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Tiempo de un pacto solidario por Cajeme.- Cierto, es urgente combatir los efectos de la delincuencia, pero de nada servirá si no se atacan sus causas.- ¿Fue necesaria la barbarie extrema, para atender al Municipio?

Bernardo Elenes Habas

Lo dije aquí, en este rincón de letras e ideas, hace unos días.

El alcalde Faustino Félix Chávez, es y ha sido, el más preocupado por el grave problema de inseguridad que sufre Cajeme.

Y por fin, han escuchado de verdad la voz de las familias y de su alcalde.

Fue necesario que la barbarie alcanzara niveles dramáticos con el asesinato de dos pequeñitas y la madre de una de ellas, en plena avenida Miguel Alemán, la principal de Ciudad Obregón, eje de consorcios hoteleros y agencias de vehículos, de franquicias altamente redituables, de algarabía y derroche nocturno, para que la acción del Estado y la Federación comprendieran que no se trataba de un juego de focos rojos que estallaban, generando ira, azoro y psicosis en las familias.

Ya están en las calles las fuerzas de seguridad, luego de realizarse un ceremonial mediático masivo que, por supuesto, alertó a los delincuentes, quienes se ocultarán un tiempo en sus madrigueras o tomarán vacaciones en otras latitudes.

Pero la ciudadanía que está despierta y que analiza, espera la reacción de los comandantes de grupos saneadores, en un previsible panorama de quietud lógica que prevalecerá circunstancialmente, en el horizonte citadino.

Y ante las actitudes que surjan, se comprenderá si en realidad los órganos procuradores de justicia vienen a limpiar Cajeme. Si con labores de inteligencia desmantelarán escondrijos. Reventarán redes de corrupción. Y al final, izarán, en un acto de congruencia y respeto, sin colgar medallas a gobernantes, la bandera blanca de la seguridad… O se marcharán, sin pena ni gloria…

Esto no será fácil. Ni se hará de un día para otro. Porque estará sujeto, también, en mucho, a la toma de conciencia de las autoridades sobre el cumplimiento estricto de su deber. A la actitud honesta de líderes sociales, para no tratar de sacar raja política de la situación, pretendiendo encabezar marchas y plantones, sino poniéndose al servicio de Cajeme, promoviendo el ejercicio cívico de la denuncia, más allá de la búsqueda de candidaturas.

Dependerá, asimismo, de la verdadera responsabilidad –hasta ahora no demostrada en muchos de ellos- de representantes populares, para que, en los casos de Anabel Acosta, Abel Murrieta, kiki Díaz Brown, Brenda Jaime, Emeterio Ochoa, Omar Guillén, Rafael Clark, presenten por escrito las gestiones dispuestos a realizar en la restauración del tejido enfermo del Municipio.

Se abrirá con ello, la oportunidad para que los diferentes sectores de la vida económica, social y productiva de la comunidad, demuestren su fe, su limpieza de acción a favor del terruño que les da sustento y riqueza, generando un pacto activo de solidaridad por la tranquilidad y respeto en Cajeme.

Y, por supuesto, los partidos, sus grupos de interés, sus actores, deberán demostrar que por encima de la búsqueda del poder por el poder –como tradicionalmente ha sido actitud enfermiza en ellos-, que primero está la salud social del Municipio. La visión de grandeza para hacerlo progresar atendiendo a sus jóvenes, a sus mujeres, dignificándolos como profesionistas, empleados, obreros, logrando que el núcleo familiar sea el principal generador de integridad social, moral, afectiva, y no el punto de partida de la miseria por el abandono, la desintegración, los vicios, la delincuencia, la muerte.

El problema –los teóricos de la Economía lo saben y lo dicen- radica en la desigualdad social. En la injusta distribución de la riqueza, acumulada en unas cuantas manos.

Cierto, los cajemenses quieren creer, señora gobernadora Claudia Pavlovich, señor presidente Enrique Peña Nieto, que es la hora de combatir los efectos de la delincuencia. Pero comprenden que acción tan difundida mediáticamente, de nada servirá si no se atacan, también, con profundidad y responsabilidad histórica, sus causas.

Le saludo, lector.

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