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DOMINGO XXV ORDINARIO (SEPTIEMBRE 23 DE 2018)

PRIMERA LECTURA (Sabiduría 2, 12.17-20)

«Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos», la persona de Fe no se preocupa por cómo viven los demás, no pierde su tiempo en juzgarlos ni darles consejos, sino más bien se preocupa y se compromete con la vida y con lo que cree. Son personas alegres, amables y siempre dispuestas a ayudar a los demás. Generalmente son rechazadas o criticadas, se les llama “mochos”, “beatos” y de muchas maneras, en ocasiones ofensivas. Siempre hacen las cosas por convicción, nunca por molestar, sin embargo, su sola presencia “incomoda” a quienes no son capaces de rechazar lo incorrecto y se dejan llevar por la corriente. En un mundo en donde las palabras han perdido su fuerza, el “testimonio” de una vida coherente es la fuerza evangelizadora por excelencia.

SEGUNDA LECTURA (Santiago 3,16-4,3)

«¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes?», es cierto que, aunque somos hombres y mujeres de Fe y buscamos constantemente hacer la voluntad de Dios, no podemos negar que somos seres humanos, lastimados por el pecado y que caemos muchas veces en la tentación. Es precisamente esta realidad la que teniéndola siempre presente nos ayudará a vivir en la humildad de saber que necesitamos la fuerza divina para llegar a la salvación. Cuando no somos conscientes de esta realidad, corremos el riesgo de caer víctimas de nuestros propios intereses y el servicio que realizamos se pervierte, Dios deja de ser el origen y el fin de nuestra acción y todo se convierte en la búsqueda de nosotros mismos. Como seres humanos siempre tendremos motivaciones o intereses personales que nos muevan, pero no permitamos que terminen contaminando negativamente nuestra acción cotidiana. Estamos llamados a promover la unidad y no a ser causa de división.

EVANGELIO (Marcos 9,30-37)

«Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos», un filósofo tristemente célebre, F. Nietzsche, con su pensamiento del “super hombre” ha influido mucho en las sociedades de nuestro tiempo, esta cultura del éxito y de la automotivación hunde sus raíces, en muchas ocasiones, en una visión tergiversada de la antropología humana. El éxito consiste en lograr por todos los medios imponer mi proyecto de vida por encima de los demás, los otros aparecen en el horizonte únicamente como medios que me sirven para lograr mis propósitos. Al no poder todos alcanzar el éxito que se espera, esto causa frustración y amargura. Jesús nos propone un cambio de paradigma, una nueva orientación para nuestra vida. Hemos sido bendecidos con capacidades que estamos llamados a potencializar, preparándonos mejor. El éxito no es únicamente el progreso económico y material, aunque es consecuencia lógica del esfuerzo cotidiano, sino especialmente en poner a disposición de los otros, aquello que Dios me ha dado y que terminará ayudando a que todos progresemos. Ser “último” no es cuestión de posición en la vida sino de sentido, de saber que solo “sirviendo”, soy una bendición para el mundo.

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