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PRIMERA LECTURA (Miqueas 5,1-4)

«La grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz», Miqueas forma parte de lo que se conoce como profetas menores. Realiza su ministerio profético a finales del siglo VIII. El oráculo que hoy escuchamos en la primera lectura es citado por el Evangelista Mateo (5,6) en el pasaje de los “magos de oriente” para conocer el lugar exacto donde habría de nacer el Mesías. Para Miqueas es una imagen lejana, una promesa que se cumplirá en el futuro y que, mientras tanto, servirá para infundir ánimo en el pueblo para enfrentar con entereza las dificultades cotidianas. Para nosotros ya no es una promesa, es una realidad, no tenemos que esperar más, hemos contemplado con la fe el nacimiento de Aquel que había de venir, que al “hacerse” uno de nosotros nos ha hecho capaces de la salvación. El nacimiento del Hijo de Dios en la carne debería llenarnos de gozo y de un agradecimiento inmenso y “lanzarnos” a amar como Él nos ha amado.

SEGUNDA LECTURA (Hebreos 10,5-10)

«Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad», es curioso, pero que difícil se nos hace vivir este concepto de la “voluntad de Dios”; nos parece, la mayoría de las veces, como una sentencia definitiva que Dios lanza sobre nosotros y que forzosamente conlleva sufrimiento o cuando menos infelicidad. El gran problema consiste precisamente en que siempre vemos la voluntad de Dios como suya. El Hijo, Dios como el Padre, ha querido asumir nuestra naturaleza para salvarnos, esa es la voluntad de Dios y, sin embargo, Jesús asume como propia esta voluntad, la hace suya hasta el punto de dar su propia vida para que se cumpla. La voluntad de Dios es que seamos felices, puede ser que lo que nos pide sea difícil para nosotros, pero nunca nos pedirá algo que esté más allá de nuestras capacidades; su voluntad nos lleva a madurar y salvarnos, la nuestra la mayoría de las veces nos aleja de Él y nos pierde.

EVANGELIO (Lucas 1,39-45)

«Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor», María ha respondido con su “Sí” generoso y total al llamado de Dios a ser la madre del Mesías, uno esperaría que se sentara a meditar la grandeza de la encomienda que ha recibido o a enfrentar los “achaques” propios del estado en que se encontraba, al menos eso sería lo “recomendable”. María no espera, el amor urge, impulsa a la persona como una fuerza incontenible que solo puede ser satisfecha amando. María “cree” por eso no se detiene a pensar en sí misma, su vida está en las manos de Dios y eso para ella es suficiente, Él será su defensor y, si le ha pedido algo tan importante será Él también el que le dé lo necesario para cumplirlo. La navidad nos debe llevar a ver que para Dios no hay imposibles, solo hace falta que en cada uno de nosotros haya un corazón que “cree” y dispuesto a dejarse llevar por su amor.

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