PrevencionEmbarazo
Lactanciapornostros4
Capturadepantalla2023-02-13alas213814
Capturadepantalla2023-02-13alas214531
Capturadepantalla2022-09-12alas043937
Capturadepantalla2023-02-13alas215907
Capturadepantalla2023-02-13alas220711
previous arrow
next arrow

Soy de esa generación a la que todavía le tocó viajar en el tren “Burro”.

 

Los millenials no lo saben, pero todavía a finales de la década de los 80, el país era cruzado por una herrumbrosa máquina de ruidos sordos y algarabías varias, que se paraba en cada ranchería y ofrecía no sólo una opción de transporte económico, sino una miríada de aventuras de todo tipo, incluyendo las gastronómicas, mucho antes de que se inventara el Melox y el Omeprazol, dejando todo en manos del Enterovioformo.

 

Ya sé que no viene mucho al caso, pero no pude evitar el recuerdo de esos viajes en los que me tocó viajar desde el Distrito Federal hasta Mexicali y, todavía en 1987, en un par de ocasiones de Obregón a Hermosillo, cargando los arreos de novel estudiante universitario.

 

Y es que allí me tocó escuchar a un viejo “boletero” que avanzaba tambaleándose por los pasillos con su artefacto ponchador, revisando que nadie viajara de columpio y anunciando cada pueblo al que se iba aproximando ese inmenso ciempiés de fierros oxidados y olores extraños en una gama que iba de lo exquisito a lo nauseabundo.

 

“¡Hermosillo! Pinche pueblo tan jodido, por el calor, por el frío”, rezaba como cantando aquel amigo cuando el tren cruzaba el puente de la presa Abelardo L. Rodríguez.

 

Y ciertamente, tardé mucho en acostumbrarme al tipo de calor y de frío de por estos lares, pero me queda claro que la lluvia no era, ni remotamente, un fenómeno que valiera la pena incluir en la narrativa popular de aquel entonces, o al menos, no en el de los usuarios de “El Burro”. (Por cierto, también existía el tren “Bala”, pero ese era para los que tuvieran más prisa y un poco más de dinero).

 

Muchas cosas han cambiado de 30 años a la fecha en Hermosillo, en todos los ámbitos de la vida, de la naturaleza y de la cotidianeidad urbana. Otras no. De hecho, mucha gente se quedó viviendo de las añoranzas del pasado y no es casual que el imparcial (minúsculas deliberadas) insista en encabezar sus notas sobre alguna precipitación pluvial con el tristemente célebre “Sorprende lluvia a hermosillenses”, pues quizás aquellos eran los últimos años de gloria del viejo periódico de la calle Mina.

 

En estos días, hasta los más acertados meteorólogos fallan en sus predicciones. Un día anticipan tormentas apocalípticas que terminan en una meada de perro y un aire caliente que no mueve la hoja de un árbol; otro día se relajan porque nada puede romper la calma de una tarde de agosto, y cae un aguacero que desquicia la ciudad y provoca severos daños a la infraestructura vial que, lamentablemente, es el tema que ocupa más espacios en los medios, por encima de los dramas implacables en Cartolandia, esas franjas de pobreza que rodean la ciudad y donde la naturaleza suele ensañarse.

 

La naturaleza, sin embargo, ya no trae su Google Maps para ver dónde hace más daño. Apenas el año pasado, casi me linchaban porque ironicé sobre la alberca en que una tormenta convirtió un fraccionamiento del “exclusivo” sector Colosio poniente, cuando en realidad lo que sucedió es que los constructores de esa privada construyeron una barda que rodeaba las residencias, sin pensar que algún día podría llover más de la cuenta. Fue un caos.

 

La tormenta de ayer hizo estragos en varios sectores de la ciudad, incluyendo los más céntricos y, seguramente, el saldo será lo más parecido al desastre.

 

Hice el ejercicio de memoria con el que inicia esta columna, sólo para precisar que si me acuerdo de aquellos años, con más razón me acuerdo de lo que pasó hace tres años, casi exactamente.

 

Las lluvias de verano deshicieron el pavimento en vastos sectores de Hermosillo, y para remachar el clavo, en diciembre de 2015 le repitieron la dosis. El resultado: las principales vialidades de la ciudad hechas un asco.

 

Del Maloro se podrán decir muchas cosas, pero no se le puede regatear el trabajo de reconstrucción que devolvió a Hermosillo condiciones decentes para la movilidad urbana.

 

La lluvia de ayer, y las que podrían registrarse en lo que resta del año, seguramente harán resurgir el tema del drenaje pluvial, la calidad de los materiales y del trabajo de las constructoras; las prioridades del Ayuntamiento y hasta la responsabilidad de los ciudadanos que de poquito en poquito, contribuimos con la insoportable levedad de arrojar desde el carro la basura que va obstruyendo alcantarillas y drenajes.

 

Lo que parece un hecho es que, igual que hace tres años, la alcaldesa Célida López tendrá en el tema de las vialidades una de las urgencias de su agenda.

 

En lo que averigua sobre culpables (algo que le puede llevar más de tres años, y que en aras de ser objetivo, tendría que revisar las últimas diez administraciones municipales) algo tendrá que hacer para reconstruir lo reconstruido y vuelto a destruir.

 

Falta un mes para que tome las riendas del Ayuntamiento, y entre los múltiples problemas con los que se enfrentará, será el tema de las vialidades, en el que a gente no perdona. Buscar culpables puede resultar un recurso válido, pero temporal y al correr del tiempo, etéreo.

 

Desde los 90, se han hecho esfuerzos por diseñar una estrategia de largo plazo para la ciudad. Hermosillo 20-30 es una de ellas, pero por alguna razón, se han achicado frente a la realidad no sólo de la naturaleza caprichosa e impredecible, sino a los intereses que determinan el ejercicio de gobierno.

 

Ojalá que el nuevo gobierno municipal nos sorprenda con ideas innovadoras y con prácticas que marquen un antes y un después en materia de obra pública en una ciudad donde convivimos casi un millón de habitantes, que ya no queremos ser sorprendidos por la lluvia, sino por gobiernos que agarren el toro por los cuernos y entiendan que el futuro no se mide en trienios o sexenios.

 

Quiero equivocarme, quiero no tener la razón, pero después del 16 de septiembre, uno de los temas que integrarán la agenda del nuevo gobierno municipal, será el desastre en las vialidades de Hermosillo.

 

Y la principal sorprendida con todas las implicaciones del mismo, será la alcaldesa Célida López, a quien le deseamos la mejor de las suertes y la mejor puntería para designar a la gente que pueda salir airosa de este berenjenal, donde las buenas intenciones siempre se encuentran con el empedrado camino de las ambiciones.

 

II

Y como la vida no se detiene ni por las elecciones ni por las sorpresas que no termina de brindarnos el cambio climático y el calentamiento global, la gobernadora Claudia Pavlovich se reunió este fin de semana con el director de la Comisión Federal de Electricidad, Jaime Francisco Hernández Martínez, para solicitar una ampliación del subsidio a la tarifa 1F, que aligere la carga de los recibos en verano.

 

Como se recuerda, desde 2016 la gobernadora consiguió que esa tarifa preferencial se extendiera a los 72 municipios de Sonora (antes sólo se aplicaba en 39) y ahora de lo que se trata es de ampliar ese beneficio para recibir un mejor trato de parte de la paraestatal en el verano de 2019 y los que siguen.

 

Usualmente, las gestiones ante la CFE comenzaban en el mes de octubre, pero este año iniciaron ya, para que más de 270 mil familias sonorenses cuenten con la tarifa 1F y se otorgue una tarifa preferencial como la que opera en Mexicali, Baja California.

 

Esperemos que la sensibilidad toque la puerta de la CFE, porque en Sonora el tema de las tarifas eléctricas va más allá de proyecciones presupuestarias y es un asunto hasta de salud pública, de humanidad. Las temperaturas registradas este verano, y la tendencia a empeorar en el futuro así lo hacen ver.

 

También me puedes seguir en Twitter @Chaposoto

 

Visita www.elzancudo.com.mx

Comentarios