PrevencionEmbarazo
Lactanciapornostros4
Capturadepantalla2023-02-13alas213814
Capturadepantalla2023-02-13alas214531
Capturadepantalla2022-09-12alas043937
Capturadepantalla2023-02-13alas215907
Capturadepantalla2023-02-13alas220711
previous arrow
next arrow

Murió Gaspar Juárez López.- Hombre de su tiempo, humorista natural, fundador del Cajeme prodigioso.- Deja como herencia su libro “Anecdotario de un sonorense cajemense de Navojoa”, del que tuve el honor de escribir el prólogo

Bernardo Elenes Habas

Murió, el viernes anterior, un hombre excepcional: Gaspar Juárez López, hijo de doña Chayito y don Pedro, fundadores de Cajeme, a donde llegó con ellos que venían de Sinaloa -haciendo escala algunos años en Navojoa-, en 1930.

Conviví con él mucho tiempo. Tuvimos amigos mutuos como Bartolomé Delgado de León, Jesús Corral Ruiz, Carlos Moncada, Cesáreo Pándura, Hilario Sánchez Rubio, Rafael Ángel Rentería, Juan Eulogio Guerra Aguiluz, Miguel Mexía Alvarado.

Gaspar contaba con 87 años de edad. Fue apasionado de la música, con una cultura acendrada sobre las grandes orquestas internacionales y nacionales; y una disposición llena de nobleza para la convivencia social y humana.

Se incorporó a la “escribidera” como solía decir, cuando dirigí la sección literaria en el Diario por más de diez años, desde 1983. Antes habíamos trabajado juntos en el Ayuntamiento de Cajeme, él en Sindicatura, yo en Previsión Social y Cultura. Fuimos, durante la administración del doctor Oscar Russo Vogel, de los fundadores del SUTSAC, del que se convirtió, después de Ramón Mendívil, en secretario general.

Larga y fructífera la vida de Gaspar al lado de Chabelita, su esposa -quien también ya murió-, y de sus hijos Luz María, María del Rocío, José Gaspar, Pedro Jesús, Adriana del Carmen, Jaime Antonio y Pablo.

Hoy, Gaspar, seguramente estará contándole anécdotas a Dios, haciéndolo sonreir…

En 1998, con su esfuerzo, logró la edición de un singular libro: “Anecdotario de un sonorense cajemense de Navojoa”, del que tuve el honor de redactar el prólogo, mismo que ahora reproduzco en mi trinchera de letras, como un homenaje al inolvidable Gasparillo:

Gaspar Juárez López, sembrador de anécdotas

Gaspar Juárez López, creció junto con Cajeme. Pintó su huella de niño en las calles desnudas de la ciudad. Se llenó de sueños contemplando la extensión del Valle del Yaqui. La forma como se sustituían los chinames de horcones y paredes de barro, por casas de ladrillo, y el tendido inevitable de las redes eléctricas, convirtiendo al pueblo pequeño y solariego, poco a poco, en ciudad.

Nada pasó desapercibido para el espíritu observador y el genio alegre y festivo de Juárez López, el hijo de doña Chayito, el hermano del doctor Raúl, del Tacalí, Lolo, Chico. El hombre emprendedor y lleno de planes, que alguna vez realizó carrera como Técnico en Publicidad, y que ha incursionado en diversas actividades empresariales, comerciales, públicas, sociales, desde director de un Rastro, hasta operativo esencial en el área de Sindicatura Municipal, o secretario general del Sindicato de Trabajadores del Ayuntamiento.

Su paso por la vida le fue madurando la capacidad creativa. Acrisolándole su fuerza de expresión. Su oficio para comunicar vivencias, hechos, pasajes nacidos del corazón comunitario. Siempre con la chispa vivificante del buen humor, plasmando con un reguero de luz y risas una historia diferente de Cajeme: la de sus hombres cotidianos. Los que frecuentan bailes, bares, reuniones, velorios. Los que saben convivir en cualquier rincón de un taller. Entre el olor agradable de la resina en las carpinterías. En el patio de una huerta, a la vera del camino.

En esos sitios, Gaspar recogió –y continúa haciéndolo-, las aristas luminosas de la gente del pueblo. Los hechos inusitados y trascendentes, con lo que abrió, primeramente, arroyos, y luego hizo un río, al que pueden llegar los lectores sonorenses a refrescar su paso por la vida, a contemplarse en el espejo de los hechos comunes, de las ocurrencias saludables, de las bromas vitales, las que alimentan el alma y le recuerdan al hombre que la risa es bálsamo inigualable para trascender hacia la eternidad en el recuerdo de los amigos.

Así nació este manojo de anécdotas.

En las que desfilan los personajes más señeros e inolvidables de Cajeme, como Bartolomé Delgado de León, Miguel Mexía Alvarado, Manuel Islas Castañeda, Arsenio Cambustón, Mario Vázquez Jiménez, Cirilo Magdaleno, Rafael Ángel Rentería, Cesáreo Pándura, Juan Eulogio Guerra, y tantos más que vibran en los surcos macizos de las letras, humedeciendo con su lluvia un tiempo y un espacio ya ido, pero con la capacidad mágica de volver a hacerlo presente. De retraer las voces jubilosas de la tertulia humana. La carcajada estridente. El hecho fuera de serie, que además de nacer en la espiga de un libro, como semilla primigenia de ese género, aporta también recursos históricos, hechos colaterales que muestran usos y costumbres de épocas pasadas, formas de diversión de otras generaciones, anhelos que se quedaron entre los nervios mágicos y limpios de los convivios, donde decir ¡salud! era –es- un ceremonial de profundas tradiciones.

Muchas de las anécdotas que el lector encontrará en este volumen, fueron publicadas en el Taller de Literatura que dirigí por más de diez años en Diario del Yaqui, por lo cual puedo decir que está probada su capacidad para cautivar lectores. Lo hicieron conmigo.

Y más, cuando en el transcurrir de los textos, se hace presente la personalidad y el estilo de Gaspar, directo y agudo a veces, sencillo y tierno en otras, dispuesto a compartir sueños desde la antesala de su calidad humana, la que ha sembrado por más de 60 años en estas tierras prodigiosas.

El mismo nombre de Gaspar Juárez, es una anécdota viva. Deveras.

Le saludo, lector.

Comentarios