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En un artículo publicado en la revista ‘Nature’, un equipo de investigación internacional liderado por investigadores del Instituto Karolinska, en Suecia, informa que el crecimiento de hueso en ratones se produce de acuerdo con los mismos principios que cuando se generan constantemente nuevas células en la sangre, la piel y otros tejidos.

Este hallazgo contradice el entendimiento previo de que el crecimiento óseo depende de un número finito de células progenitoras que se consumen gradualmente. Si los nuevos hallazgos también se aplican a los humanos, podrían contribuir de manera importante al tratamiento de niños con trastornos del crecimiento.

El crecimiento de los huesos de los niños depende de las placas de crecimiento (physes) situadas cerca del final de todos los huesos largos del cuerpo. Estas placas consisten en células cartilaginosas, condrocitos, que forman un tipo de andamio que soporta la formación de tejido óseo nuevo, y que se generan a partir de células progenitoras similares a células madre llamadas condroprogenitores.

Para que los huesos largos crezcan adecuadamente, los condrocitos deben generarse constantemente a lo largo del periodo de crecimiento. La visión general en el campo ha sido que hay un número limitado de células progenitoras que se forman durante el desarrollo embrionario y luego se consumen para el crecimiento óseo hasta que se agotan y dejamos de crecer. En un intento por determinar si esto es cierto, los investigadores del Instituto Karolinska decidieron estudiar la formación de condrocitos en ratones.

El crecimiento del hueso cesa si el microambiente local se ve alterado

“Lo que encontramos fue que los pequeños ‘clones’ de células se generaron a partir de las mismas células progenitoras durante el desarrollo embrionario, lo que está en línea con la visión actual”, dice el líder del grupo de investigación Andrei Chagin, docente del Departamento de Fisiología y Farmacología de Karolinska. “Pero después del nacimiento hubo cambios dramáticos en la dinámica celular y se formaron grandes clones estables que demostraron ser una consecuencia de cómo habían adquirido la capacidad de regenerarse los condroprogenitores”, añade.

Dicho comportamiento de las células progenitoras es típico del tejido que produce constantemente muchas células nuevas, como la piel, la sangre y el intestino. Para este tipo de tejido, se ha demostrado que las células progenitoras están situadas en un microentorno muy específico, un nicho de células madre, que ayuda a generar las células necesarias (por ejemplo, células de la piel y la sangre) pero también permite que las células progenitoras se renueven a sí mismas. Si el nicho está roto o es disfuncional, las células progenitoras se agotan y el tejido se daña.

Los científicos ahora han demostrado que también hay un nicho de células madre en las placas de crecimiento, al menos en ratones, y que el crecimiento del hueso cesa si este microambiente local se ve afectado, lo que implica que el crecimiento del hueso sigue un principio completamente diferente al que se creía.

“Si resulta que los humanos también tienen este mecanismo de crecimiento, podría conducir a una reevaluación significativa de numerosos enfoques terapéuticos utilizados para niños con trastornos del crecimiento”, plantea Chagin. “El mecanismo también podría explicar algunos fenómenos previamente intrigantes, como el crecimiento ilimitado observado en pacientes con ciertas mutaciones genéticas”, concluye.

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