendencia, para el año 2050 la acidez del mar habrá aumentado 150 por ciento. Por ello, con el fin de reducir la acidificación de los océanos, México, a través de su participación en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), coadyuva a la reducción de emisiones de CO2.

Por otra parte, ante estas evidencias, científicos de distintos países proponen salvaguardar seis grandes áreas oceánicas del planeta si se quiere preservar la vida en el mar, y atender con premura el factor de mayor preocupación: la acumulación de GEI en la atmósfera desde el siglo XVIII, cuyo componente mayor es el CO2, con 60 por ciento, seguido del metano (CH4) con 20 por ciento; el óxido nitroso (N2O), 6 por ciento, y los halocarbonos, con 14 por ciento (PNUMA, 2002; IPCC, 2007a).

Pese a que México no es un gran emisor de GEI a nivel mundial, los efectos del cambio climático se resienten en el territorio nacional, incluidos por supuesto, los océanos y mares que bañan nuestros litorales, y podrían intensificarse en el futuro.

Temperatura en ascenso.

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Según el Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC, 2015), el calentamiento global continuará más allá del siglo XXI, mostrando variabilidad interanual, decenal y regional; el Ártico se calentará más rápido que el resto del planeta y los continentes se calentarán más rápido que los océanos.

La temperatura superficial marina se incrementó 0.11 °C entre 1971 y 2010 por década (IPCC, 2013).  A su vez, la temperatura media nacional durante 2015 fue de 22.1 °C, valor 1.1 °C por arriba del periodo 1981-2010, temperaturas que hacen de 2015, junto con 2014, los más cálidos desde 1971 (Conagua, 2015).

Sin embargo, el incremento de temperatura nacional no ha sido homogéneo a lo largo del territorio. Por ejemplo, en 2015 los promedios de temperatura media anual más altos (de entre 30 y 35 °C) se registraron en la vertiente del Pacífico desde Chiapas hasta Baja California Sur y en el Golfo de México y el Caribe. Los promedios más bajos en Durango y Chihuahua (10 a 15 °C).

Según la evaluación del IPCC (2013), entre 1983 y 2012 ocurrió el periodo más cálido de los últimos 1,400 años, y generó mayor frecuencia de ondas de calor en Europa, Asia y Australia (IPCC, 2013). (https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/314954/Situacion_CC_completo_2015.pdf

Elevación del nivel del mar

Otro efecto del cambio climático es la elevación del nivel del mar desde principios de los años setenta, tanto por la expansión del agua de los océanos al absorber cerca del 90 por ciento del calor adicionado al sistema climático (IPCC, 2013), como por el agua que se derrite de glaciares y otros mantos de hielo y llega a los mares.

Ambos factores han sido responsables del 75 por ciento de la elevación del nivel medio global del mar. (IPCC, 2013), aunque algunas zonas siguen un patrón opuesto a la tendencia global de calentamiento (IPCC, 2007b).

El alza total del nivel medio del mar durante el periodo 1901-2010 fue de 19 centímetros, con un rango que oscila entre 17 y 21 centímetros (IPCC, 2013), mientras el ritmo promedio de ascenso del nivel para el mismo periodo ha sido de 1.7 milímetros por año. (IPCC, 2013).

El calentamiento de los océanos, el deshielo de los glaciares y de los mantos de hielo continuarán provocando el incremento del nivel del mar durante el siglo XXI. Hay dos escenarios posibles: 1. Para el lapso 2081-2100 el nivel del mar podría aumentar respecto del periodo 1986-2005 en más del 95 por ciento, desde los 0.26 a los 0.98 metros según la concentración de GEI que se libere, y 2. el 70 por ciento de las costas del mundo pueden experimentar un cambio de nivel del mar (ascendente o descendente) de hasta un 20 por ciento del valor medio mundial.

El cambio climático afectará también el ciclo del carbono, con lo que se intensificará el incremento de CO2 en la atmósfera y en los océanos. En consecuencia, los mares y océanos se acidificarán globalmente para finales del siglo XXI, aunque podría presentarse una recuperación lenta a partir del 2050.

La elevación del mar en el Golfo de México varió entre 1.9 milímetros en Veracruz, Veracruz, hasta 9.16 milímetros en Ciudad Madero, Tamaulipas. En el Pacífico sobresalieron Guaymas, Sonora y Manzanillo, Colima, con incrementos anuales de 4.23 y 3.28 milímetros, respectivamente (INE et al., 2008)

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Zonas costeras ¿inhabitables?

Ante la progresiva elevación del nivel del mar, la organización alemana SOS Océanos explica en su informe (2010) “Viviendo con los mares” que por los efectos del cambio climático las zonas costeras, donde reside la mayor parte de la población mundial, serán inhabitables y las personas deberán replegarse tierra adentro.

Sostiene que ni grandes inversiones, aun en países altamente desarrollados como los del norte de Europa, podrán frenar la elevación marina y la inmersión de localidades enteras, a lo que se agregan la contaminación y la sobreexplotación de los océanos que impactan profundamente al mayor ecosistema del mundo.

Flora y fauna, en peligro

En respuesta al cambio climático, son relevantes las modificaciones que ocurren en las especies de flora y fauna, tanto en las áreas de distribución geográfica, como en los patrones de migración y las interacciones con otras especies (IPCC, 2013).

Al alterarse la temperatura de mares y océanos cambia el suministro de nutrientes de los ecosistemas marinos, la composición química del océano, los vientos y las corrientes oceánicas, y se producen eventos hidrometeorológicos extremos que afectan la distribución de alimento, los ciclos de reproducción y las migraciones de animales marinos, entre otros efectos sobre millones de especies que dependen del mar para obtener su alimento, incluidas las poblaciones humanas.

Y si bien los organismos marinos tienen mejor y más rápida capacidad de respuesta a los cambios climáticos que los terrestres, a medida que el clima se calienta, flora y fauna marina se desplazan hacia los polos y esto afecta al resto de los ecosistemas marinos, terrestres e insulares. Esto provocará invasiones en latitudes altas y elevadas tasas de extinción en los trópicos y los mares semicerrados.

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Mayor temperatura intensifica ciclones

México, vulnerable por su ubicación geográfica, su condición climática y las características socioeconómicas de la población, ha presentado variación en la frecuencia e intensidad de fenómenos hidrometeorológicos extremos como los ciclones que han tenido impactos sociales, económicos y ambientales muy importantes sobre las regiones donde ocurren, e incluso sobre aquellas que dependen de los recursos o bienes producidos en las zonas de impacto, porque la intensidad de los ciclones es influenciada directamente por el alza de la temperatura de los océanos (Webster et al., 2005).

Los reveladores datos del cambio climático propiciaron en diciembre de 2015 el vinculante Acuerdo de París firmado por 195 naciones, que propone: 1) contener el incremento de la temperatura muy por debajo de los 2 °C respecto de los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1.5 °C; y, 2) alcanzar un pico global de emisiones de GEI lo más pronto posible, y partir de ese momento reducirlo rápidamente durante la segunda mitad del siglo XXI (UNFCCC, 2015).

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