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No hace muchos años, todavía era un divertimento infantil formar corrillos bajo la lóbrega noche, debajo de un árbol o en alguna esquina oscura, para compartir cuentos de terror, historias de aparecidos, relatos sobrenaturales e invenciones fantásticas cuyo objetivo principal era mandarnos a la cama para estar allí por largas horas con el ojo pelón, esperando que de algún lugar saliera la mano peluda, el hombre sin cabeza, la mujer de blanco o algo…

Claro que de los millennials para acá, no se conoce bien a bien esa práctica, ni esas historias, pero la vida de los chavorrucos transitó alegremente entre diabluras como despanzurrar cachoras, matar pájaros a resorterazo limpio y otras cosas que se usaban antes de que se pusieran en boga los derechos de los animales y así.

Hasta metíamos las gallinas en agua hirviendo para aflojar las plumas, abríamos a navajazo limpio su panza para sacar sus dentros y después las mamás nos hacían un consomé con hígado, corazón y molleja que curaba todos los males.

No eran ritos satánicos, sino ejercicios de supervivencia alimentaria.

Del Pac-Man al Nintendo y luego al X-Box, pasando por FIFA y Candy Crush, hoy, el terror extremo de cualquier millennial es quedarse sin pila en su Smartphone y con ello, sin la oportunidad de ver cómo descuartizan gente en el blog del narco; cómo se suicidan muchachos de su edad por cualquier banal motivo; cómo se aspira un condón por la nariz para sacarlo de su boca y así ser ‘influencer’ en redes sociales…

Asesinatos y suicidios en tiempo real, tortura a humanos y animales; balaceras y ejecuciones, sexo explícito, son el espectáculo cotidiano, al alcance de un ‘click’ y completamente gratuitos para el público de todas las edades. El verdadero horror está en la red de redes, sin censura ni cortapisas y no en una momia voladora, un hombre lobo adolescente y otras jaladas que, en lo personal, me moverían más a risa que a espanto.

La polémica desatada por la clausura de un circo que presenta personajes de ultratumba, máscaras y disfraces diabólicos es, fundamentalmente, una excelente práctica de mercadotecnia y una oportunidad para confirmar la vocación de Hermosillo como rancho grande, donde ciertas decisiones de gobierno se toman a la luz de la vela perpetua mientras el ala liberal del pueblo se desgarra las vestiduras y se tira al piso alegando su derecho a decidir sobre sus propios gustos y aficiones.

Oficialmente, la clausura de la llamada Carpa de los Horrores se debió a que no contaba con un dictamen de la Unidad de Protección Civil, con lo que no se podía garantizar la seguridad de los asistentes a una función para que ciertos invitados (que serían algo así como el Tribunal Supremo de la Moralidad y la Bragueta Ajena) constataran la calidad y contenido del espectáculo y decidieran si era apto para el público hermosillense.

El alcalde Maloro Acosta se adelantó y ordenó la clausura, alegando que sin la revisión de Bomberos y Protección Civil, sería una grave omisión de parte de la autoridad, que está para hacer cumplir la ley, especialmente en asuntos donde podría estar en riesgo la seguridad de los asistentes.

Y es que lo que sí sería una historia de terror, es la eventualidad de que sucediera algún accidente por no acreditar condiciones de seguridad, y entonces para el gobierno sería lo más parecido al infierno.

La autoridad admitió que hay solicitudes de grupos religiosos y padres de familia para suspender ese evento, pues consideran que el espectáculo presentado hace apología de la violencia, pero sostuvo que ese no fue el criterio por el cual se clausuró la Carpa, sino exclusivamente por cuestiones relacionadas con los permisos y dictámenes correspondientes.

Lo que se negó inicialmente fue la preventa de boletos, pues al carecer de los permisos citados, se tendría que suspender el espectáculo y no había manera de garantizar la devolución del dinero; luego se dijo que el Ayuntamiento había solicitado una función privada, lo cual tampoco es cierto. La empresa fue quien ofreció dicha función, y así comenzó esta polémica bizarra.

Por lo demás, y como suele suceder cuando prohíben algo, una película, una obra de teatro, un espectáculo circense, los censores fungen como los más eficientes publicistas y las salas se llenan.

Por lo pronto la Carpa de los Horrores ha sido clausurada y no se sabe qué sucederá en los próximos días, aunque seguramente crecerá la polémica, pues como afirmamos arriba, estas empresas bien saben aprovechar situaciones como estas para ganar grandes y gratuitos espacios publicitarios.

II

La semana pasada estuvimos en Ciudad Obregón para la cobertura de un evento político. Nos tocó coincidir en el hotel sede, con directivos de la empresa UBER, que sostuvieron un encuentro con personas interesadas en ofrecer ese servicio en esa ciudad, que también reclama opciones de movilidad urbana más allá de los servicios tradicionales.

Como en todas las ciudades donde ha entrado en operación este servicio, se tocan intereses, se afectan inercias, se mueven fuerzas a favor y en contra. Y se impone que el Estado, como administrador de la cosa pública, encause los diferendos por la vía del diálogo y el acuerdo entre las partes.

El conflicto entre concesionarios del servicio tradicional de taxis y los operadores de UBER en Hermosillo, ha tenido una historia de rispideces que ocasionalmente han llegado a la violencia física, en hechos que se siguen presentando, si bien de manera esporádica.

Acaso por ello, el director del Transporte en el estado, dejó claro que en la prestación del servicio de transporte público deben privilegiarse dos cosas: por un lado el cumplimiento de la ley, y por otro la calidad del servicio que merecen los usuarios.

A UBER, y a todas las empresas que participen de la competencia en el mercado de la movilidad urbana, el gobierno del estado les da la bienvenida, porque en esa competencia, el que gana es el usuario, sostuvo Luis Iribe.

Por ello, reiteró el llamado a UBER a que cumpla con la ley, registrándose en el padrón donde deber estar incluidos los datos de operadores y automóviles en servicio; un padrón cuya finalidad tiene que ver sobre todo con cuestiones relativas a la seguridad del usuario y de los propios operadores.

Luis Iribe Murrieta sostuvo que Ciudad Obregón es un mercado que puede dar cabida a los taxis tradicionales y a UBER, por lo que la competencia debe darse en ese contexto de civilidad, donde no caben las agresiones ni las afectaciones a terceros, como ya ha estado sucediendo.

Por eso reiteró que, como lo hacen todos los prestadores del servicio, deben registrarse en el padrón correspondiente, desde el cual, el Estado tiene la certeza y el conocimiento de quiénes son los encargados de la movilidad de los usuarios.

No hay, dijo, algún impedimento justificado para que UBER cumpla con ese requisito, y al contrario, les abona en la percepción de que ofrecen un servicio con mayor seguridad, tanto para los usuarios como para los operadores.

Veremos en qué acaba esta nueva incursión de UBER, ahora en Cajeme.

II

Con todo respeto, coincido con quienes sostienen que el reloj de Gastón González y la fuente de Doña Marcela en Hermosillo son parte de esos monumentos a la frivolidad, la corrupción y las ganas de posteridad que suelen albergar los gobernantes en turno.

Veo, sin embargo, que la petición para derribar la fuente de marras, no aparece ni por asomo entre las cosas que los hermosillenses están pensando que son importantes.

O sea, a otra cosa, mariposa.

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