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El prólogo de la cuarta transformación tuvo sus primeros renglones en Sonora, tal y como se esperaba: con días y noches de amor y de odio; con agendas distanciadas, cuando no abiertamente enfrentadas; con señales de buena voluntad y otras que se pasearon entre la advertencia y la amenaza; con manos extendidas y con innecesarias faltas de cortesía política.

 

En los primeros minutos del domingo 16 de septiembre se cumplió el protocolo de ley para que los diputados de la LXII Legislatura rindieran protesta teniendo como testigos al secretario de Gobierno, Miguel Ernesto Pompa Corella y al presidente del Supremo Tribunal de Justicia, Francisco Gutiérrez Rodríguez.

 

Horas después harían lo propio los 72 alcaldes en sendos actos republicanos, tocando a la gobernadora Claudia Pavlovich asistir a tres de ellos, en municipios que serán gobernados por las tres principales fuerzas políticas en Sonora, respectivamente: Navojoa, con María del Rosario Quintero Borbón, de Morena; Álamos, con Víctor Manuel Balderrama Cárdenas y Huatabampo, con Ramón Antonio Díaz Niebla, del PAN.

 

La gobernadora voló allá horas después de encabezar la conmemoración del tradicional Grito de Independencia, y antes de darse un baño de pueblo recorriendo la plaza Zaragoza en medio de la multitud que suela darse cita allí para recordar, entre elotes más preparados que algunos diputados, antojitos mexicanos y bebidas diversas, la gesta de los héroes que nos dieron patria.

 

La asistencia de quien ejerce el Poder Ejecutivo a municipios de distinto signo político en estas ceremonias no es un mandato de ley, sino parte de los usos y costumbres que prácticamente se han institucionalizado desde que la pluralidad asomó su rostro en Sonora, y a través de esa práctica se envía una señal de cordialidad política, de colaboración institucional y de respeto a la convivencia democrática.

 

Señales que por cierto, son indispensables en estos días, cuando el mapa político de la entidad ha cambiado diametralmente y la oposición al partido en el gobierno mantiene por primera vez la mayoría en el Congreso, y tutela los gobiernos municipales en municipios habitados por más del 80 por ciento de la población sonorense.

 

De hecho, ese fue el eje del discurso de la gobernadora en los tres municipios a los que asistió, y en los que hizo el recuento de las obras gestionadas y las ya concretadas, a partir precisamente, de un gobierno que no pondera las siglas partidistas a la hora de su ejercicio.

 

En Álamos, 49 obras de infraestructura por más de 26 millones de pesos y 317 millones más del programa de rescate carretero; en Huatabampo, más de 256 millones de pesos en 22 obras; en Navojoa, más de 120 millones de pesos en 116 obras y otros 55 millones destinados a 49 obras de mejoramiento de planteles escolares, entre las menciones más importantes.

 

Por razones obvias, los ojos de muchos estaban puestos en Hermosillo, la capital del estado que por primera vez en su historia será gobernado por una fuerza política distinta al PRI o al PAN (al menos formalmente).

 

Por el perfil, trayectoria y carácter de la alcaldesa electa, Célida Teresa López Cárdenas, se esperaba un buen discurso, propio de la elocuencia de la campeona de oratoria que una vez fue, aunque en un par de ocasiones le ganó la emoción o la teatralidad y hubo de interrumpir su intervención para deshacer un nudo en la garganta y contener las lágrimas que anegaron sus ojos.

 

Y de la ternura al mencionar a su familia: su esposo, sus hijos, sus padres; a Jesús, un joven adicto en rehabilitación a quien ayuda desde que lo encontró durante la campaña, pasó a la fiereza, a fustigar a la anterior administración (señaladamente a los primeros dos años y meses que presidió Maloro Acosta). Señaló que habían saqueado y quebrado las arcas municipales al grado de que su gobierno iniciaría “sin un solo peso”; dijo que no le dejaron ni escobas.

 

Contradictoria, criticó a una administración que llegó quejándose de lo que recibía y lo entregó peor, aunque en entrevista posterior reconoció que Hermosillo no es un foco rojo en materia de seguridad y se encuentra entre las cinco ciudades que ofrecen una mejor calidad de vida a sus habitantes.

 

Dijo que Maloro Acosta y los funcionarios que le fallaron a Hermosillo tendrán que enfrentar las consecuencias de sus actos, aunque explicó que no llegarán a fabricar expedientes y pruebas. También mencionó que la anterior administración no entregó los recursos del premio municipal de la juventud y que no dejaron camiones recolectores de basura. Ambas cosas son inexactas.

 

El premio sí fue entregado y actualmente hay en servicio 37 unidades de recolección de basura.

 

En la mesa principal, la ex alcaldesa Angelina Muñoz y su secretario del Ayuntamiento Julio Ulloa aguantaron el vendaval. En una de las butacas, entre el auditorio, Alejandro López Caballero, que en campaña fue uno de los blancos favoritos de Célida para señalarlo como traidor por apoyar al candidato del PRI, ni se despeinó. Menos Pancho Búrquez, que también estaba por allí.

 

Al término del evento le pregunté a López Caballero si había sentido el rozón que le dio Célida.

 

“No, no creo que haya sido para mí. A mí ya me pegaron mucho cuando era alcalde”, me dijo.

 

La alcaldesa advirtió al sector empresarial de que el Ayuntamiento no sería ya un espacio para hacer negocios y los llamó a ser solidarios: “quiero ver la lista de los empresarios que van a donar camiones recolectores de basura” y recursos para la construcción de la clínica de rehabilitación para adictos, una propuesta que por cierto, retomará del candidato priista Ernesto de Lucas Hopkins.

 

Una propuesta que por cierto, sería maravilloso concretar involucrando no sólo al sector empresarial con recursos económicos y materiales, sino especialmente a familiares y amigos de jóvenes y adultos con problemas de adicción al alcohol y las drogas, que seguramente estarían dispuestos a contribuir voluntariamente con su mano de obra en proyectos de autoconstrucción y hasta con sus conocimientos profesionales en sicología, medicina, sociología, deporte, arte y cultura. Ojalá que esta propuesta llegue a buen puerto.

 

La alcaldesa no tuvo una sola mención para la gobernadora, con quien se reunió hace apenas unos días, documentándolo con un tuit en su cuenta que a la letra dice: “Hermosillo cuenta con el apoyo de su gobernadora. Iniciamos la transformación en equipo. Los ciudadanos lo merecen”.

 

Días antes de eso, Célida López desconoció al secretario de Gobierno, Miguel Ernesto Pompa como interlocutor válido ante los alcaldes de Morena y pidió que fuera la jefa de la Oficina del Ejecutivo, Natalia Rivera Grijalva quien fungiera como enlace entre éstos y la gobernadora.

 

Y fue Natalia Rivera quien acudió como representante de la gobernadora a su toma de protesta, pero no le permitieron hablar más que para tomar protesta al nuevo cuerpo edilicio.

 

Rudeza innecesaria, creo. Nada se hubiera hecho la alcaldesa si le concede, como son los protocolos en estos casos, una intervención a la representante del gobierno estatal. Lo cortés, como reza la conseja popular, no quita lo valiente.

 

Fue muy distinto el evento en Ciudad Obregón, donde el nuevo presidente municipal, Sergio Pablo Mariscal Alvarado articuló un discurso crítico, pero propositivo y sobre todo, empatado con la tónica de reconciliación nacional que ha manejado Andrés Manuel López Obrador.

 

“Ha llegado el tiempo de la transformación y la concordia, con la esperanza de tener un Cajeme mejor, por eso hay que dejar atrás las confrontaciones propias de una campaña electoral fortaleciendo lo que nos une y dejando atrás lo que nos divide”, dijo, y se manifestó dispuesto a colaborar muy de cerca con la gobernadora Claudia Pavlovich Arellano.

 

Y eso que Mariscal viene, sin margen para la duda, de una formación de izquierda, desde aquellos años en que abandonó la lucha clandestina para sumarse al proyecto de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, reivindicando la vía electoral como una ruta para la transición democrática.

 

Mostró además una gran capacidad de convocatoria al reunir entre el auditorio a prácticamente todos los ex alcaldes vivos: Eduardo Estrella Acedo, Javier Lamarque Cano, Sergio Gastélum de la Vega, Sóstenes Valenzuela Miller, Jesús Félix Holguín y Francisco Villanueva y obvio, Faustino Félix Chávez, todos de diferente filiación política.

 

Algunos dirán que es cuestión de formas, pero como bien se sabe, en política, la forma es fondo.

 

PD.- Tanto en el Congreso del Estado como en la toma de protesta de Célida López, se dejó oír la consigna “Es un honor estar con Obrador”, como réplica de lo que hicieron los diputados federales y senadores en su primer día. Pero ya perdido el factor sorpresa, el desplante no ocupó titulares de prensa al día siguiente.

 

Queda para posteriores entregas, lo que perfila el nuevo mapa político donde, por las mismas características del frente que encabezó Morena, la homogeneidad no es precisamente lo suyo, como bien lo ilustra el caso Guaymas, sobre el que conviene bordar en un despacho completo.

 

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