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PRIMERA LECTURA (Daniel 12,1-3)

«En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo», Daniel es uno de los integrantes del pueblo judío deportado en Babilonia, el Señor le ha dado el don de interpretar los sueños y esto le gana el favor de Nabucodonosor, rey de Babilonia. El estilo literario del texto que hoy leemos en la primera lectura es “Apocalipsis”, utiliza profusamente un lenguaje simbólico para transmitir el mensaje de salvación. Tenemos dos Apocalipsis en la Sagrada Escritura, este de Daniel en el Antiguo Testamento y el de Juan en el Nuevo Testamento. Aunque las imágenes pueden ser sobrecogedoras e inspirar miedo, no es esa la intención del autor, pues esencialmente busca transmitir confianza en un momento de prueba para el pueblo. En este texto en especial, Daniel quiere infundir confianza en el pueblo que está desesperado porque vive lejos de su tierra, al final, Dios mismo intervendrá para poner las cosas en orden. Para nosotros es un mensaje que nos llena de esperanza; las dificultades de esta vida, las pruebas y demás complicaciones tienen sentido cuando contemplamos el futuro luminoso que Cristo nos ha ganado, la Resurrección final.

SEGUNDA LECTURA (Hebreos 10,11-14.18)

«Con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado», por eso luchamos día con día, no porque podamos llegar a ser perfectos por nuestras buenas acciones sino porque confiamos en Aquel que nos ha hecho dignos de estar en la presencia del Señor. Aunque no podamos creerlo, Cristo nos ha hecho santos por su sacrificio en la cruz, el Bautismo que hemos recibido nos ha apartado para el Señor, es el signo por el cual hemos sido marcados. Pero ¿Por qué seguimos pecando? Ese es el misterio de nuestra naturaleza caída, sin embargo, nuestra verdad es que hemos sido salvados y día con día debemos ir dejando crecer esta realidad en nuestra persona. Quizá el mayor problema es que no nos creemos santos y nos esforzamos constantemente por demostrarlo con nuestros malos actos. Ser santo no significa ser perfectos moralmente hablando, sino haber sido apartados para Dios por el sacrificio de su Hijo Jesucristo. Si Dios “es” en nuestra vida seremos mejores personas y tarde que temprano nos transformaremos en testimonio viviente de su amor.

EVANGELIO (Marcos 13,24-32)

«Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre», en el texto de hoy Jesús nos habla con un lenguaje “apocalíptico”. Ciertamente Jesús no quiere que vivamos temerosos pensando en el final de los tiempos, muy por el contrario, quiere invitarnos a no perder el tiempo y dedicarnos a vivir comprometidamente el Evangelio por medio del amor y la caridad para con nuestros hermanos. No tengamos duda de que el mundo como lo conocemos llegará un día a su fin, pero eso no puede paralizarnos, más bien debe hacernos valorar más el presente momento que vivimos y aprovecharlo siempre de la mejor manera. ¿Cuándo llegará el final? Eso no lo sabemos y no es una información necesaria, hagamos hoy lo que tenemos que hacer y cuando llegue, nos hallará en paz.

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