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DOMINGO I CUARESMA (MARZO 10 DE 2019) 

PRIMERA LECTURA (Deuteronomio 26,4-10)

«El Señor nos sacó de Egipto con mano poderosa y brazo protector, con un terror muy grande, entre señales y portentos», este texto es conocido como “credo histórico” porque refiere a los orígenes de Israel como pueblo de la Alianza. Cada vez que sea necesario, Israel tendrá que volver una y otra vez a esta noción, pues su elección no depende de su importancia como pueblo, sino que es el resultado del amor infinito que Dios, sin merecerlo, ha tenido para con ellos. Sus orígenes son humildes y se pierden en el tiempo sin embargo Dios los ha hecho un pueblo grandioso, porque ha podido contemplar la grandeza del Dios que los ha elegido. Hemos nacido en la indigencia de esta humanidad pecadora, pero Dios por el Bautismo nos ha santificado y nos ha invitado a formar parte de su familia, el pueblo que su Hijo ha forjado para Él, cuando perdemos el piso sintiéndonos grandes y autosuficientes, no estaría mal, como Israel, recordar nuestro humilde origen y lo que Dios ha hecho por nosotros.

SEGUNDA LECTURA (Romanos 10,8-13)

«hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación», la fe no consiste únicamente en un conjunto de verdades y doctrina que tenemos que aprender como cuando nos preparamos para un examen y después se nos olvida; la fe es sobre todo vida, una vida que necesita ser aceptada y recibida, solo así puede dar frutos en nosotros. Así, cada uno de nosotros, nos transformamos en un comunicador de la gracia de Dios y en un promotor del Reino de los Cielos. Jesús no solo ha venido para enseñarnos cosas sino especialmente a mostrarnos como vivir con el ejemplo de su vida comprometida con la misión que el Padre había puesto en sus manos.

EVANGELIO (Lucas 4,1-13)

«Conducido por el mismo Espíritu, se internó en el desierto… y fue tentado por el demonio», el desierto tenía connotaciones bastante negativas para los judíos pues además de ser un lugar inhóspito y desolado, era habitado por fieras salvajes y refugio de demonios, es precisamente allí donde Jesús decide prepararse, en cuerpo y alma, para emprender la misión que el Padre le ha pedido. Iniciamos otra cuaresma en nuestra vida de fe y que debe ser como un desierto para nosotros, un espacio en donde por medio de las mortificaciones corporales y la oración no preparemos para celebrar en la Pascua la victoria de Cristo. Quizá como cada año nos propongamos durante este tiempo dejar atrás algunas de las cosas que obstaculizan nuestro camino a la santidad personal; puede que nos pongamos metas que quizá, habrá que aceptarlo, no podremos cumplir. Hoy Jesús nos muestra cómo debemos enfrentar la tentación, especialmente asistidos por la gracia del Espíritu. El ayuno y la oración nos dispondrán a las mociones del Espíritu que nos muestran la voluntad de Dios y nos dan la fuerza para salir victoriosos de las acechanzas del enemigo. Es cierto que somo frágiles y solos no podemos, sin embargo, Dios está con nosotros y no nos abandona, esa es nuestra fuerza.

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