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La herida de ABC sigue abierta.- De nuevo, vibra en la memoria y en la conciencia de los sonorenses una tragedia que permanece impune.- Le urge a México, una normativa saludable y transparente que garantice la paz en los comicios del 2018

Bernardo Elenes Habas

La herida sigue sangrando.

Nada ha podido restañarla. Persisten en la conciencia, en el recuerdo atormentado, las circunstancias en que murieron 49 niños, desesperados, inocentes, ante un drama que sus padres, sus familiares, inevitablemente tienen que revivir en noches de sobresalto, de pesadillas sin fin.

El dolor permanece tatuado en el horizonte de Hermosillo. En la memoria colectiva que jamás se diluye. En los llantos que crecen con las sombras, que se multiplican al saber que la impunidad persiste, a pesar de que las autoridades de todos los niveles, con impudicia, comprometieron su voz, su esfuerzo, sus capacidades para que la justicia actuara y castigara. Pero fueron sólo palabras. Promesas que se volvieron humo, porque en el tejido de la clase política existen códigos inviolables, solidaridad que respetan, por más enfermizo y cruel que sea el núcleo de la causa; así lo definió con su silencio, el expresidente panista Felipe Calderón, cuyos familiares tenían intereses en la Guardería ABC, y su colaborador Juan Molinar Horcasitas (fallecido), era director del IMSS. Así continúa enviando la misma señal de tiempo y olvido el actual mandatario, Enrique Peña Nieto, quien se comprometió a que no habría más impunidad.

Otra vez las marchas por las calles de Hermosillo. Por las avenidas de muchas ciudades de Sonora. Por los senderos de los pueblos olvidados, donde también hay niños castigados por el tiempo, por las políticas públicas de desamparo y crueldad que promueven quienes deberían servir a sus comunidades.

Otra vez los tambores, llorando con voz grave y eterna. Enviando un mensaje desesperado a través del viento. Diciéndole a los árboles, a la sierra, a los caminos, al sentimiento lastimado de hombres y mujeres, que en Sonora pueden morir calcinados 49 niños y no pasa nada, porque las leyes están guardadas en los libros y nadie se atreve a abrirlos…

Otra vez, como hace ocho años, se incendia el corazón de los sonorenses…

Cierto, sobre todo en el Estado de México, cuna del legendario Grupo Atlacomulco, las horas se deslizaron angustiadas sobre la piel purulenta de la democracia.

Manos rústicas, encallecidas por el trabajo, conciencias convencidas sufragaron sus esperanzas, traducidas en un respiro para sus miserias… O soñando con un cambio…

También, en esa jornada cívica, hubo mentes furtivas. Hombres y mujeres que no podían ocultar sus miradas avergonzadas, porque la epidemia de los tiempos los obligó a poner en subasta su voluntad, y esperaron a que el partido que se erigió como mejor postor, alcanzara el triunfo, para que –condición irrenunciable-, se activara el mecanismo electrónico de las tarjetas plásticas -armas con que los secuestraron-, para poder cobrar y alcanzar una bocanada de oxígeno en el mar proceloso de la corrupción y seguir sobreviviendo…

El deporte favorito de la clase política y empresarios poderosos –las elecciones-, estuvo magnificado en las pantallas de los consorcios televisivos. De las plataformas radiofónicas. Del moderno periodismo cibernético. De las redes sociales, contaminadas o congruentes. Sus narradores más sobresalientes forjaron la crónica puntual de lances y jugadas, del colorido de acarreos, de las ventajas simuladas en encuestas de salida, dando fe de hechos violentos, siempre cuidando las siglas y el núcleo de los autores intelectuales de actos aberrantes…

Ayer domingo, al caer las sombras de la dura jornada sancionada por el INE y su estructura informativa conducida por funcionarios de sueldos deslumbrantes, su PREP y su sistema que a veces tambalea ante los tiempos y circunstancias y el más leve indicio de una realidad cambiante lo hace caer o modificar cifras y porcentajes -como cuentan las leyendas urbanas-, cayó también el telón, no de la verdad, sino de la realidad histórica del país, donde se demuestra que el sistema electoral está agotado, que requiere modernizarse, pero no a conveniencia ni a favor de instituciones de Gobierno y de partidos, sino de la ciudadanía, para que las dudas electorales se disipen, se acabe con las opacidades, y los triunfos y las derrotas sean asumidas con dignidad, no con los recelos que los entornos y los comportamientos políticos provocan, los que podrían reventar –en un de por sí ya grave horizonte de violencia- en situaciones impredecibles.

No debe olvidarse que la agenda marca el proceso presidencial para el 2018, y no se percibe –las votaciones del domingo lo demuestran- una estructura normativa capaz de garantizar la limpieza saludable de la elección y con ello la paz social que, ciertamente, desde ahora, pende de un hilo…

Le saludo, lector.

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