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PRIMERA LECTURA (Hechos 10,34.37-43)

«Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén», que impresionante es cuando podemos ver lo que Dios puede hacer en una persona que se deja transformar por su gracia. Este mismo Pedro, que ahora, grita a voz en cuello, es el mismo que por el miedo a terminar como su Maestro se esconde y lo abandona. Esta es la novedad de la Pascua, es esta fuerza avasalladora que hace milagros, transforma personas, cambia corazones y lanza a comunicar lo que se ha experimentado. La Pascua crea “mártires”, es decir, “testigos” de la Resurrección, mujeres y hombres que con su vida y sus palabras proclamen con fuerza y convencimiento que la Resurrección no es solo una promesa para un futuro lejano, sino que puede ser la nueva fuerza que hoy anime nuestras vidas.

SEGUNDA LECTURA (1Corintios 5,6-8 ó Colosenses 3,1-4)

Para Pablo, la Resurrección de Jesús es una nueva oportunidad; es como empezar de nuevo y, cuando empezamos de nuevo no podemos tener los mismos valores o aspiraciones porque entonces estos se convertirían en un lastre que nos impedirían seguir caminando, «Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua», como quienes hemos resucitado también con Cristo a una nueva vida, como ciudadanos del cielo pues aunque aún continuemos en este cuerpo mortal, nuestro corazón anhela estar con Aquel que es nuestra cabeza, por lo tanto, mientras aguardamos nuestra pascua personal hagamos de este mundo el Reino de Dios, «Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios»

EVANGELIO (Juan 20,1-9)

«¡Verdaderamente el Señor ha resucitado!», era el saludo entre los antiguos cristianos, manifestaba su identidad más profunda, eran de Cristo, y por supuesto, el signo de la esperanza gozosa de compartir ya desde el presente la vida en abundancia que Cristo nos comunica con su resurrección. La resurrección no es cosa de “oídas”, no podemos conformarnos con depender siempre de intermediarios con respecto a la Buena Noticia; tiene que llegar el momento en que nos decidamos a ir al sepulcro, con la misma premura con la que Pedro y el otro discípulo, «iban corriendo juntos», solo allí están las respuestas que buscamos, pero es necesario movernos y salir de nuestro letargo. Allí en el “aparente” vacío del sepulcro nos espera misteriosamente el “Resucitado”, dispuesto a comunicarnos su “Vida” para salvarnos y convertirnos en hombres y mujeres nuevos. Es necesario ser valiente, arriesgarse a entrar, «Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó», solo así podemos ser testigos cualificados, es decir, no únicamente de palabra sino de obra. El mundo de hoy ha dejado de creer en las palabras, confía más en los hechos, solo quien ha “visto y oído” puede ser testigo de Jesucristo, porque al ser testigo comparte también ya desde ahora la resurrección del Señor, vive como resucitado y su vida lo manifiesta. «¡Cristo ha Resucitado!  ¡Verdaderamente el Señor ha resucitado!», ¡he visto y oído, por eso doy testimonio de ello!

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