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PRIMERA LECTURA (Deuteronomio 6,2-6)

«Escucha Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas», la vida del pueblo de Israel giraba en torno a la alabanza al Señor. Desde que salía el sol hasta que se ocultaba esta oración los acompañaba, cada vez que era proclamada le recordaba al fiel judío, que por puro amor misericordioso Dios los había elegido como su pueblo y que la forma en que podían dar testimonio de esta gracia era cumplir con los mandamientos. Los mandamientos debían ser para Israel no solo normas que cumplir sino especialmente caminos que conducían a la perfección. Para Israel la felicidad consistía en cumplir los mandamientos y estar en la presencia del Señor. El problema radica cuando absolutizamos el cumplimiento y lo vaciamos de su contenido, el amor divino. Los mandamientos son medios y no fines, no cumplimos los mandamientos para que Dios nos ame; sino porque Dios nos ama cumplimos sus mandamientos.

SEGUNDA LECTURA (Hebreos 7,23-28)

«De ahí que sea capaz de salvar, para siempre, a los que por su medio se acercan a Dios, ya que vive eternamente para interceder por nosotros», por la Encarnación el Hijo de Dios se ha acercado radicalmente a nosotros. La misión de Jesús no consistió únicamente en venir a visitarnos para revelarnos el Evangelio, continúa su ministerio salvífico para con nosotros intercediendo ante el Padre por nosotros. Jesús ha llevado a la presencia del Padre, no solo nuestra humanidad redimida sino especialmente nuestros anhelos y aspiraciones. Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, entiende nuestra limitación pues ha asumido esta carne nuestra y la ha hecho suya. Cristo es nuestro camino, verdad y vida, por Él y por sus méritos podemos acceder a la vida eterna.

EVANGELIO (Marcos 12,28-34)

«¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?», los escribas eran los especialistas en las Sagradas Escrituras en tiempos de Jesús, se preparaban por mucho tiempo estudiando la Ley, la interpretaban, se encargaban de explicarla al pueblo para que pudiera cumplirla e incluso podían aplicarla y dictar sentencias. Pertenecían generalmente a la secta de los fariseos y la gente los llamaba “Rabí” o maestro. A lo largo del Evangelio vemos a Jesús enfrentado con escribas, y es que se habían convertido en expertos no solamente en la interpretación de la Ley, sino que encontraban formas para torcerla o evadirla, por eso en muchas ocasiones eran vistos por el pueblo como hipócritas y mezquinos porque usaban la Ley a su conveniencia e intereses. El escriba de hoy no así, muy por el contrario, la manera como repite lo que Jesús ha dicho manifiesta su reconocimiento y respeto. No viene como otros a ponerle trampas a Jesús, viene con humildad ante el Maestro a aprender de Él, por eso recibe una de las pocas frases positivas que Jesús dirigió a las autoridades religiosas judías: «No estás lejos del Reino de Dios». Si nos preparamos estudiando las cosas de Dios no es para saber más sino para servir mejor.

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