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¿La XXII asamblea del PRI, su última carta?.- Las señales emitidas por Manlio Fabio Beltrones, en su entrevista con Proceso, avizoran esa concepción filosófica.- AMLO provoca incertidumbre, porque su Gobierno sería para instaurar una nueva dictadura perfecta

Bernardo Elenes Habas

No fue una entrevista de criterios planos, la realizada por Proceso hace algunos días, a Manlio Fabio Beltrones Rivera.

Por el contrario, posee la intencionalidad política y los matices relevantes que Manlio sabe imprimirle a sus conceptos.

Se percibe, de entrada, que tiene cierto el sonorense que ésta es la hora de la Patria. Que el transcurrir electivo que inicia en septiembre próximo, y desemboca con el fallo de las urnas en junio del 2018, está cargado de augurios, de señales preocupantes para la estabilidad del país, porque se evidencian las condiciones objetivas y subjetivas ofrecidas por un sistema político-electoral y de ejercicio de Gobierno, prácticamente agotado.

Invoca Beltrones Rivera a la unidad del priísmo, pero trascendiendo los linderos de posibles triunfos electorales, porque la visión obligada es evaluar el horizonte futuro del país; de ahí que ese llamado dirigido a la militancia, tendría que interpretarse como una formulación expresada a la esencia nacionalista del pueblo de México.

Avizora, con claridad meridiana, los signos que emite la gran masa heterogénea y vital llamada pueblo, a la que ya no podría contenerse, por ejemplo, con las estrategias electorales que se utilizaron recientemente en el Estado de México.

Esa Entidad, con sus hechos, se convirtió en laboratorio nacional de donde se obtienen, ahora, y con efecto en el balance y la preparación del camino hacia el 2018, en el trazado de una realidad inocultable para el priísmo, quien carga desde días tan complicados, si no una derrota oficial, sí un descalabro moral trascendente.

Y esa visión autocrítica -si se practica con honestidad-, arrojará como verdad incuestionable que el PRI, concentrado en el poder y conveniencias del actual Gobierno de la República egoístamente manejado por el grupo Atlacomulco, al no atreverse desde el principio del sexenio a abrir sus políticas públicas para bien de los mexicanos, sencillamente quedó agotado.

Por ello el llamado de Manlio, a una legítima cohesión de su partido con los ingredientes de todos sus grupos, sus corrientes, sus valores. En torno, más que al próximo candidato a la presidencia, sí al proyecto cierto de nación, porque, como lo expresara en los anales de la historia el Guerillero del Sur, Vicente Guerrero, “La Patria es primero”.

¿Y, en el fondo, cuál es la piedra de toque capaz de provocar graves turbulencias en algunos sectores del PRI?

(Por supuesto que no en todos los segmentos tricolores hay incertidumbre, porque están latentes quienes siguen creyendo con cinismo en las viejas prácticas de los fraudes electorales para mantener el poder, sin alcanzar a comprender que esos actos, en los tiempos que vienen, se constituirán en detonantes ciegos de violencia, sangre, ingobernabilidad. Y también existen las cofradías de hombres y mujeres capaces de negociar anticipadamente sus derrotas, con tal de sacar ominosas rajas personales y de grupos). Alguien lo explicaría con nombre y apellidos: Andrés Manuel López Obrador. Y agregaría que el desasosiego estriba en que el tabasqueño ha conformado una verdadera oposición política, convencida ideológicamente, la que provoca temor, porque de llegar al poder no sería como la estructura del PAN cuando cogobernó el país en 2000-2012, sin generar peligro de descarrilamientos, debido a que transitó puntualmente en su docenario por las vías que le tendió el sistema.

Se antoja, pues, interesante lo que deparará el proceso presidencial del 2018, con un PRI que hasta el momento no se cohesiona y permanece diluido en sus grupos de poder, sus caudillos, sin querer aceptar que la izquierda más radical y urgida, viene dispuesta a ocupar Palacio Nacional, no por 6 o 12 años, sino por el largo trecho de camino que le falta a México para consolidarse como Patria, desde una nueva visión de dictadura perfecta, la del proletariado.

La última carta que se juega el tricolor en este escenario real y concreto, es su XXII Asamblea Nacional, de la que deberá surgir la luz o la nada, con las posibilidades egoístas de que el PRI se constituya en el gran verdugo del mismo PRI…

Le saludo, lector.

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